EL IMPERIO DEL MAL

Como Cristianos, una de las cosas de la que no hablamos mucho es de «el mal». No el pecado, en el sentido de nuestros pecados personales, porque de eso sí hablamos en las exhortaciones y los estudios, sino más bien de «el mal», como una fuerza activa en el mundo que se opone a las cosas de Dios.


Y supongo que una de las razones por las que no lo hacemos es porque tenemos el temor a que nos mal‐entiendan, y que crean que nos referimos a lo que el Cristianismo popular considera «el diablo» y sus huestes. Pero la realidad es que «el mal» existe en dos formas:


existe en las tentaciones, las debilidades y los pecados que todos cometemos a diario como individuos,


y existe también como la manifestación colectiva de una sociedad que, entera, está consagrada a la lucha por satisfacer las ambiciones humanas, sin la menor preocupación por las cosas de Dios.


Quizá el mejor ejemplo de este conflicto global entre el reino de Dios y el imperio del hombre, o el imperio del mal, es lo que vemos en Daniel.


Daniel 2:31‐35 ‐ Esta imagen, grande, gloriosa y sublime, de oro, plata, bronce y hierro, representa colectivamente el reino del hombre. En la imagen hay divisiones, entre los varios imperios que específicamente lucharon contra Judá (el reino de Dios, en su primera etapa), pero en lo que estoy pensando ahorita mas bien es en la totalidad de la imagen: un hombre gigantesco, glorioso, terrible.


Al final de todo, ese reino es totalmente destruido, y convertido en polvo, por la roca enviada por Dios desde el cielo, que a su vez llena la tierra.


Porque el hecho es que ha existido, y existirá a la venida de Cristo, este reino del hombre, entregado a la carne y al mal.


Así que además de la lucha interna que tenemos con nuestras debilidades personales, todos estamos en lucha contra ese reino, contra ese imperio. Porque nuestra ciudadanía ya es otra, pero el mundo no la quiere reconocer, y el mundo lucha por someternos bajo su yugo:


Efesios 2:1‐3 ‐ Este es un ejemplo de como se expresa un autor del Nuevo Testamento… “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia… en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira…”


En el Nuevo Testamento,  se habla frecuentemente del «mundo», y lo que hay en el mundo, y que el amor a «el mundo» es enemistad con Dios. Así que los escritores del NT también pensaban de esta forma: estamos nosotros y esta el mundo, y los suyos.


Así que hoy quiero hablar acerca de una forma en que el mundo nos trata de someter y dominar.


Comencemos en Éxodo. Esta semana estuve escuchando un casete del libro de Éxodo, que estudiamos juntos en la clase bíblica hace como 3 años, y me volvió a impactar mucho una medida que toma Faraón para tratar de sofocar la rebelión judía que amenazaba con despertar.


Y Faraón viene a ser el primero gobernador del imperio del mal: es la máxima autoridad en la teocracia egipcia, en el momento en que los miembros de la familia de los patriarcas están tratando de tomar el paso de transición del haber sido solo una familia, a comenzar a ser una nación. Y este señor, con su reino detrás de el, se los trata de impedir, destruyendo la nación de Dios antes que nazca.


Éxodo 1:8‐14 ‐ El primer faraón egipcio, dándose cuenta de lo que podía pasarle al reino del pecado si cobraba fuerza el pueblo de Dios, los esclaviza: v. 13‐14: fíjense en la idea principal de las palabras: servir… dura servidumbre… labor… servicio.


Estaban totalmente sometidos, esclavizados, y en esa condición, se les aplastó la iniciativa, su capacidad de rebelarse contra, y destruir, el reino de mal se borró con su esclavitud.


Y allí estábamos nosotros: nuestra esclavitud al pecado nos paralizaba, hasta que Dios escuchó nuestro clamor y nos dio libertad. Cristo murió, destruyendo el poder del pecado en nuestras vidas. A los que estamos en Cristo, el pecado no nos puede derrotar, pues como dice Romanos 5: cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.


