LA CRISTIANDAD EXTRAVIADA (PARTE 2)
Los Santos También Recibirán la Tierra
Se observará que la simiente de Abraham está unida al mismo Abraham en las promesas. Pablo dice que esta simiente es Cristo (Gálatas 3:16) y todos los que son de Cristo (3:29). En vista de esto, vamos a dar una aplicación de las promesas que puede parecer un tanto sorprendente para aquellos que hasta ahora han leído la Biblia con prejuicio tradicionalista, pero que es la única aplicación que una lectura racional y una fe en las promesas a la manera de un niño, puede admitir; esto es, que Cristo y los santos están destinados, en unión con Abraham, quien de hecho será uno de ellos, a poseer y ocupar la tierra de Israel. Sin duda la mente tradicionalista se apartará con horror de esta conclusión. Esto se debe a la condición pervertida de la mente tradicionalista y no a la naturaleza de la conclusión misma. ¿Qué hay en la conclusión que justifique horror? ¿No es acaso una bella y apropiada conclusión? Si es el propósito de Dios gobernar a la humanidad por medio de Cristo y de su pueblo, es adecuado que ellos tengan un centro de operaciones y cuartel general en alguna parte de la tierra. ¿Dónde podría encontrarse un lugar más apropiado que la tierra prometida a Abraham?
Palestina está situada en la conjunción de los tres grandes continentes del hemisferio oriental y es accesible desde cualquier punto de los grandes océanos. Es el centro natural para el gobierno universal; tanto para el comercio como para la legislación, está en la mejor situación existente en la tierra. Además de esto, es el lugar que ha sido testigo de todas la operaciones de Dios en el pasado, hasta la misma crucifixión de su Hijo y el envío del evangelio. ¿Qué lugar más adecuado podría haber para la reanudación de sus grandes y poderosos actos? Fue la escena de la humillación de Cristo; ¿qué cosa más apropiada que el mismo lugar sea testigo de su exaltación como monarca de toda la tierra? Pero estas consideraciones palidecen ante la fuerza de la promesa. Nada se necesita además del testimonio:
"De Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová." (Miqueas 4:2)
"Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán." (Isaías 51:11)
"Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria...Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo." (Isaías 66:10,11,13)
"Tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será rota...Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará." (Isaías 33:20,22)
"Destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros...En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá." (Isaías 25:7,8; 26:1)
"En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová." (Jeremías 3:17)
"Cuando repartáis por suertes la tierra en heredad, apartaréis una porción para Jehová, que le consagraréis en la tierra, de longitud de veinticinco mil cañas y diez mil de ancho [más o menos 75 por 30 kilómetros]; esto será santificado en todo su territorio alrededor...y el santuario de Jehová estará en medio de ella." (Ezequiel 45:1; 48:10)
"Y subieron [las naciones al fin de los mil años] sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió." (Apocalipsis 20:9)
Estas citas de las Escrituras ilustran el cumplimiento de la promesa a Abraham en lo que se refiere a su simiente, Cristo y los santos. Muestran el sentido en que la promesa debe entenderse, el sentido obvio y sencillo, es decir, que cuando el reino de Dios sea establecido, y Abraham herede la tierra, su simiente que constituye el campamento divino, estará en la tierra con él en una porción especial señalada para tal propósito. Esta porción, que incluirá el territorio de Judá y Jerusalén, contendrá, como veremos en un estudio posterior, un área de poco más de 2,000 km. cuadrados que será suficientemente amplia para que los pabellones del rey se extiendan en una escala apropiada para la grandeza y majestad del reino. La simiente de Abraham, la novia, la esposa del Cordero, la totalidad de aquellos que siendo "llamados y escogidos y fieles," son "las primicias para Dios y el Cordero," y hallados dignos de reinar con Cristo, será una numerosa descendencia; pero no tan demasiado numerosa para el territorio asignado. "Muchos son llamados, mas pocos escogidos." "Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan."
En realidad, Juan describe estos pocos como "una gran multitud, la cual nadie podía contar"; pero esto debe ser tomado como la expresión del aspecto que una gran asamblea de personas presentaría a los ojos, y no como una declaración de un hecho aritmético. La expresión nunca podría ser verdadera en el sentido absoluto, puesto que los números pueden ser contados indefinidamente; pero en el sentido de una multitud tan grande y densa que el hombre no la puede calcular, resulta completamente apropiada. ¿Cuánta gente piensa el lector podría ser acomodada de pie en la sección del país apartada según Ezequiel, como una "porción santa"? Cerca de la décima parte de la población del globo: es decir, cerca de 500 millones de personas. El cálculo es muy simple; es fácil calcular cuánta gente podría estar en un kilómetro cuadrado; multiplique ese número por algo más de 2,000 km. cuadrados y tendrá el resultado señalado. Hacemos estas aparentemente innecesarias observaciones a causa de la objeción levantada contra la enseñanza bíblica sobre la herencia de la Tierra Santa por Jesús y los santos, en razón de la supuesta imposibilidad de que tan pequeño lugar los pueda contener.
