ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DE DANIEL (PARTE 4)
DANIEL 9:1-19. 70 años y Oración de Daniel
Capítulos 9:1 al 12:13:
En el estudio de Daniel, hemos leído cómo imperios cambian, y cómo reinos suben y caen, pero algo que queda claro a lo largo del libro es que Jehová, Dios de Israel, está en control de todo (Daniel 2:21).
Daniel logró sobrevivir el cambio de imperios. El fue testigo del ascenso y la caída del imperio de Babilonia, y luego del ascenso del imperio Medo-Persa.
(Daniel 9:1) En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos.
Como ya vimos, Daniel no sólo fue testigo de la historia sino también fue un protagonista principal, siendo gobernador tanto de Babilonia como gobernador general para los medo-persas. Daniel entendía muy bien el funcionamiento de los reinos en su tiempo; y el Señor también le dio la gracia de recibir la revelación sobre los reinos que vendrán después de su vida (que para nosotros es historia, pero que para él era profecía).
TIEMPOS PROFÉTICOS
Luego que Babilonia cayó, Daniel mostró aún más interés por las profecías de Israel, ya que el tiempo del cumplimiento estaba cerca. Cuando Darío subió al poder, Daniel se dio cuenta que el tiempo que Jeremías había profetizado sobre el cautiverio de Judá en Babilonia estaba acabando.
(Daniel 9:2) en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
La profecía de Jeremías se encuentra en los siguientes versículos:
(Jeremías 25:11-14) Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones. Porque también ellas serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos.
El cambio de imperio podría representar un cambio para el pueblo de Dios, ya que estaba llegando el tiempo de su liberación.
DOS OPCIONES
La pregunta es: ¿a partir de cuando se comienzan a contar los 70 años?
Con la ventaja de la retrospectiva, podemos contemplar dos opciones (aproximadas, porque es difícil determinar los años exactos):
1. Desde el primer cautiverio (605 a.C.) …hasta la reconstrucción del fundamento del Templo (536 a.C.)—aprox. 69 años.
2. Desde la destrucción de Templo (586 a.C.) …hasta el tiempo en que fue reconstruido (515 a.C.)—aprox. 71 años.
LA RAZÓN DE LOS 70 AÑOS
Dios determinó que el tiempo de cautiverio sería de 70 años. La razón está explicada en el libro de Crónicas:
(2 Crónicas 36:28-21) Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia, y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los persas; para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos.
La palabra de Jeremías se refiere al reposo de la tierra (hebreo, Shmita): Dios instruyó que en Israel la tierra debía reposar de sus cultivos cada siete años (Lev. 25:4-6; Lev. 26:34-35). Pero por 490 años los israelitas no guardaron ese mandamiento. Y cuando llegó al colmo la maldad de Judá, Dios determinó que 70 años debían pagar en cautiverio (un año por cada año sabático al que faltaron), tal como dice Levítico:
(Levítico 26:43) Porque la tierra será abandonada por ellos, y gozará de sus días de reposo mientras quede desolada con su ausencia. Entretanto, ellos pagarán su iniquidad, porque despreciaron mis ordenanzas y su alma aborreció mis estatutos.
Así como Jeremías profetizó el castigo de Judá, también habló de la restauración que Dios haría con ellos, porque grande es su misericordia:
(Jeremías 29:10-14) Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
ORACIÓN DE DANIEL
Sabiendo que el tiempo determinado por Dios (70 años) estaba por cumplirse, Daniel se dispuso a buscar al Señor en nombre de todo el pueblo judío, como un intercesor y mediador. Daniel sabía que, si buscaba al Señor de todo corazón, Él haría volver a Su Pueblo de la cautividad, tal como lo profetizó Jeremías (Jer. 29:13-14). Pero en el corazón del pueblo debía haber genuino arrepentimiento, que los lleva en el camino hacia la rectificación (hebreo: Tikun).
Daniel se puso a la brecha, no sólo pidiendo por la salvación del pueblo, sino haciendo confesión de los pecados del pueblo, ya que esta fue la causa que los llevó al cautiverio. En su oración, Daniel siguió los pasos de un genuino arrepentimiento:
a. Reconoce la relación de pacto que el pueblo tiene con Él.
(Daniel 9:3-4) Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. 4 Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos.
b. Confiesa el pecado o la falta.
(Daniel 9:5-11) Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. 6 No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. 7 Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. 8 Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. 9 De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, 10 y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. 11 Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos.
c. Reconoce las consecuencias del pecado como justicia de Dios.
(Daniel 9:12-15) Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. 13 Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. 14 Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. 15 Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente.
d. Pide gracia y misericordia, para la gloria de Dios.
(Daniel 9:16-19) Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro. 17 Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. 18 Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. 19 Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
En la entrada anterior, vimos que Daniel hizo ayuno y oración como intercesión por el pueblo de Israel. Él se dio cuenta que el tiempo determinado para el cautiverio ya estaba por terminar, pero el pueblo debía volver sus corazones a Dios para que Él los regresara a la Tierra de Israel, tal como había profetizado Jeremías (Jer. 29:10-14).
Daniel estaba cerrando su oración de arrepentimiento e intercesión, cuando se le apareció un ángel especial:
(Daniel 9:20-21) Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.