Pero el problema que tenemos es que aún no hemos sido perfeccionados, y mientras estemos con vida, y Cristo no viene, el pecado lucha por volver a imponerse, en especial, porque vivimos en un tiempo en que la imagen de Daniel sigue en pie; aún vivimos como extranjeros en un régimen del hombre.


Romanos 6:11‐13 ‐ “No reine pues el pecado en vuestro cuerpo mortal”… esta advertencia es necesaria, porque como dije, aún es posible que regresemos al otro imperio, que añoremos las satisfacciones carnales que gozábamos en Egipto, y decidamos volver.


Y al seguir la lectura en Éxodo, hallamos una de las tácticas más efectivas del imperio del mal en sofocar la llama de Verdad que ha brotado en nosotros:


Éxodo 5:4‐9 ‐ Este momento ocurre cuando Moisés primero visita a Faraón.  Y cual es la respuesta inmediata de Faraón? Agravarles la carga. Porque Faraón era astuto como la serpiente: sabía que la persona sobrecargada en su servidumbre ya no puede pensar. Cuando estamos trabajando en las cosas del mundo todos los días desde antes del amanecer, hasta muy noche, se nos vuelve casi imposible siquiera pensar en la libertad. Con demasiado trabajo, se nos apaga el espíritu.


No por nada que muchas de las grandes rebeliones de la historia no fueron ideadas por las clases mas bajas, sino por líderes de las clases medias y altas, personas con el tiempo como para pensar y actuar sin caer en pánico que mañana ni ellos ni sus familias tendrían qué comer.


Mateo 13:22/Marcos 4:18‐19: “El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”


Cuando viajo en taxi tengo la costumbre de preguntarle a los taxistas:  si son dueños o choferes, cuantas horas trabajan, etc. Y al estar ya pensando el Miércoles en esta exhortación, me tocó hacer un viajecito con un taxista, no tan fuera de lo normal: era chofer, y trabajaba 30 días al mes, de 7 a 7, y encima de eso le tocaba ir a recoger y dejar el taxi adonde el dueño. Y este trabajo lo buscó porque antes trabajaba en la ruta de buses de la Mitad del Mundo, en la que trabajó 5 años como cobrador, levantándose a eso de las 5 AM para estar para el primer viaje, y terminando tipo 10 de la noche. Así que con el taxi se sentía bien, a comparación….


En esas circunstancias, como se podrá pegar la semilla? Como crecerá? Producirá fruto? No es posible.


Nosotros no estamos en esa situación, en cada uno de nosotros, la semilla ha caído, ha brotado, y la planta comienza a crecer. Pero el príncipe de este mundo no se dará por vencido en su lucha por sofocar esa planta hasta que Cristo mismo venga y lo destruya, hasta que la roca deshaga la imagen. Y una de las tácticas del príncipe de este mundo es tenernos demasiado ocupados para pensar, para producir fruto.


Nuestra lucha en esta vida es dura, especialmente los que estamos en la plena de edad del trabajo y las necesidades de nuestras familias. Estamos trabajando, estudiando, tratando de resolver problemas con la familia inmediata, aparte de padres, primos, tíos, etc. y un sinfín de complicaciones diarias que la vida nos da: problemas de salud, accidentes y emergencias, la educación de nuestros hijos. Y a veces todas estas cosas nos parecen necesarias, y que ninguna de ellas podemos dejar de hacer.


Pero hay que preguntarnos: me estoy acercando más a Dios, o me estoy alejando?


En esta mañana estamos reunidos para recordar a uno que luchó contra el mundo toda su vida:


Juan 16:33 ‐ En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.


Y nuestro Señor le derrotó al mundo. Y si le derrotó en su muerte y resurrección, significa que también su venida es segura.


Y al participar de los símbolos de la carne y la sangre de nuestro Señor, meditemos en esto: la derrota de Egipto, de la imagen de Daniel, del imperio del mundo ya es segura. Pero cuando venga Cristo, hallará que el príncipe del mundo nos ha quebrantado el espíritu, exigiéndonos cada vez mas esfuerzo por satisfacer las necesidades de la carne, sofocando la frágil planta de la fe, haciéndola infructuosa? Nos hallará como ciudadanos de su reino, o del reino de los hombres?

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