LA CONGREGACIÓN...
"...sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, el Mesías, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor". Efesios 4: 15-16
Cuando se habla de congregarse, la mayoría de creyentes automáticamente piensan en asistir un domingo a una congregación, para sentarse en silencio en sus bancas, observar, escuchar y aprender de uno o unos pocos, supuestos privilegiados, es decir, el pastor y sus compinches. Y luego salir satisfechos de haber cumplido con su ritual dominguero.
De hecho, la idea misma de congregarse para edificarse y ministrar mutuamente a los santos es ajena al pensamiento de la mayoría de los evangélicos. Y, sin embargo, el Nuevo Pacto o Testamento, no dice nada, de un sacerdocio creyente inerte, cuya única función es absorber pasivamente los sermones y dar dinero cuando se pasa el plato de las ofrendas. ¿Pero, no es esa pasividad por parte de los miembros lo que caracteriza una reunión de domingo?
En contraste con estas tradiciones creadas por el hombre, el Nuevo Testamento enseña que reunirse con los hermanos es un evento de participación activa donde a cada creyente se le permite contribuir con su don para el bien común.
La verdad es que todas estás formas tradicionales y contemporáneas de una reunión con sus creyentes pasivos y sus pastores asalariados, simplemente no tienen base en el Nuevo Testamento, sino, en el paganismo griego.
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