La hora del sacrificio de la tarde son las 3 pm, la hora en que se ofrecía el segundo cordero como sacrificio continuo (heb. Korban Tamid). Este sacrificio es simbólico del Cordero de Dios, Jesús el Mesías (heb. Yeshua HaMashiaj), quien entregó su espíritu precisamente a esa hora cuando murió en la cruz en propiciación por nuestros pecados (Marcos 15:33-37).
ENTENDIMIENTO
A lo largo del libro de Daniel, vemos que él siempre buscó sabiduría y entendimiento (Dan. 1:4; 1:17-20; 2:21; 5:11-14; 9:22-23; 10:1). Pero no sólo le fue dado conocimiento del mundo, sino también sabiduría y revelación divina.
Daniel procuro entender la profecía de Jeremías sobre los 70 años, y le fue dado aún mayor entendimiento sobre los tiempos de Dios. El ángel Gabriel fue enviado para explicarle lo siguiente:
(Daniel 9:22-23) Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
REVELACIÓN DE LAS 70 SEMANAS
Tal vez Daniel estaba pensando sólo en los 70 años de cautiverio en Babilonia, pero Dios le abrió una ventana más grande a su siervo amado, ya que le dio la revelación de los tiempos determinados para la restauración de Dios, que contemplaba la primera y la segunda venida del Mesías.
(Daniel 9:24) Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
Esto es lo que se conoce como “las 70 Semanas de Daniel” (heb. Sheviim Shevuim). Pero debemos aclarar que la medida de tiempo traducida como “semana”, no se trata de las semanas comunes de 7 días (heb. Shavuot), sino “semana de años” (heb. Shevuim), es decir, 7 años. Para entenderlo con medidas modernas, se refiere a 490 años (70 shevuim x 7 años = 490 años).
Esas 70 semanas proféticas marcan el tiempo que Dios determinó en su agenda divina en relación con el pueblo de Dios y Jerusalén. ¿Tiempo para qué?... lo dice el texto:
· Terminar la prevaricación, poner fin al pecado y expiar la iniquidad;
· Traer justicia perdurable;
· Sellar la visión y la profecía;
· Ungir al Santo de los santos.
En resumen, ese tiempo marca el cumplimiento y cierre de toda la profecía bíblica, desde Génesis hasta Apocalipsis. Lo que fue perdido en el Jardín del Edén tras el pecado del hombre, será completamente restaurado para ese tiempo. Será el perdón final, conectado con la segunda venida de Jesús y el mensaje del Día de Expiación (ver estudio: Significado espiritual de Yom Kipur).
Esta obra de redención y restauración será hecha por el Mesías, que se menciona en los siguientes versículos:
(Daniel 9:25-26) Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.
Aquí le fue revelado a Daniel el margen del tiempo, en términos de nuestra historia. El conteo de las “70 Semanas” comienza con la orden para “restaurar y edificar Jerusalén”. 69 semanas nos llevan a la aparición del Mesías Príncipe a la escena, que en términos de años son 483 (7 + 62 = 69; 69 Shevuim x 7 años = 483 años)
[Nota: Un dato interesante es que estos son los únicos versículos del Antiguo Testamento donde se menciona explícitamente la palabra “Mesías” (heb. Mashiaj). Hay muchas referencias mesiánicas, pero no tan directas como en Daniel (cap. 9:25-26).]
FECHAS DE DECRETOS
Estudiosos de la Biblia y de la historia han identificado tres posibilidades para el inicio del conteo:
(Nota: Las fechas con aproximadas ya que es difícil señalar con exactitud los años en tiempos antiguos. Por lo demás, debo aclarar que para los siguientes cálculos fue tomado en cuenta el calendario hebreo, que está basado en meses lunares. Este es similar al calendario babilónico, que era el otro que Daniel usaba cuando recibió la profecía).
1. CIRO (536 a.C.)
Ciro emitió un decreto para autorizar el retorno de los judíos a Judá y financió la reconstrucción del Templo en Jerusalén (Esdras 1). Regresó la primera oleada de judíos a la Tierra de Israel, liderados por Zorobabel y el sumo sacerdote Josué. Comenzaron la construcción del Templo, pero se frenó a causa de la oposición de los enemigos.
2. DARÍO I (520 a.C.)
Darío emitió otro decreto para permitir la reconstrucción del Templo, luego que se detuvo por siete años. Luego de este decreto, se logró terminar el Templo. Sin embargo, la ciudad de Jerusalén todavía no había sido reconstruida porque las murallas estaban en ruinas (Nehemías 1).
3. ARTAJERJES (445 a.C.)
Finalmente, Artajerjes mandó a que la ciudad fuera reconstruida, y también que los judíos pudieran volver a gobernarse a sí mismos. El rey autorizó a Nehemías para dirigir la reconstrucción de Jerusalén y sus muros (Nehemías 2:5-9).
Unos estudiosos de la Biblia hicieron cálculos, y a la fecha de este decreto le añadieron 483 años hebreos (7 + 62 semanas de años), y el resultado nos lleva al año 32 d.C, que bien puede ser el año en que Jesús murió. Según estos cálculos, la profecía de Daniel se cumplió como está escrito:
(Daniel 9:26) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.
Una generación después de la muerte de Jesús, en el año 70 d.C., el general romano Tito (que luego se convirtió en emperador) llevó a su ejército a destruir la ciudad de Jerusalén y el Templo, como reacción a la Revuelta (liderada por los celotes). Posteriormente, la caída de Roma fue por una invasión (“inundación”) de hordas de bárbaros del norte de Europa, haciendo caer al gran imperio que se había debilitado por corrupción a todo nivel.