La objeción surge a partir de dos errores. En primer lugar, el espacio no es tan pequeño; y, segundo, el número de quienes estarán con Cristo no es tan grande como presume la tradición popular. Al final de los mil años habrá de ser recogida una gran cosecha como resultado de la dispensación de luz y conocimiento de los mil años; pero al comienzo, el número de asociados con Cristo como la simiente de Abraham, para cooperar en la bendición de las naciones, será en la escala limitada de las "primicias." Estos son señalados como "primicias para Dios y para el Cordero" (Apocalipsis 14:4).
3.- Que Cristo, la simiente de Abraham, conquistará al mundo. Esta es la tercera característica de la promesa hecha a Abraham. Está expresada en las palabras "tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos." Para percibir el significado de esta declaración, es necesario recordar que en los países orientales, en tiempos antiguos, la puerta de una ciudad era el asiento de la autoridad. Era el lugar para hacer consultas, promulgar y registrar decretos, y donde los gobernantes se presentaban para recibir el homenaje del pueblo. Que un enemigo poseyera este lugar era entonces una evidencia de haber conquistado y desposeído a los originales dueños del poder.
Es evidente que la promesa de que Cristo poseería las puertas de sus enemigos no ha sido cumplida. En ningún sentido puede un intérprete demostrar que Cristo ha desplazado a sus enemigos del sitio de honor, gloria y poder. Hombres impíos gobiernan el mundo. El mismo país de Cristo, la tierra prometida a Abraham, está esclavizada por el poder musulmán, el cual administra autoridad y desarrolla sus abominaciones religiosas en la misma ciudad que fue llamada por el nombre de Dios y que Jesús convertirá en el trono de Jehová en la edad futura. [Nota del traductor: Se recuerda al lector que estas palabras fueron escritas en el año 1862, mucho antes del regreso del pueblo judío a Palestina y el establecimiento del moderno estado de Israel.] En vez de que Cristo posea las puertas de sus enemigos, puede decirse que los enemigos pisotean a Cristo en la puerta. Los cuernos de los gentiles se han levantado sobre la tierra de Judá para dispersarla (Zacarías 1:21), y todo lo que pertenece a Abraham y a su simiente está actualmente vacío y en desolación. Pero cuando el reino de Dios venga, esto será cambiado. Dios hablará con ira a las naciones y las escarnecerá. Cristo las convertirá en pedazos como a vasija de alfarero (Salmos 2:9; Apocalipsis 2:27); vendrá como hombre de guerra, como el León de la tribu de Judá, para pelear contra el poder confederado de sus enemigos (Apocalipsis 19:19; Zacarías 14:3; Ezequiel 38:21-23). El castigará a los reyes de la tierra sobre la tierra (Isaías 24:21). Desplazará a los poderosos de sus tronos, y enviará vacíos a los ricos (Lucas 1:52,53). Entonces poseerá las puertas de sus enemigos. Todos los reyes se arrodillarán delante de él, y todas las naciones le servirán (Salmos 72:11). Todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán y obedecerán; su dominio será un dominio eterno que nunca terminará, y su reino nunca será destruido (Daniel 7:14). Entonces la proclamación resonará en fuertes cantos triunfales de gozo por toda la tierra:
"LOS REINOS DEL MUNDO HAN VENIDO A SER DE NUESTRO SEñOR Y DE SU CRISTO; Y EL REINARA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS" (Apocalipsis 11:15)
4.- Que todas las naciones serán benditas en Abraham y en su simiente. Este es el evangelio resumido en una frase. Así nos lo da a entender Pablo en Gálatas 3:8. El lector atento podrá discernir en el texto la sustancia de lo que Jesús y los apóstoles predicaron. Ellos predicaron "el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo" (Hechos 8:12; 28:29-31). El anuncio hecho a Abraham no es más ni menos que estas cosas comprimidas en una frase, puesto que anuncia en forma general lo que otras Escrituras revelan en forma detallada. Habla de la bendición universal en relación con Abraham y Cristo; mientras tanto, otros pasajes ponen en claro el proceso por el cual las bendiciones son realizadas: primero, en lo que se refiere a individuos, y luego, en relación con las naciones. Debe ser evidente que esto aún no se ha realizado. Las naciones no están en estado de bendición. No sólo sufren el peso del mal gobierno, sino también viven en un estado de pobreza, ignorancia y miseria, lo cual es contrario al estado de bendición. El mundo yace en maldad. Abraham y su simiente son desconocidos, excepto como objeto de escarnio. Aun en la "feliz Inglaterra," la incredulidad y el vicio están a la orden del día. Existe una apariencia externa de piedad: muchos edificios de iglesias y capillas, enseñanza dominical, sermones, oraciones, colectas, ferias, etc.; pero, ¿qué hay dentro sino podredumbre y huesos de muertos? La gente que hace estas cosas es egoísta, supersticiosa o ignorante. Hay poco temor de Dios o respeto por su palabra. Existe mucho temor al hombre y amor por el mundo. La gente está engañada y degradada; sus cerebros confunden el paganismo con el cristianismo y sus corazones están corrompidos por las exigencias de las clases sociales y la ganancia deshonesta.
