¿ÁRBOL DE NAVIDAD?

Colaboración del Moreh Yirmeyahu Ben Avraham Ezzard


El árbol de Navidad no nace en la Escritura ni en la fe de Israel. No aparece en la Torá, ni en los Profetas, ni en los Escritos, ni tampoco en la vida de Yeshua (יהושע, Jesús) ni de sus emisarios. Históricamente, ningún judío del siglo I —ni siquiera los seguidores del Mesías dentro del judaísmo del Segundo Templo— celebraba su nacimiento ni usaba árboles decorados en invierno. Las fiestas que celebraban eran las establecidas por HaShem (Levítico 23) y vemos a Yeshua asistiendo fielmente a ellas (Juan 7; Lucas 22). Los estudios sobre la Iglesia primitiva confirman que la Navidad y sus símbolos no existían en los primeros tres siglos (Susan K. Roll, Toward the Origins of Christmas, 1995). Si no era parte del Israel bíblico, ni del judaísmo del Segundo Templo, ni del discipulado original, ¿de dónde salió?

Para responder, es necesario observar que el uso ritual de árboles y siempreverdes es anterior al cristianismo y pertenece a tradiciones paganas europeas. Pueblos germánicos, nórdicos y celtas usaban árboles perennes para simbolizar vida, fertilidad y protección durante el solsticio de invierno. Ronald Hutton, historiador de la Universidad de Bristol, explica que en estas culturas el pino, el abeto y otras plantas perennes eran parte de rituales estacionales asociados a deidades y a la permanencia de la vida en invierno (Stations of the Sun, 1996). No era decoración inocente: era simbología espiritual. Incluso antes, en el mundo grecorromano, las Saturnalia —fiestas del solsticio— incluían adornar casas y templos con ramas verdes como signo de renovación y buena fortuna (Macrobio, Saturnalia I, 10). El patrón cultural es claro: vegetación siempre verde + solsticio + celebración pagana. No tiene relación con Israel ni con HaShem.
Aun los mismos llamados padres de la Iglesia que el cristianismo sigue denunciaron la mezcla y se opusieron. Tertuliano, a finales del siglo II, arremete contra cristianos que estaban imitando prácticas paganas decorando sus casas con coronas verdes y ramas en los días de fiestas romanas. En De Idololatría 15, Tertuliano escribe que estas costumbres son “participación activa con los ritos de los gentiles”, y lamenta que los creyentes sean más fieles a estas prácticas que los mismos paganos. Es decir, los líderes cristianos más antiguos rechazaron exactamente lo que hoy la Iglesia moderna abraza sin cuestionar. No es que el árbol “se volvió cristiano”; es que se ignoró la advertencia histórica.
El árbol como tal —con luces, esferas y ornamentos— surge en Europa en la Edad Media tardía. En Alemania del siglo XV, los laicos comenzaron a mezclar tradiciones paganas invernales con los dramas litúrgicos cristianos del “Árbol del Paraíso”, usado en obras sobre Adán y Eva el 24 de diciembre. Francis X. Weiser explica que este proceso no fue una revelación ni un mandamiento nazareno, sino una integración cultural sin base bíblica (Handbook of Christian Feasts and Customs, 1958). Posteriormente, con la Reforma, la práctica se expandió, y en los siglos XVIII–XIX se volvió un símbolo doméstico de la Navidad gracias a su adopción por las familias alemanas y su exportación a Inglaterra y Estados Unidos. Penne Restad documenta cómo el árbol fue comercializado y romantizado en la cultura moderna (Christmas in America, 1995). En otras palabras, su origen no es bíblico, sino folklórico, pagano y comercial.
La Torá no condena las plantas ni los árboles; prohíbe adoptar prácticas rituales de otras naciones para usarlas en adoración al Creador. Devarim (Deuteronomio) 12:29–32 establece explícitamente que Israel no debe preguntar “¿Cómo servían estas naciones a sus dioses?” para imitar sus costumbres y luego dedicárselas a HaShem. El mandamiento es directo: no copiar ritos paganos, ni siquiera con intención “para el Eterno”. Yirmeyahu (Jeremías) 10:2–4 describe irónicamente la costumbre de cortar un árbol, fijarlo verticalmente y adornarlo con plata y oro. Aunque aqui no tiene que ver especificamente con este tipo de arbol de la navidad y que el contexto es idolátrico, el patrón es innegable: la Escritura denuncia la imitación de los rituales y ornamentos religiosos de las naciones. No es necesario “adorar al árbol” para violar el principio de no sincretismo; basta con imitar sus símbolos rituales.
Por eso, los observantes de la Torá, los que buscamos la fe original de Yeshua y del movimiento nazareno, no participamos del árbol de Navidad. No porque el pino sea malo, sino porque su uso ritual nace fuera de la revelación. HaShem nos dio sus propios símbolos: el lulav y el etrog en Sucot (Levítico 23:40), las luces del Menorá en el Templo (Éxodo 25:31–40), el shofar en Yom Teruá (Levítico 23:24). ¿Para qué buscar símbolos extranjeros cuando el Eterno ya dio los suyos? El Israel del pacto no adopta lo que las naciones inventaron. La fe de Yeshua no requiere árboles paganos, sino fidelidad al calendario del Eterno y a Su Palabra.
En síntesis: el árbol de Navidad no es parte del pueblo de HaShem porque no surge de Su Torah, no pertenece al judaísmo del Mesías, nace en prácticas paganas del solsticio, fue rechazado por la Iglesia primitiva, y contradice el principio bíblico de no imitar los ritos de las naciones. Para los guardadores de la Torá, la adoración a HaShem no se mezcla. Y los símbolos que Él no estableció, simplemente no tienen lugar en nuestro culto.
Si quieres celebrar el nacimiento de Yeshúa, celebralo como es en Fiesta de Sukkot (Tabernáculos),su verdadero dia de nacimiento.
Antorcha Nazarena Ministries

Comentarios

Entradas populares de este blog

"PRINCIPADOS, POTESTADES, GOBERNADORES DE LAS TINIEBLAS DE ESTE SIGLO" — Un estudio sobre Efesios 6.

¿QUÉ SIGNIFICA REALMENTE "YO Y EL PADRE UNO SOMOS" EN JUAN 10:30?

LA CARTA A LAODICEA (CARTA PERDIDA DEL APÓSTOL PABLO)