OTRA SEMANA
El versículo final habla de la última semana de las 70 Semanas de años, que marca los últimos siete años de la era del hombre.
(Daniel 9:27) Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.
DANIEL 10:1-12. Visión luego del ayuno
La última revelación de Daniel abarca los capítulos del 10 al 12. La época en el que la recibió fue durante el primero año del reinado de Ciro, quien fue el rey que emitió el decreto para liberar a los judíos del cautiverio en Babilonia, dándoles permiso de retornar a su tierra nativa (Esdras 1:1-4). Curiosamente, Daniel no se unió al retorno, tal vez porque era muy anciano, o porque su presencia era necesitada en Persia, donde él era uno de los principales gobernadores.
Cuando Daniel tuvo esta última revelación, ya habían pasado dos años desde el decreto de Ciro para liberar a los judíos.
(Daniel 10:1) En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión.
AYUNO DE DANIEL
Antes del encuentro divino, Daniel se dispuso a ayunar para recibir revelación, y lo hizo por tres semanas:
(Daniel 10:2-3) En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas.
Daniel hizo un ayuno parcial, probablemente porque él tenía que seguir trabajando en los asuntos del reino. Pero el hecho de abstenerse de carne, vino, postres y perfume, esto tiene un efecto en el alma y el espíritu del hombre. Y en este tiempo de ayuno parcial, Daniel buscó a Dios en oración para recibir revelación, y la recibió…
VISITACIÓN
Luego de las tres semanas de ayuno (hasta el 24 de Nisan), Daniel tuvo una visitación muy especial:
(Daniel 10:4-6) Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.
A primera vista, la descripción podría parecernos que se refiere a un ángel especial. Sin embargo, al compararla con otras escrituras, descubrimos que esta es la misma descripción que Juan hace del “Hijo del Hombre” en Apocalipsis, a quien se identifica como Jesús el Mesías (heb. Yeshua HaMashiaj). Les invito a que comparen las dos escrituras (Dan. 10:4-6 y Apoc. 1:13-17).
(Apocalipsis 1:13-17) y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Esta descripción de Jesús es muy diferente a la que vemos en los Evangelios, donde se nos presenta al Cordero de Dios, como un hombre sencillo y humilde, que vino a morir por la humanidad. Daniel y Juan vieron a Jesús de la forma en que él se presentará en su segunda venida, en un cuerpo glorificado, que viene como rey a gobernar (figura de vestidura elegante, con cinto de oro, rostro resplandeciente y una espada de dos filos) y como juez a juzgar al mundo (figura del bronce y los ojos de fuego). [Nota: les recomiendo leer el estudio sobre esta descripción de Jesús en: Apocalipsis 1:12-20 ]
REACCIÓN A LA VISIÓN
En Apocalipsis, leemos la reacción que Juan tuvo al ver a Jesús glorificado.
(Apocalipsis 1:17) Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último.
Una reacción similar tuvo Daniel ante la aparición del “Hijo del Hombre” (Jesús).
(Daniel 10:7-9) Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.
Un dato interesante es que Daniel no estaba solo en el momento de la visión; sin embargo, sólo él lo vio, ya que los otros acompañantes huyeron. No todas las personas tienen ojos para ver el ámbito espiritual. Lo mismo sucedió con Pablo cuando Jesús se le apareció en el camino a Damasco (Hechos 9:3-7).
Tanto Daniel como Juan cayeron como muertos ante la presencia de Jesús glorificado. Pero el Señor no quería que quedara tirado en el suelo, así que reincorporó a Daniel dándole fuerzas y ánimo.
(Daniel 10:10-12) Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.
Tal vez sea normal que una persona se asuste ante la presencia de Dios o ante la aparición de un ángel, pero el propósito no es provocar temor, sino darnos un mensaje. Y eso es lo que le dijo el Señor:
(Daniel 10:12) Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.
Esto nos enseña que hay dos actitudes del corazón que abren los ojos y oídos espirituales para recibir revelación de Dios:
(a) disposición a entender; y
(b) humildad ante Dios.
Estas dos actitudes demuestran la voluntad de buscar el deseo de Dios—contrario a buscar a Dios para que cumpla nuestros deseos personales. Esto me recuerda al versículo en los Salmos que dice:
(Salmo 21:2) Tú le has dado el deseo de su corazón, y no le has negado la petición de sus labios.
Esto no quiere decir que “Dios cumple mi deseo”; más bien, Dios pone Su deseo perfecto en mi corazón, y eso me lleva a orar para que el deseo de Dios se cumpla, y cuando lo pedimos, el Cielo se abre para cumplirlo. Esto fue lo que pasó con Daniel: él se dispuso a entender la voluntad de Dios y a someterse a ella; y al pedir la voluntad de Dios, su oración fue oída y respondida de inmediato—aunque veremos a continuación que hubo una batalla espiritual para ver la respuesta…
En la próxima entrada, terminaremos de estudiar el capítulo 10 de Daniel.
Daniel 10:13-21. Guerra Espiritual y Visión Postrera
Antes de recibir su última revelación, Daniel estuvo orando y ayunando durante varias semanas. Él buscó a Dios para entender las visiones que ya había tenido, y el Señor le respondió con mayor revelación. Sin embargo, no obtuvo respuesta sino hasta después de ayunar tres semanas, y la Biblia explica por qué…
(Daniel 10:13) Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia.