Las naciones aún no están benditas en Abraham y su simiente, pero lo estarán, pues leemos:
"He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio...No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos. Y el corazón de los necios entenderá para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente." (Isaías 32:1,3,4)
"En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y aún los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel. Porque el violento será acabado, y el escarnecedor será consumido; serán destruidos todos los que se desvelan para hacer iniquidad." (Isaías 29:18-20)
"Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo." (Isaías 35:4-6)
"Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos." (Malaquías 1:11)
"Los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra." (Zacarías 9:10)
"Vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová." (Zacarías 8:22)
"Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y me serán por pueblo." (Zacarías 2:11)
"Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar." (Habacuc 2:14)
"Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación. Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna...Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos...Sea su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado." (Salmos 72:5-7, 12-14, 17)
Estos testimonios ilustran las bendiciones garantizadas a "todas las familias de la tierra" en las promesas hechas a Abraham: muestran en qué consiste la bendición en su total desarrollo. No es una bendición imaginaria sino la concesión de aquellas dádivas abundantes que el mundo entero anhela, pero no sabe cómo conseguir. Sin embargo, estas bendiciones no serán efectivas sino hasta que el reino de Dios venga. No pueden ser logradas antes de tal tiempo, puesto que se necesita un gobernante justo e irresistible para expulsar a los otros gobernantes del lugar y el poder, antes de volverlas realizables. Se requiere poder, sabiduría, justicia y misericordia concentrados en un rey universal antes de que las naciones puedan ser hechas justas, prósperas y felices. En pocas palabras, se necesita que Cristo, la simiente de Abraham, tome en sus propias manos todos los asuntos del mundo antes de que pueda haber "¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" Esta bendición de Abraham se realiza individualmente, en el tiempo presente, en la medida en que la gente se apropia de las promesas por fe, viniendo a ser herederos de la exaltación futura por medio de la sumisión a Cristo en el presente. Pero el estado de cosas pactado con Abraham en las promesas no podrá ser realizado sino hasta que el mismo Abraham herede la tierra, y su simiente posea las puertas de sus enemigos.
El Por Qué de la Ley de Moisés
En vista de la conclusión evidente de que las promesas a Abraham otorgan una garantía incondicional de los "bienes venideros" (Hebreos 9:11), se podría preguntar, ¿por qué la ley de Moisés y la amarga experiencia de los judíos tuvieron que ser permitidas antes del cumplimiento de las promesas? Pablo se anticipa y responde a esta pregunta en Gálatas 3:19: "Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa." Si queremos saber el propósito de la ley, encontramos la información cinco versículos más abajo: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo" (Gálatas 3:24). A causa del casi total predominio de ignorancia y pecado durante el tiempo en que las promesas fueron hechas, fue necesario instituir una administración preparatoria de la mente divina, que inculcara aquellas lecciones fundamentales concernientes a Dios. Sin ellas nada bueno podría lograrse, puesto que su existencia en la mente humana es la verdadera base de esa comunión entre Dios y los hombres que lo honra a El y los salva a ellos. Fue necesario fijar aquellos principios básicos en la mente de la nación escogida, preparando así el camino para el desenvolvimiento del estado de cosas prometido a los padres.
Esto se llevó a cabo por medio del establecimiento de la ley de Moisés en medio de Israel, un sistema que en sí mismo fue solamente una alegoría de la verdad divina, de la misma forma como es apropiado el entrenamiento de los niños (Gálatas 4:1,2). Pero la ley de Moisés, debido a sus exigencias, severidad y rigurosidad grabó en profundos y permanentes caracteres el concepto de la relación de la Deidad con la humanidad, que aún prevalece dondequiera que ha llegado la tradición mosaica. El poder, supremacía y santidad de la Deidad se hicieron palpables por medio de la ley, aun para los que fueron desobedientes. En el curso de los siglos, ese concepto de Dios fue formado de la manera que lo encontramos en los días de Jesús como el fundamento sobre el que se adelantarían las operaciones por las cuales la simiente de Abraham (los fieles creyentes) sería engendrada por medio de la promulgación de la palabra de fe.
Sin la ley, no cabe duda que el conocimiento de Dios pudo haber perecido de la tierra y la humanidad habría sido totalmente esclavizada por la especulación insensata y entenebrecedora, y abandonada a la maldad que prevalecía antes del diluvio. La pequeña luz de las promesas pronto se habría extinguido y el mundo se habría sumergido en la oscuridad del barbarismo incurable, listo para una completa destrucción como la que se llevó a cabo en los días de Noé. Esta gran catástrofe fue evitada por medio del establecimiento de un sistema que (considerado superficialmente) mientras ofrecía una obstrucción a la gloriosa consumación prometida a Abraham, fue potencialmente influyente en el desarrollo entre la humanidad de la situación moral necesaria para la concesión de las bendiciones prometidas.
