DESARROLLO DEL SISTEMA RELIGIOSO CRISTIANO Y EL HELENISMO.

 Perspectiva helenizante de la «Escuela de la historia de la religión»

A pesar de que Jesús de Nazaret, los doce apóstoles, Pablo de Tarso y gran parte de la primera generación cristiana eran judíos de nacimiento, los orígenes del cristianismo fueron estudiados durante mucho tiempo sin prestar mayor atención a sus indudables raíces judías. La obra clásica de Wilhelm Bousset "Kyrios" (Christos) establecía una oposición radical entre el cristianismo helenístico, muy influido por las religiones mistéricas paganas, y la comunidad de los primeros cristianos de Palestina de raigambre judía. R. Bultmann desarrolló este esquema histórico de la formación del cristianismo en dos etapas, una judía y otra griega, contraponiendo la figura del «Jesús histórico», que vivió en Palestina, a la figura del «Cristo de la fe», desarrollada por el cristianismo helenístico. Bultmann acentuaba además el influjo del gnosticismo sincretista sobre este cristianismo helenístico.

La llamada «Escuela de la historia de la religión» (Religionsgeschichtliche Schule) insistía en que los estudiosos del NT debían conocer a Séneca, Epicteto, Plutarco, Luciano, Musonio, Marco Aurelio, Cicerón y los textos estoicos (Weis). R. Bultmann escribió su tesis doctoral sobre la diatriba, H. Lietzmann llamó la atención sobre los elementos griegos contenidos en las listas de virtudes y vicios del NT, y M. Dibelius sugirió que los llamados códigos domésticos (Haustafel) eran préstamos de origen estoico. Los orígenes del cristianismo eran estudiados preferentemente en relación con la religiosidad popular de la época helenística y, en menor medida, con la literatura y el pensamiento de la época griega clásica. El culto cristiano aparecía estrechamente relacionado con los cultos paganos de las «religiones de los Misterios» (de Eleusis, Dioniso, Osiris, Atis, Mitra, Isis y Serapis, etc.). Los términos

griegos mystérion, sophía, Kyrios, Sbtér, etc., utilizados en las cartas paulinas, parecían encontrar explicación adecuada dentro del ámbito lingüístico y filosófico griego. Parecía fácil detectar también ideas y símbolos de carácter gnóstico en pasajes del NT, como los de 1 Cor 2,8 y Gal 4,3.9: la transgresión de Adán afectó a la creación entera, que se halla sometida por ello a las potencias demoníacas hasta tanto Dios quiera restaurar el orden original. En otros pasajes como 1 Cor 2,14ss. y 15,14, se creía poder encontrar concepciones dualistas, ajenas a la tradición judía, que oponen el espíritu y el cuerpo: a través de la «gnosis» o del conocimiento revelado por Cristo, el cristiano se despoja del hombre carnal para convertirse en un ser puramente espiritual; la gnosis cristiana conduce a la salvación.

Perspectiva semitizante de los estudios posteriores a Qumrán , .>

El entusiasmo de los primeros tiempos por la comparación del cristianismo primitivo con las religiones mistéricas se ha enfriado mucho con los años y ha cedido el puesto a planteamientos más complejos. Estas religiones no estaban tan difundidas como se pensaba, no tenían el carácter misionero que se les atribuía y, lo que es más importante, no alcanzaron su punto de desarrollo hasta el s. n d.C, cuando el cristianismo había despegado y tomado ya vuelo con sus propias fuerzas. Las religiones de los Misterios constituían en realidad una especie de «atmósfera religiosa», muy difundida en la época (Nilsson). Su éxito se debía sobre todo a lo atractivo de su lenguaje religioso, un lenguaje que flotaba en el ambiente de la época y que no podía menos de aflorar en cualquier escrito religioso. Si los escritos neotestamentarios reproducen en ocasiones este lenguaje, ello no significa que lo hubieran tomado directamente de los escritos y de los cultos mistéricos.

Las analogías que Bultmann establecía entre el bautismo cristiano y los sacramentos de iniciación mistérica, entre la «cena del Señor» y los banquetes de los iniciados, entre la cristología paulina y diversas categorías de los mitos gnósticos, en especial el supuesto mito precristiano de un Redentor (Yamauchi), etc., han sido sometidos a una dura crítica con el correr del tiempo. Así, p. ej., la oposición de términos «vidamuerte» y «luz-tinieblas», frecuente en el evangelio de Juan (cf. Jn 1,10), que parecían dar muestras de un influjo gnóstico, aparecen ahora en escritos esenios de Qumrán y en el mismo título de la obra "La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas". El evangelio de Juan ya no es considerado como el evangelio de los helenistas no judíos. El mismo Bultmann se veía obligado a reconocer que los caracteres gnósticos observados en la fuente de los «discursos de revelación» (Offenbarungsreden) del evangelio de Juan no corresponde a un substrato pagano, sino a uno semítico e incluso judío. 


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