GUERRA ESPIRITUAL
La Biblia nos dice que hay una guerra por el dominio del mundo, pero no es en el ámbito natural sino que es una guerra espiritual, tal como lo explica Pablo:
(Efesios 6:12) Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Pablo habla de diferentes niveles de autoridad espiritual, y entre ellas menciona: principados. En cada región o nación hay un príncipe espiritual que tiene autoridad, seres angelicales que tienen dominio de los aires. En el tiempo de Daniel, el “príncipe de Persia” era un espíritu contrario a Dios, ya que leemos que se opuso al Señor cuando visitó a Daniel (Dan. 10:13). La Biblia dice que la oración de Daniel subió directo al Cielo, pero la respuesta se tardó en llegar por oposición espiritual. Y entendemos que estos príncipes, potestades y gobernantes espirituales están en “las regiones celestes” (que es el segundo cielo—entre el Cielo y la Tierra).
El Hijo del Hombre le informó a Daniel que la lucha continuaba con el “príncipe de Persia”, y cuando subiera al poder Grecia, también tendría una confrontación con el espíritu que tiene potestad sobre esa región.
(Daniel 10:20) El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá.
Por otro lado, Daniel menciona que el arcángel Miguel tiene también la categoría de “príncipe”.
(Daniel 10:21) Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.
Según la tradición judía, Miguel es uno de los ángeles defensores del pueblo de Israel (junto con Gabriel). Esto se confirma en el texto, cuando el Señor le dice que Miguel es “vuestro príncipe”, refiriéndose al pueblo de Daniel: Israel.
En el capítulo 12 leemos que Miguel es el principal de todos los príncipes, y él luchará por la libertad del pueblo de Dios en los tiempos del fin.
(Daniel 12:1) En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.
VISIÓN DE LOS POSTREROS DÍAS
Tanto en el capítulo 8, como el 10 y el 12 dice claramente que estas visiones proféticas de Daniel se refieren a los últimos tiempos:
(Daniel 10:14) He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.
Aunque muchas profecías ya tuvieron cumplimientos en la historia, esos eventos funcionan como “sombra de lo que ha de venir”, porque la Biblia claramente dice que el cumplimiento definitivo será en el tiempo del fin.
FUERTE IMPRESIÓN
Es interesante ver cómo Daniel reaccionó ante la presencia del “Hijo del Hombre” (que ya mencionamos que es Jesús glorificado).
(Daniel 10:15-17) Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza. ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento.
El Señor tuvo que tocar a Daniel para fortalecerlo, y así pudiera oír el mensaje que Dios le traía.
(Daniel 10:18-19) Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.
Luego que Daniel fue fortalecido por el Señor, él ya estaba listo para recibir una revelación profética maravillosa, que estudiaremos en los siguientes dos capítulos.
Daniel 11:1-14. Profecía del cambio de imperios
Los capítulos 11 y 12 continúan la visión y revelación que comenzaron en el capítulo 10. Daniel continúa en la presencia del Hijo del hombre (Jesús), quien iba acompañado del ángel Miguel (Dan. 10:13).
Como vimos en el capítulo anterior, la fecha de esta visita celestial se dio en el tercer año de Ciro (Dan. 10:1), ya habiendo pasado dos años desde que los judíos comenzaron a retornar a la Tierra de Israel (457 a.C.). Pero el visitante especial le reveló algo sorprendente a Daniel:
(Daniel 11:1) Y yo mismo, en el año primero de Darío el medo, estuve para animarlo y fortalecerlo.
El Señor ha estado con los reyes de Medo-Persia desde el principio de su reinado (Dan. 10:13). Ante esa revelación, no es de extrañar entonces por qué los reyes de Media y Persia fueron tan favorables hacia los judíos desde un inicio.
CAMBIO DE REYES Y REINOS
De nuevo vemos como Dios hace evidente que él es quien “cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes” (Dan. 2:21). En esta ocasión, el Señor le reveló a Daniel cómo se perfilaría el futuro político de Persia:
(Daniel 11:2) Y ahora yo te mostraré la verdad. He aquí que aún habrá tres reyes en Persia, y el cuarto se hará de grandes riquezas más que todos ellos; y al hacerse fuerte con sus riquezas, levantará a todos contra el reino de Grecia.
Aunque Persia tuvo muchos reyes en su historia, el Señor llevó a Daniel a concentrarse en los cuatro siguientes reyes, porque el cuarto (Jerjes I) provocó una guerra contra los espartanos, y esto despertó a que Grecia se levantara contra Persia. Hay duda sobre cuáles reyes persas son exactamente los que se mencionan en la profecía, pero se cree que son los siguientes: Cambises, Bardiya, Darío I, Jerjes I. Todavía hubo otros reyes persas, pero perdieron su hegemonía como imperio universal.
Eventualmente, quien derrotó al gran imperio persa fue Alejandro el Magno, estableciendo un nuevo imperio: Grecia, cumpliéndose así la profecía que le fue revelada a Daniel.
(Daniel 11:3) Se levantará luego un rey valiente, el cual dominará con gran poder y hará su voluntad.
Alejandro el Magno fue más un conquistador que un emperador. Tan pronto terminó su conquista a los 32 años, él murió y su imperio fue dividido, tal como dice la profecía:
(Daniel 11:4) Pero cuando se haya levantado, su reino será quebrantado y repartido hacia los cuatro vientos del cielo; no a sus descendientes, ni según el dominio con que él dominó; porque su reino será arrancado, y será para otros fuera de ellos.