Las promesas forman el fundamento de lo que se denomina la dispensación cristiana. Fue necesario que Dios creara un derecho para las bendiciones de su amor, a fin de que los hombres pudieran asirse de ellas, puesto que como pecadores estaban sin esperanza y no podían establecer un derecho para sí mismos. Fue necesario que El hiciera el primer gesto; y así lo hizo concediendo una promesa incondicional a Abraham, a quien seleccionó por su fidelidad. El creer en ellas dio a Abraham un derecho a las cosas prometidas, invistiéndolo a él y a su simiente con el derecho exclusivo. De aquí la necesidad de que un gentil se convierta en simiente de Abraham por medio de Cristo para que pueda tener alguna esperanza futura de vida y una herencia en el reino de Dios.
La Resurrección Confirma las Promesas
Sin embargo, hubo necesidad de algo adicional a la promesa para asegurar a Abraham las bendiciones del pacto: esto se denomina la "confirmación" de las promesas. El significado preciso de esto será visto en un repaso de los hechos del caso que afecta a Abraham, Isaac y Jacob. A ellos se les prometió que poseerían la tierra de Palestina para siempre. Para que esta promesa se realice es necesario que Abraham, Isaac y Jacob sean levantados de los muertos y vueltos a la vida para siempre. De aquí que puede decirse que las promesas llevan consigo esta característica: implican el compromiso de parte de Dios de que en el tiempo señalado para la realización de la promesa, El los sacará del polvo de la muerte y les dará vida eterna. ¿De qué otra manera pueden ellos heredar la tierra para siempre?
Que ésta era la intención de Dios para con ellos se hizo evidente por medio de la discusión de Cristo con los saduceos sobre la resurrección. El dice: "Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mateo 22: 31,32). Cristo argumentaba que el hecho de que el Creador se llamara el Dios de los padres que habían vuelto al polvo, era la prueba de su intención de resucitarlos; y el argumento fue tan fuerte que hizo callar a los saduceos. Así, pues, la deducción de que las promesas a Abraham, Isaac y Jacob incluían la promesa de resurrección e inmortalidad fue establecida por Cristo fuera de toda duda. Siendo esto así, tenemos que darnos cuenta del hecho de que bajo las circunstancias que existían en el tiempo de la promesa, era imposible que la cosa prometida pudiera ser concedida. Abraham, Isaac y Jacob estaban, por su propia constitución natural, sentenciados a muerte. Eran hijos de Adán, pecadores por descendencia y actuación individual, y por consiguiente excluidos de la resurrección a inmortalidad implicada en la promesa. Aunque la herencia fue garantizada por "dos cosas inmutables," la promesa y el juramento, y como "es imposible que Dios mienta," su concesión fue una asunto necesario. ¿Cómo podía reconciliarse la imposibilidad de hacer inmortales a los pecadores con la necesidad de que las promesas se cumplieran?
Encontramos la respuesta en las obras realizadas por Cristo en su primera venida "para confirmar las promesas hechas a los padres." ¿Cómo confirmó las promesas? Haciendo posible su cumplimiento. ¿Cómo logró esto? Derramando su sangre del nuevo pacto (abrahámico) por muchos, para remisión de los pecados. El quitó el pecado por medio del sacrificio de sí mismo, quitando así el sello de las puertas de la muerte y sacando a luz la vida e inmortalidad, abriendo el camino para el cumplimiento de todo lo que había sido prometido de antemano a los padres. De este modo se desvaneció la imposibilidad, y el necesario cumplimiento de las promesas fue colocado sobre la base triunfante de las obras realizadas por Cristo. Este era el gran evento prefigurado en los sacrificios de la ley, los cuales no tenían valor en sí mismos, excepto como un medio de establecer una relación entre Dios y su nación, simbolizando una relación más alta y duradera que sería establecida sobre el cuerpo del sacrificado "Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo."
Se puede ver que las cosas declaradas en los profetas y predicadas por los apóstoles como "el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo" eran solamente la elaboración de "las promesas de Dios hechas a los padres," en las cuales tenían su origen y base legal. Es importante reconocer este hecho para que la posición de los santos como "hijos de Abraham" y "simiente de Abraham" pueda ser claramente apreciada y podamos ver la armonía y plenitud del plan de Dios, que comenzando en los días de Abraham, fue prefigurado en la ley, gradualmente revelado por medio de los profetas, y consumado en la proclamación de Jesús y sus apóstoles.
En vista de todas estas cosas, bien podríamos exclamar con Pablo (Romanos 11:33-36): ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amen."