Esta revelación ya había sido sugerida en la visión del carnero y el macho cabrío (Daniel 8). Como vimos, el imperio de Alejandro el Magno fue dividido entre sus 4 generales:
- Seleuco (Siria e Israel)
- Ptolomeo (Egipto)
- Casandro (Grecia y Macedonia)
- Lisímaco (Tracia y Asia Menor)
Daniel ya no vio el cumplimiento de esto en su vida, pero el Señor le reveló ciertos detalles de lo que sucederá después…
Dios le reveló a Daniel sus planes, tal como lo hace una persona con su mejor amigo. Daniel dispuso su corazón a entender, y el Señor le contó sus planes.
(Daniel 10:12) …desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.
En el momento en que Daniel escuchó la explicación, para él era profecía sobre eventos que ocurrirían en su futuro. Pero para nosotros en el siglo XXI, los reyes de Persia y Grecia ya quedaron en el pasado, y son historia. Sin embargo, Daniel lo escribió para loso últimos tiempos.
(Daniel 10:14) He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.
Ciertas cosas que ya se cumplieron en parte, o como una sombra de lo que va a ocurrir en los postreros días, en el tiempo del anticristo.
REY DEL SUR Y DEL NORTE
Luego que Daniel recibió la profecía sobre la división del imperio helénico (Grecia), la visión se concentrará en dos reyes, ya que estos son los que van a tener relación con el pueblo judío:
1. Rey del sur es el reino ptolomeo (Egipto)
2. Rey del norte es el reino seléucida (Siria)
Lo que leemos como profecía dada a Daniel, para nosotros en el día de hoy, ya lo leemos como “historia…
REY DEL SUR
Luego de la muerte de Alejandro Magno, el primer reino helénico que tuvo injerencia en la Tierra de Israel fue el reino Ptolomeo (de Egipto). Por ende, ese es el primer rey que aparece en la visión de Daniel:
(Daniel 11:5) Y se hará fuerte el rey del sur; mas uno de sus príncipes será más fuerte que él, y se hará poderoso; su dominio será grande.
El dominio de los ptolomeos sobre Israel fue corta, ya que pronto se levantó una competencia entre el rey del norte (Siria) y el rey del sur (Egipto).
ALIANZA ENTRE NORTE Y SUR
El sueño de Daniel revela que el rey del norte y del sur llevarán a cabo un “matrimonio por conveniencia”, como alianza estratégica; pero luego dice que esa táctica no les funcionará…
(Daniel 11:6) Al cabo de años harán alianza, y la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz. Pero ella no podrá retener la fuerza de su brazo, ni permanecerá él, ni su brazo; porque será entregada ella y los que la habían traído, asimismo su hijo, y los que estaban de parte de ella en aquel tiempo.
Efectivamente así sucedió en la historia: el rey del sur (Ptolomeo Filadelfo de Egipto) entregó a su hija Berenice como esposa al rey del norte (Antíoco Teo de Siria), como una alianza estratégica. El problema es que Antíoco ya estaba casado y con hijos. Después de un corto tiempo, Antíoco volvió a llamar a su mujer Laodice, y como venganza ella envenenó al rey y puso a su hijo Calinico en el trono de Siria. También Berenice y sus siervos fueron asesinados.
La historia también confirma la siguiente parte de la profecía: Ptolomeo Euerguetes, hermano de Berenice subió a Siria a vengar su muerte, y sacó gran botín en esa invasión.
(Daniel 11:7-9) Pero un renuevo de sus raíces se levantará sobre su trono, y vendrá con ejército contra el rey del norte, y entrará en la fortaleza, y hará en ellos a su arbitrio, y predominará. Y aun a los dioses de ellos, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y de oro, llevará cautivos a Egipto; y por años se mantendrá él contra el rey del norte. Así entrará en el reino el rey del sur, y volverá a su tierra.
Luego de la venganza, vino la revancha: los hijos de Calinico se levantaron y recuperaron sus tierras.
(Daniel 11:10) Mas los hijos de aquél se airarán, y reunirán multitud de grandes ejércitos; y vendrá apresuradamente e inundará, y pasará adelante; luego volverá y llevará la guerra hasta su fortaleza.
La historia confirma lo que Daniel recibió en profecía: que los reyes del norte y del sur tuvieron confrontaciones continuas, en lucha por el dominio de la región—e Israel estaba en medio. No entraremos en más detalles, pero baste señalar que datos históricos han confirmado el cumplimiento de las palabras de esta profecía.
(Daniel 11:11-14) Por lo cual se enfurecerá el rey del sur, y saldrá y peleará contra el rey del norte; y pondrá en campaña multitud grande, y toda aquella multitud será entregada en su mano. Y al llevarse él la multitud, se elevará su corazón, y derribará a muchos millares; mas no prevalecerá. Y el rey del norte volverá a poner en campaña una multitud mayor que la primera, y al cabo de algunos años vendrá apresuradamente con gran ejército y con muchas riquezas. En aquellos tiempos se levantarán muchos contra el rey del sur; y hombres turbulentos de tu pueblo se levantarán para cumplir la visión, pero ellos caerán.
En la próxima entrada continuaremos leyendo el capítulo 11, que sigue describiendo las profecías sobre el reino del sur y el reino del norte.