Se observará que la simiente de Abraham está unida al mismo Abraham en las promesas. Pablo dice que esta simiente es Cristo (Gálatas 3:16) y todos los que son de Cristo (3:29). En vista de esto, vamos a dar una aplicación de las promesas que puede parecer un tanto sorprendente para aquellos que hasta ahora han leído la Biblia con prejuicio tradicionalista, pero que es la única aplicación que una lectura racional y una fe en las promesas a la manera de un niño, puede admitir; esto es, que Cristo y los santos están destinados, en unión con Abraham, quien de hecho será uno de ellos, a poseer y ocupar la tierra de Israel. Sin duda la mente tradicionalista se apartará con horror de esta conclusión. Esto se debe a la condición pervertida de la mente tradicionalista y no a la naturaleza de la conclusión misma. ¿Qué hay en la conclusión que justifique horror? ¿No es acaso una bella y apropiada conclusión? Si es el propósito de Dios gobernar a la humanidad por medio de Cristo y de su pueblo, es adecuado que ellos tengan un centro de operaciones y cuartel general en alguna parte de la tierra. ¿Dónde podría encontrarse un lugar más apropiado que la tierra prometida a Abraham?
Palestina está situada en la conjunción de los tres grandes continentes del hemisferio oriental y es accesible desde cualquier punto de los grandes océanos. Es el centro natural para el gobierno universal; tanto para el comercio como para la legislación, está en la mejor situación existente en la tierra. Además de esto, es el lugar que ha sido testigo de todas la operaciones de Dios en el pasado, hasta la misma crucifixión de su Hijo y el envío del evangelio. ¿Qué lugar más adecuado podría haber para la reanudación de sus grandes y poderosos actos? Fue la escena de la humillación de Cristo; ¿qué cosa más apropiada que el mismo lugar sea testigo de su exaltación como monarca de toda la tierra? Pero estas consideraciones palidecen ante la fuerza de la promesa. Nada se necesita además del testimonio:
"De Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová." (Miqueas 4:2)
"Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán." (Isaías 51:11)
"Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria...Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo." (Isaías 66:10,11,13)
"Tus ojos verán a Jerusalén, morada de quietud, tienda que no será desarmada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será rota...Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará." (Isaías 33:20,22)
"Destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros...En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá." (Isaías 25:7,8; 26:1)
"En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová." (Jeremías 3:17)
"Cuando repartáis por suertes la tierra en heredad, apartaréis una porción para Jehová, que le consagraréis en la tierra, de longitud de veinticinco mil cañas y diez mil de ancho [más o menos 75 por 30 kilómetros]; esto será santificado en todo su territorio alrededor...y el santuario de Jehová estará en medio de ella." (Ezequiel 45:1; 48:10)
"Y subieron [las naciones al fin de los mil años] sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió." (Apocalipsis 20:9)
Estas citas de las Escrituras ilustran el cumplimiento de la promesa a Abraham en lo que se refiere a su simiente, Cristo y los santos. Muestran el sentido en que la promesa debe entenderse, el sentido obvio y sencillo, es decir, que cuando el reino de Dios sea establecido, y Abraham herede la tierra, su simiente que constituye el campamento divino, estará en la tierra con él en una porción especial señalada para tal propósito. Esta porción, que incluirá el territorio de Judá y Jerusalén, contendrá, como veremos en un estudio posterior, un área de poco más de 2,000 km. cuadrados que será suficientemente amplia para que los pabellones del rey se extiendan en una escala apropiada para la grandeza y majestad del reino. La simiente de Abraham, la novia, la esposa del Cordero, la totalidad de aquellos que siendo "llamados y escogidos y fieles," son "las primicias para Dios y el Cordero," y hallados dignos de reinar con Cristo, será una numerosa descendencia; pero no tan demasiado numerosa para el territorio asignado. "Muchos son llamados, mas pocos escogidos." "Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan."
En realidad, Juan describe estos pocos como "una gran multitud, la cual nadie podía contar"; pero esto debe ser tomado como la expresión del aspecto que una gran asamblea de personas presentaría a los ojos, y no como una declaración de un hecho aritmético. La expresión nunca podría ser verdadera en el sentido absoluto, puesto que los números pueden ser contados indefinidamente; pero en el sentido de una multitud tan grande y densa que el hombre no la puede calcular, resulta completamente apropiada. ¿Cuánta gente piensa el lector podría ser acomodada de pie en la sección del país apartada según Ezequiel, como una "porción santa"? Cerca de la décima parte de la población del globo: es decir, cerca de 500 millones de personas. El cálculo es muy simple; es fácil calcular cuánta gente podría estar en un kilómetro cuadrado; multiplique ese número por algo más de 2,000 km. cuadrados y tendrá el resultado señalado. Hacemos estas aparentemente innecesarias observaciones a causa de la objeción levantada contra la enseñanza bíblica sobre la herencia de la Tierra Santa por Jesús y los santos, en razón de la supuesta imposibilidad de que tan pequeño lugar los pueda contener.