Daniel 11:15-35. Reino del norte y Antíoco en Israel
Continuamos con las profecías de Daniel capítulo 11, referentes al reino del sur (ptolomeos en Egipto) y el reino del norte (seléucidas en Siria), en el tiempo posterior a Alejandro el Magno…
EL NORTE TOMA ISRAEL
Israel era una “zona buffer” entre el reino del sur y el reino del norte. Al principio, los judíos quedaron como vasallos de los ptolomeos (sur), pero después de continuas guerras regionales, los seléucidas (norte) ocuparon “la tierra gloriosa” (Israel).
(Daniel 11:15-16) Vendrá, pues, el rey del norte, y levantará baluartes, y tomará la ciudad fuerte; y las fuerzas del sur no podrán sostenerse, ni sus tropas escogidas, porque no habrá fuerzas para resistir. Y el que vendrá contra él hará su voluntad, y no habrá quien se le pueda enfrentar; y estará en la tierra gloriosa, la cual será consumida en su poder.
La historia confirma que los seléucidas trataron de llegar a una paz con los ptolomeos a través de otra alianza matrimonial, pero no funcionó.
(Daniel 11:17-19) Afirmará luego su rostro para venir con el poder de todo su reino; y hará con aquél convenios, y le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no permanecerá, ni tendrá éxito. Volverá después su rostro a las costas, y tomará muchas; mas un príncipe hará cesar su afrenta, y aun hará volver sobre él su oprobio. Luego volverá su rostro a las fortalezas de su tierra; mas tropezará y caerá, y no será hallado.
El siguiente versículo no tiene nada que ver con las guerras, pero también se cumplió al pie de la letra. La historia cuenta que Seleuco IV Filopater (Siria) se enfocó en cobrar impuestos, y mandó a saquear el Templo en Jerusalén (2 Macabeos 3). Pero él murió envenenado por uno de sus ministros.
(Daniel 11:20) Y se levantará en su lugar uno que hará pasar un cobrador de tributos por la gloria del reino; pero en pocos días será quebrantado, aunque no en ira, ni en batalla.
ANTIOCO IV
Tras la muerte de Filopater, subió al trono su hijo Antíoco IV. A partir de este momento, la profecía se concentra en este personaje, que servirá proféticamente como una figura del anticristo en los últimos tiempos. La profecía comienza describiéndolo como un hombre despreciable y engañador que va a usurpar el trono, y así sucedió en la historia. Dios le va a permitir que salga vencedor, pero sólo por un tiempo determinado—hasta que cumpla su propósito.
(Daniel 11:21-24) Y le sucederá en su lugar un hombre despreciable, al cual no darán la honra del reino; pero vendrá sin aviso y tomará el reino con halagos. Las fuerzas enemigas serán barridas delante de él como con inundación de aguas; serán del todo destruidos, junto con el príncipe del pacto. Y después del pacto con él, engañará y subirá, y saldrá vencedor con poca gente. Estando la provincia en paz y en abundancia, entrará y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres; botín, despojos y riquezas repartirá a sus soldados, y contra las fortalezas formará sus designios; y esto por un tiempo.
La profecía sigue diciendo que este rey se va a levantar contra el sur (Egipto), y los va a vencer. Y de nuevo, la profecía se cumplió en la historia, pues Antíoco conquistó todas las tierras hasta Egipto (excepto Alejandría).
(Daniel 11:25-28) Y despertará sus fuerzas y su ardor contra el rey del sur con gran ejército; y el rey del sur se empeñará en la guerra con grande y muy fuerte ejército; mas no prevalecerá, porque le harán traición. Aun los que coman de sus manjares le quebrantarán; y su ejército será destruido, y caerán muchos muertos. El corazón de estos dos reyes será para hacer mal, y en una misma mesa hablarán mentira; mas no servirá de nada, porque el plazo aún no habrá llegado. Y volverá a su tierra con gran riqueza, y su corazón será contra el pacto santo; hará su voluntad, y volverá a su tierra.
Estas palabras proféticas se cumplieron en la historia. Luego de guerras constantes, el rey del norte y del sur se sentaron con la intención de hacer una alianza de paz. Pero no lograron llegar a la paz porque ambos lados iban con engaños, y no con buenas intenciones. Por eso el intento de paz falló.
ANTIOCO EN ISRAEL
Luego que Antíoco venció a Egipto, la profecía dice que el rey puso su mira en la tierra de Israel.
(Daniel 11:29-30) Al tiempo señalado volverá al sur; mas no será la postrera venida como la primera. Porque vendrán contra él naves de Quitim, y él se contristará, y volverá, y se enojará contra el pacto santo, y hará según su voluntad; volverá, pues, y se entenderá con los que abandonen el santo pacto.
Según estudiosos, Quitim se refiere a Roma. Los egipcios se aliaron con los romanos, y estos últimos atacaron a Antíoco, llegando en barcos a la costa del Mediterráneo. Esta fue una derrota que marcó a Antíoco.
La razón por la que Antíoco puso su vista en Israel es porque entre el pueblo judía comenzó a darse una guerra civil entre dos bandos: los fieles a Jehová y los judíos helenizados (es decir, los judíos que habían adquirido la forma de vida griega, abandonando la ley de Dios, la Torá). Antíoco IV apoyó militarmente a los judíos helenizados, y mandó a ocupar el Templo, provocando lo que se conoce como “la abominación desoladora”.
(Daniel 11:31) Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora.
La guerra se complicó entre los judíos helenizados (llamados “violadores del pacto” en la profecía de Daniel) y los fieles a Dios. Ese fue el tiempo de la definición para el pueblo de Dios: se pondrían del lado de Dios o del enemigo. La profecía de Daniel considera este tiempo como un proceso de “depuración, limpieza y emblanquecimiento” del pueblo de Dios.
(Daniel 11:32-35) Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará. Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por algunos días caerán a espada y a fuego, en cautividad y despojo. Y en su caída serán ayudados de pequeño socorro; y muchos se juntarán a ellos con lisonjas. También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado; porque aun para esto hay plazo.
Todo esto pasó en el tiempo de los macabeos (en el período inter-testamentario, es decir, en el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamento). Pero la profecía también habla de un líder en el futuro que se levantará al estilo “Antíoco”, y ese líder se conocerá como “el anticristo”. De esto hablaremos en el siguiente episodio.
Daniel 11:36-45. El Anticristo y el Tiempo del Cumplimiento
En los últimos versículos de Daniel 11 aún están pendientes de cumplirse, y se harán manifiestos en la figura del “anticristo” en los tiempos del fin.
FIGURA DEL ANTICRISTO
Los siguientes versículos, aunque hablan de Antíoco, también dan detalles muy reveladores sobre el anticristo que está por venir. Tanto Antíoco IV como el anticristo son líderes que se levantan en el espíritu de Satanás, en rebelión en contra de Dios.
(Daniel 11:36-39) Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá. Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá. Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra.
En Apocalipisis, al anticristo también se le conoce como “la bestia” (Apoc. 13:1-10), tal como lo describe Juan en su visión de los últimos tiempos:
(Apocalipsis 13:6-7) Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar su Nombre, y su Tabernáculo, y los que moran en el cielo. Y le fue dado hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También le fue dada potencia sobre toda tribu y pueblo y lengua y gente.
CAIDA DE ANTIOCO
Los últimos versículos del capítulo 11 hablan del final de Antíoco. Él todavía tuvo conflictos con Egipto, pero los vencerá; sin embargo, la profecía señala que no va a poder conquistar varias tierras: Edom, Moab y Amón.
(Daniel 11:40-43) Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves; y entrará por las tierras, e inundará, y pasará. Entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; mas éstas escaparán de su mano: Edom y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón. Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará el país de Egipto. Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto; y los de Libia y de Etiopía le seguirán.
Aunque haya vencido a Egipto, Antíoco comenzó a tener derrotas, y terminó su reinado.
(Daniel 11:44-45) Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos. Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude.
El fin de Antíoco llegó por la mano de Dios, quien lo castigó con una enfermedad extraña e incurable—y nadie pudo ayudarlo, como dice la profecía. La historia del fin de Antíoco está descrita en el capítulo 9 del segundo libro de los Macabeos (ver final del video de Daniel 8).
TIEMPO DEL FIN
La mayoría de los estudios teológicos señalan que las profecías de Daniel 11 ya se cumplieron. Eso es cierto en parte, ya que la historia lo comprueba; sin embargo, también sabemos por el testimonio del libro de Daniel que estas palabras se refieren especialmente al tiempo final (heb. Et Ketz).
(Daniel 8:17) El se acercó adonde yo estaba, y cuando llegó, me aterroricé y caí sobre mi rostro, pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, que la visión se refiere al tiempo del fin.
(Daniel 8:26) Y la visión de las tardes y de las mañanas que ha sido relatada, es verdadera; pero tú, guarda en secreto la visión, porque se refiere a muchos días aún lejanos (heb. Yamim Rabim).
También en el capítulo doce, el Señor le revela a Daniel que estas últimas profecías están selladas para su cumplimiento en el tiempo del fin.
(Daniel 12:4) Pero tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin…
(Daniel 12:9) Y él respondió: Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.
Otra forma en que se expresa este tiempo es:
(Daniel 8:19) Y dijo: He aquí, te voy a dar a conocer lo que sucederá al final de la ira, porque se refiere al tiempo señalado del fin. (heb. L´Moed Ketz)
Lo que se traduce como “tiempo señalado”, en hebreo es: “Moed” que es: tiempo especial, cita divina, y se usa para las fiestas. Sabemos que la fiesta que está vinculada con el fin del pecado y la iniquidad es el “Día de Expiación” (heb. Yom Kipur), que también es conocido a lo largo de la Biblia como: “Día del Señor”. Ese será el día de la segunda venida del Mesías, quien vendrá como Rey y como Juez del mundo, después de lo cual comenzará el Reino Mesiánico, durante mil años.
SEÑAL ANTES DE SU VENIDA
Hay muchas señales del fin (Mateo 24, Apocalipsis)…pero hay una que menciona Daniel con claridad: la abominación desoladora (Dan. 9:27; Dan. 12:11). En referencia a la profecía que le fue dada a Daniel, Jesús dijo que ésta sería una señal de los tiempos finales, antes de su venida (Mateo 24):
(Mateo 24:15-16) Por tanto, cuando veáis la abominación de la desolación, de que se habló por medio del profeta Daniel, colocada en el lugar santo (el que lea, que entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.