La objeción surge a partir de dos errores. En primer lugar, el espacio no es tan pequeño; y, segundo, el número de quienes estarán con Cristo no es tan grande como presume la tradición popular. Al final de los mil años habrá de ser recogida una gran cosecha como resultado de la dispensación de luz y conocimiento de los mil años; pero al comienzo, el número de asociados con Cristo como la simiente de Abraham, para cooperar en la bendición de las naciones, será en la escala limitada de las "primicias." Estos son señalados como "primicias para Dios y para el Cordero" (Apocalipsis 14:4).
3.- Que Cristo, la simiente de Abraham, conquistará al mundo. Esta es la tercera característica de la promesa hecha a Abraham. Está expresada en las palabras "tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos." Para percibir el significado de esta declaración, es necesario recordar que en los países orientales, en tiempos antiguos, la puerta de una ciudad era el asiento de la autoridad. Era el lugar para hacer consultas, promulgar y registrar decretos, y donde los gobernantes se presentaban para recibir el homenaje del pueblo. Que un enemigo poseyera este lugar era entonces una evidencia de haber conquistado y desposeído a los originales dueños del poder.
Es evidente que la promesa de que Cristo poseería las puertas de sus enemigos no ha sido cumplida. En ningún sentido puede un intérprete demostrar que Cristo ha desplazado a sus enemigos del sitio de honor, gloria y poder. Hombres impíos gobiernan el mundo. El mismo país de Cristo, la tierra prometida a Abraham, está esclavizada por el poder musulmán, el cual administra autoridad y desarrolla sus abominaciones religiosas en la misma ciudad que fue llamada por el nombre de Dios y que Jesús convertirá en el trono de Jehová en la edad futura. [Nota del traductor: Se recuerda al lector que estas palabras fueron escritas en el año 1862, mucho antes del regreso del pueblo judío a Palestina y el establecimiento del moderno estado de Israel.] En vez de que Cristo posea las puertas de sus enemigos, puede decirse que los enemigos pisotean a Cristo en la puerta. Los cuernos de los gentiles se han levantado sobre la tierra de Judá para dispersarla (Zacarías 1:21), y todo lo que pertenece a Abraham y a su simiente está actualmente vacío y en desolación. Pero cuando el reino de Dios venga, esto será cambiado. Dios hablará con ira a las naciones y las escarnecerá. Cristo las convertirá en pedazos como a vasija de alfarero (Salmos 2:9; Apocalipsis 2:27); vendrá como hombre de guerra, como el León de la tribu de Judá, para pelear contra el poder confederado de sus enemigos (Apocalipsis 19:19; Zacarías 14:3; Ezequiel 38:21-23). El castigará a los reyes de la tierra sobre la tierra (Isaías 24:21). Desplazará a los poderosos de sus tronos, y enviará vacíos a los ricos (Lucas 1:52,53). Entonces poseerá las puertas de sus enemigos. Todos los reyes se arrodillarán delante de él, y todas las naciones le servirán (Salmos 72:11). Todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán y obedecerán; su dominio será un dominio eterno que nunca terminará, y su reino nunca será destruido (Daniel 7:14). Entonces la proclamación resonará en fuertes cantos triunfales de gozo por toda la tierra:
"LOS REINOS DEL MUNDO HAN VENIDO A SER DE NUESTRO SEñOR Y DE SU CRISTO; Y EL REINARA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS" (Apocalipsis 11:15)
4.- Que todas las naciones serán benditas en Abraham y en su simiente. Este es el evangelio resumido en una frase. Así nos lo da a entender Pablo en Gálatas 3:8. El lector atento podrá discernir en el texto la sustancia de lo que Jesús y los apóstoles predicaron. Ellos predicaron "el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo" (Hechos 8:12; 28:29-31). El anuncio hecho a Abraham no es más ni menos que estas cosas comprimidas en una frase, puesto que anuncia en forma general lo que otras Escrituras revelan en forma detallada. Habla de la bendición universal en relación con Abraham y Cristo; mientras tanto, otros pasajes ponen en claro el proceso por el cual las bendiciones son realizadas: primero, en lo que se refiere a individuos, y luego, en relación con las naciones. Debe ser evidente que esto aún no se ha realizado. Las naciones no están en estado de bendición. No sólo sufren el peso del mal gobierno, sino también viven en un estado de pobreza, ignorancia y miseria, lo cual es contrario al estado de bendición. El mundo yace en maldad. Abraham y su simiente son desconocidos, excepto como objeto de escarnio. Aun en la "feliz Inglaterra," la incredulidad y el vicio están a la orden del día. Existe una apariencia externa de piedad: muchos edificios de iglesias y capillas, enseñanza dominical, sermones, oraciones, colectas, ferias, etc.; pero, ¿qué hay dentro sino podredumbre y huesos de muertos? La gente que hace estas cosas es egoísta, supersticiosa o ignorante. Hay poco temor de Dios o respeto por su palabra. Existe mucho temor al hombre y amor por el mundo. La gente está engañada y degradada; sus cerebros confunden el paganismo con el cristianismo y sus corazones están corrompidos por las exigencias de las clases sociales y la ganancia deshonesta.