Jesús estaba hablando de un cumplimiento futuro (no el de Antíoco, pues ese ya había sucedido); más bien, estaba haciendo referencia a un evento futuro. La advertencia fue útil a los creyentes, muchos de los cuales huyeron cuando los romanos destruyeron el Templo en el año 70 d.C. Pero aún eso podemos contarlo como “sombra”, pues aún no era el “tiempo del fin”. El cumplimiento final se refiere a “la abominación” relacionada con el anticristo.
Pablo lo confirma, explicando que la señal que debemos esperar ANTES de la Venida del Señor es: la abominación desoladora y la manifestación del hijo de perdición (anticristo):
(2 Tesalonicenses 2:1-4) Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
Pablo explica que el espíritu del anticristo ya se ha manifestado en el mundo (en la forma de Antíoco IV, Hitler, entre otros); pero éstos son sólo sombra. El “hombre de perdición” (anticristo) está retenido hasta que llegue el tiempo determinado por Dios, y se manifestará en el tiempo del fin (heb. Et Ketz).
(2 Tesalonicenses 2:7-10) Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
¿Por qué Dios permite que el anticristo tome poder—aunque sea por un tiempo? Pablo lo explica a continuación:
(2 Tesalonicenses 2:11-12) Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
DANIEL 12a. El tiempo del fin
Cuando Daniel comenzó a buscar entendimiento sobre los tiempos de Dios, seguramente tenía en mente la restauración del pueblo judío, que había sido llevado cautivo a Babilonia. Pero, al hacer esa pregunta, lo que no se imaginó es que la respuesta le traería la revelación de los planes de Dios para todos los tiempos y la redención final.
TIEMPO DE ANGUSTIA
El Señor le reveló a Daniel que, antes que llegue la liberación y la redención, vendrá un tiempo de tribulación.
(Daniel 12:1) En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo, y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.
Ese tiempo de angustia se conoce como “la Gran Tribulación”, porque no habrá prueba en el mundo tan fuerte como esa. Los corazones de todos van a ser puestos a prueba, para ver si están del lado de Dios…o en su contra.
PURIFICACIÓN
El profeta Malaquías describe esta prueba como “fuego” o “jabón”.
(Malaquías 3:2) ¿Pero quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando El aparezca? Porque El es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos.
La prueba final será como cuando un lavandero restriega ropas sucias; aunque el trato sea fuerte, el fin no es destruir la ropa sucia sino que se restriega para limpiarla. De forma similar, Cuando un joyero somete el oro o la plata al fuego, no es para destruir el metal sino para purificarlo y quitarle la escoria o basura. La última prueba al mundo será un “fuego purificador” (Isaías 4:4; Zacarías 13:9; Mateo 3:10-12; 1 Corintios 3:13-15).
En esta línea, Daniel entendió que el propósito de esta gran prueba final es para limpiar y purificar:
(Daniel 12:10) Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.
La misma revelación recibió Juan en Apocalipsis:
(Apoc. 7:13-17) Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol los abatirá, ni calor alguno, pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.
Es muy importante “tener entendimiento” de lo que pasará en esta última prueba, porque quien sepa que el proceso es para purificar, le hará sentido y aguantará con esperanza (como una mujer en dolores de parto que enfrenta el dolor porque ya ve venir el nacimiento de su hijo). Pero la Biblia dice que los impíos no van a entender nada, y se van a ofender, o su corazón se va a endurecer más, como pasó con el Faraón en Egipto (Apoc. 16:9,11,21).
PROMESA DE RESURRECCIÓN
Otra cosa que le fue revelado a Daniel es sobre la resurrección de los muertos.
(Daniel 12:2) Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.
La Biblia habla de dos tiempos de resurrección:
1. Primera resurrección: La Biblia dice que, las personas que creyeron en Jesús van a resucitar en la segunda venida del Señor.
(1 Tesalonicenses 4:16) Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero.
Los que resuciten cuando Jesús venga, ellos disfrutarán de la Era Mesiánica, es decir, el Milenio en que el Mesías va a reinar sobre toda la Tierra.
(Apocalipsis 20:6) Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección; la muerte segunda no tiene poder sobre éstos sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El por mil años.
2. Segunda resurrección: Al final de los mil años, el resto de la humanidad va a ser resucitada para ser juzgados en el Juicio final (ante el Trono blanco).
(Apocalipsis 20:13) Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras.
Cuando Daniel recibió esta visión, él ya era anciano, y sabía que le quedaba poco tiempo en este mundo. Pero el Señor le aseguró que él iba a disfrutar de la primera resurrección. No sólo eso, sino que él iba a recibir su herencia en ese día.
(Daniel 12:13) Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.
La herencia eterna no se trata de tener “un pedacito de nube en el Cielo”, sino que será en la Tierra, cuando sea restaurada por el Mesías. La herencia que Dios le prometió a Daniel no se trata de “ir al Cielo”, sino de reinar con el Señor en esta Tierra.
A lo largo de su vida, Daniel sirvió a los reyes de este mundo, pero cuando el Mesías establezca el reino, él va a escoger a sus fieles para gobernar con él. Dios le prometió a Daniel que él será resucitado y recibirá su herencia. Daniel no se quedará sin su recompensa por haber servido a Dios a lo largo de su vida en este mundo. Y una promesa similar recibirán los siervos fieles de Dios. Y por la promesa que le dio el Señor, es muy probable que Daniel será incluido en el gobierno del Reino Mesiánico del Milenio, y también será parte de las altas esferas de la Nueva Jerusalén (Apoc. 21 & 22).
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