Las naciones aún no están benditas en Abraham y su simiente, pero lo estarán, pues leemos:
"He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio...No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos. Y el corazón de los necios entenderá para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente." (Isaías 32:1,3,4)
"En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y aún los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel. Porque el violento será acabado, y el escarnecedor será consumido; serán destruidos todos los que se desvelan para hacer iniquidad." (Isaías 29:18-20)
"Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo." (Isaías 35:4-6)
"Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos." (Malaquías 1:11)
"Los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra." (Zacarías 9:10)
"Vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová." (Zacarías 8:22)
"Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y me serán por pueblo." (Zacarías 2:11)
"Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar." (Habacuc 2:14)
"Te temerán mientras duren el sol y la luna, de generación en generación. Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna...Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos...Sea su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado." (Salmos 72:5-7, 12-14, 17)
Estos testimonios ilustran las bendiciones garantizadas a "todas las familias de la tierra" en las promesas hechas a Abraham: muestran en qué consiste la bendición en su total desarrollo. No es una bendición imaginaria sino la concesión de aquellas dádivas abundantes que el mundo entero anhela, pero no sabe cómo conseguir. Sin embargo, estas bendiciones no serán efectivas sino hasta que el reino de Dios venga. No pueden ser logradas antes de tal tiempo, puesto que se necesita un gobernante justo e irresistible para expulsar a los otros gobernantes del lugar y el poder, antes de volverlas realizables. Se requiere poder, sabiduría, justicia y misericordia concentrados en un rey universal antes de que las naciones puedan ser hechas justas, prósperas y felices. En pocas palabras, se necesita que Cristo, la simiente de Abraham, tome en sus propias manos todos los asuntos del mundo antes de que pueda haber "¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" Esta bendición de Abraham se realiza individualmente, en el tiempo presente, en la medida en que la gente se apropia de las promesas por fe, viniendo a ser herederos de la exaltación futura por medio de la sumisión a Cristo en el presente. Pero el estado de cosas pactado con Abraham en las promesas no podrá ser realizado sino hasta que el mismo Abraham herede la tierra, y su simiente posea las puertas de sus enemigos.
El Por Qué de la Ley de Moisés
En vista de la conclusión evidente de que las promesas a Abraham otorgan una garantía incondicional de los "bienes venideros" (Hebreos 9:11), se podría preguntar, ¿por qué la ley de Moisés y la amarga experiencia de los judíos tuvieron que ser permitidas antes del cumplimiento de las promesas? Pablo se anticipa y responde a esta pregunta en Gálatas 3:19: "Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa." Si queremos saber el propósito de la ley, encontramos la información cinco versículos más abajo: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo" (Gálatas 3:24). A causa del casi total predominio de ignorancia y pecado durante el tiempo en que las promesas fueron hechas, fue necesario instituir una administración preparatoria de la mente divina, que inculcara aquellas lecciones fundamentales concernientes a Dios. Sin ellas nada bueno podría lograrse, puesto que su existencia en la mente humana es la verdadera base de esa comunión entre Dios y los hombres que lo honra a El y los salva a ellos. Fue necesario fijar aquellos principios básicos en la mente de la nación escogida, preparando así el camino para el desenvolvimiento del estado de cosas prometido a los padres.
Esto se llevó a cabo por medio del establecimiento de la ley de Moisés en medio de Israel, un sistema que en sí mismo fue solamente una alegoría de la verdad divina, de la misma forma como es apropiado el entrenamiento de los niños (Gálatas 4:1,2). Pero la ley de Moisés, debido a sus exigencias, severidad y rigurosidad grabó en profundos y permanentes caracteres el concepto de la relación de la Deidad con la humanidad, que aún prevalece dondequiera que ha llegado la tradición mosaica. El poder, supremacía y santidad de la Deidad se hicieron palpables por medio de la ley, aun para los que fueron desobedientes. En el curso de los siglos, ese concepto de Dios fue formado de la manera que lo encontramos en los días de Jesús como el fundamento sobre el que se adelantarían las operaciones por las cuales la simiente de Abraham (los fieles creyentes) sería engendrada por medio de la promulgación de la palabra de fe.
Sin la ley, no cabe duda que el conocimiento de Dios pudo haber perecido de la tierra y la humanidad habría sido totalmente esclavizada por la especulación insensata y entenebrecedora, y abandonada a la maldad que prevalecía antes del diluvio. La pequeña luz de las promesas pronto se habría extinguido y el mundo se habría sumergido en la oscuridad del barbarismo incurable, listo para una completa destrucción como la que se llevó a cabo en los días de Noé. Esta gran catástrofe fue evitada por medio del establecimiento de un sistema que (considerado superficialmente) mientras ofrecía una obstrucción a la gloriosa consumación prometida a Abraham, fue potencialmente influyente en el desarrollo entre la humanidad de la situación moral necesaria para la concesión de las bendiciones prometidas.
Las promesas forman el fundamento de lo que se denomina la dispensación cristiana. Fue necesario que Dios creara un derecho para las bendiciones de su amor, a fin de que los hombres pudieran asirse de ellas, puesto que como pecadores estaban sin esperanza y no podían establecer un derecho para sí mismos. Fue necesario que El hiciera el primer gesto; y así lo hizo concediendo una promesa incondicional a Abraham, a quien seleccionó por su fidelidad. El creer en ellas dio a Abraham un derecho a las cosas prometidas, invistiéndolo a él y a su simiente con el derecho exclusivo. De aquí la necesidad de que un gentil se convierta en simiente de Abraham por medio de Cristo para que pueda tener alguna esperanza futura de vida y una herencia en el reino de Dios.
La Resurrección Confirma las Promesas
Sin embargo, hubo necesidad de algo adicional a la promesa para asegurar a Abraham las bendiciones del pacto: esto se denomina la "confirmación" de las promesas. El significado preciso de esto será visto en un repaso de los hechos del caso que afecta a Abraham, Isaac y Jacob. A ellos se les prometió que poseerían la tierra de Palestina para siempre. Para que esta promesa se realice es necesario que Abraham, Isaac y Jacob sean levantados de los muertos y vueltos a la vida para siempre. De aquí que puede decirse que las promesas llevan consigo esta característica: implican el compromiso de parte de Dios de que en el tiempo señalado para la realización de la promesa, El los sacará del polvo de la muerte y les dará vida eterna. ¿De qué otra manera pueden ellos heredar la tierra para siempre?
Que ésta era la intención de Dios para con ellos se hizo evidente por medio de la discusión de Cristo con los saduceos sobre la resurrección. El dice: "Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mateo 22: 31,32). Cristo argumentaba que el hecho de que el Creador se llamara el Dios de los padres que habían vuelto al polvo, era la prueba de su intención de resucitarlos; y el argumento fue tan fuerte que hizo callar a los saduceos. Así, pues, la deducción de que las promesas a Abraham, Isaac y Jacob incluían la promesa de resurrección e inmortalidad fue establecida por Cristo fuera de toda duda. Siendo esto así, tenemos que darnos cuenta del hecho de que bajo las circunstancias que existían en el tiempo de la promesa, era imposible que la cosa prometida pudiera ser concedida. Abraham, Isaac y Jacob estaban, por su propia constitución natural, sentenciados a muerte. Eran hijos de Adán, pecadores por descendencia y actuación individual, y por consiguiente excluidos de la resurrección a inmortalidad implicada en la promesa. Aunque la herencia fue garantizada por "dos cosas inmutables," la promesa y el juramento, y como "es imposible que Dios mienta," su concesión fue una asunto necesario. ¿Cómo podía reconciliarse la imposibilidad de hacer inmortales a los pecadores con la necesidad de que las promesas se cumplieran?
Encontramos la respuesta en las obras realizadas por Cristo en su primera venida "para confirmar las promesas hechas a los padres." ¿Cómo confirmó las promesas? Haciendo posible su cumplimiento. ¿Cómo logró esto? Derramando su sangre del nuevo pacto (abrahámico) por muchos, para remisión de los pecados. El quitó el pecado por medio del sacrificio de sí mismo, quitando así el sello de las puertas de la muerte y sacando a luz la vida e inmortalidad, abriendo el camino para el cumplimiento de todo lo que había sido prometido de antemano a los padres. De este modo se desvaneció la imposibilidad, y el necesario cumplimiento de las promesas fue colocado sobre la base triunfante de las obras realizadas por Cristo. Este era el gran evento prefigurado en los sacrificios de la ley, los cuales no tenían valor en sí mismos, excepto como un medio de establecer una relación entre Dios y su nación, simbolizando una relación más alta y duradera que sería establecida sobre el cuerpo del sacrificado "Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo."
Se puede ver que las cosas declaradas en los profetas y predicadas por los apóstoles como "el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo" eran solamente la elaboración de "las promesas de Dios hechas a los padres," en las cuales tenían su origen y base legal. Es importante reconocer este hecho para que la posición de los santos como "hijos de Abraham" y "simiente de Abraham" pueda ser claramente apreciada y podamos ver la armonía y plenitud del plan de Dios, que comenzando en los días de Abraham, fue prefigurado en la ley, gradualmente revelado por medio de los profetas, y consumado en la proclamación de Jesús y sus apóstoles.
En vista de todas estas cosas, bien podríamos exclamar con Pablo (Romanos 11:33-36): ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amen."
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