OBJETORES A LA CREENCIA POPULAR DEL DIABLO

 Los Objetores: 


Resistencia al Concepto Popular Acerca del Diablo Las conclusiones bíblicas de mi capítulo siguiente son que las palabras "Satanás" (adversario) y "Diablo" (calumniador, falso acusador) son simplemente palabras que se pueden usar en las Escrituras sin ninguna connotación negativa, y que a veces se refieren esencialmente al mayor "adversario" que enfrentamos, a saber, el pecado. Además, la idea de un Satanás personal, un ángel caído, sencillamente no se encuentra en el texto bíblico. Sólo el estudio bíblico es la base de mis conclusiones, y espero mantenerlas incluso si el mundo entero está contra mí. Para muchos lectores estas conclusiones serán sorprendentes y preocupantes. Pero debe entenderse que disto mucho de ser el único en haber llegado a este entendimiento. Muy conocidos escritores y pensadores cristianos han llegado precisamente a las mismas conclusiones. En realidad, siempre ha habido protesta por el punto de vista popular. David Joris en el siglo XVI fue un notable ejemplo de rechazo a la creencia en un Diablo personal, junto con otros, especialmente entre los anabaptistas (1). En el siglo XVII hubo un grupo completo de semejantes pensadores: Jacob Bauthumley, Lodowick Muggleton, Anthonie van Dale, Thomas Hobbes [en Leviathan, 1651], Balthassar Bekker [en The World Bewitched, 1693] y otros. Isaac Newton empezó creyendo en el punto de vista oficial acerca del Diablo, pero con el tiempo [junto con su rechazo a la trinidad, al bautismo por aspersión a los niños pequeños y a la inmortalidad del alma], llegó a rechazarlo. 

Frank Manuel comenta: "El Diablo parece haber sido metamorfoseado en un símbolo de las pasiones de la carne, y su realidad se hace mucho más cuestionable" (2). El notable erudito seguidor de Newton, Stephen Snobelen, desde entonces ha confirmado esto en numerosos artículos, basados en la más reciente publicación de más manuscritos teológicos de Newton. Él también ha sacado a luz que Newton llegó a entender a los demonios no como seres literales, sino más bien como un ejemplo de cómo en el Nuevo Testamento se usa el lenguaje de la época; en este caso, para describir a aquellos que se hallaban afligidos por alguna enfermedad mental. Joseph Mede, en su Apostasía de los Últimos Tiempos, defendía la misma conclusión. Yo hago referencia en la sección 1-4-1 que quizás incluso Milton mismo en realidad no sostenía la idea tradicional, y de hecho (cuando se le interpreta adecuadamente) está ridiculizando la idea en su totalidad como absurda. 

El siglo XVIII vio similares protestas; por ejemplo, de Arthur Ashley Sykes y Richard Mead. También el siglo XIX, con John Simpson [The Meaning of Satan, 1804, (3)], John Epps [The Devil, 1842], John Thomas [Elpis Israel, 1848], Robert Roberts [The Evil One, 1882], y otros. Separado de los dogmas y tradiciones del viejo mundo, y aún manteniendo una ferviente fe en el cristianismo bíblico, en el siglo XIX hubo muchos inmigrantes llegados a los Estados Unidos que empezaron a escudriñar las Escrituras buscando la verdad. Después que se publicó la primera edición de este libro, un amigo canadiense dirigió mi atención a un libro de Walter Balfour, publicado en Charlestown en 1827 (4). Ese extenso libro llega a las mismas conclusiones que yo en todo este libro. Balfour llegó a las mismas posiciones referentes a la enseñanza básica de la Biblia acerca de Satanás, los demonios y la naturaleza del pecado y del mal; e interpretó pasajes como Job 1 de la misma manera que lo hago yo. 

Por momentos hay una asombrosa similitud en nuestro estilo y fraseología; sólo me consuela el hecho que mentes independientes, separadas por el tiempo, formación, geografía y circunstancia han llegado al mismo entendimiento. Como ya lo he explicado laboriosamente, no es insoportablemente difícil para mí situarme con la espalda al mundo sobre el tema de Satanás; pero no tener que permanecer totalmente solo es ciertamente algún grado de consuelo y confirmación. Éstos y otros pensadores independientes resistieron contra el enorme peso de la tradición y el dogma combinado de protestantes y católicos. En tiempos más recientes, tanto académicos como cristianos reflexivos han persistido valientemente en su línea de pensamiento. Lamentablemente, la idea generalizada que se sostiene es que el pensamiento acerca de asuntos religiosos es para expertos, el sacerdote, el pastor, el teólogo académico; y ningún estudiante bíblico principiante, por así decirlo, puede tener una opinión válida. Esto, sin embargo, falla en el objetivo total de la revelación bíblica, o sea, que la Biblia es la palabra de Dios para todo su pueblo, y nos corresponde a cada uno de nosotros estudiarla y reflexionar sobre ella, y sacar conclusiones que sostengamos en absoluta integridad personal. 

De este modo, Gregorio Niceno, uno de los padres fundadores de la idea cristiana popular acerca del Diablo, en realidad lamentó que la gente trabajadora común dentro de la congregación cristiana tenga un activo interés en asuntos teológicos. Él escribió: "Cualquier lugar de la ciudad está lleno de eso, los callejones, las calles... si uno pregunta por la tasa de cambio, recibe un discurso sobre lo creado y lo no creado.. Uno pregunta el precio de una hogaza de pan y se nos dice como respuesta que el Padre es superior, el Hijo subordinado. Uno pregunta si el baño público es adecuado, y se le replica que el Hijo fue hecho de la nada" (5). El espíritu de la frase "cada hombre un estudiante bíblico" estaba lejos de los primeros padres. Ellos deseaban (como muchos pastores y líderes religiosos del presente) confinar el estudio de Dios, la formulación de entendimiento doctrinal, a su propia pequeña élite. 

Tenían un exceso de confianza en sus propias habilidades y autoridad, lo cual nos deja con una difícil tarea de aclarar el lío que dejaron, y llegar al verdadero mensaje de la Biblia. Gracias a Dios que él preservó el texto verdadero de la Biblia para nosotros, y que ahora la tenemos en nuestro propio idioma para estudiarla. Conclusiones Nuestro estudio de la historia de la idea de un Satanás no ha sido pura historia. He añadido mis comentarios a medida que avanzamos. Pero el patrón general de esa historia, el desarrollo, los cambios y acrecentamientos a la idea, son claras en líneas generales hasta para el más flemático y desconectado historiador. La Biblia habla de "la fe", "el evangelio", como un conjunto de doctrinas, un depósito de la verdad, todo lo cual ha sido entregado al creyente (Efesios 4:4-6), "la fe encomendada una vez por todas a los santos" (Judas 3 NVI).

La verdad no es susceptible de que se le agregue o se le quite nada, tal como la Biblia misma deja en claro, especialmente en los llamados de Pablo y Pedro de mantener la pureza de la única fe. Esto significa que una doctrina vitalmente verdadera no puede ser "añadida" a ese cuerpo de la verdad. Jaroslav Pelikan reflexionó correctamente: "¿Qué puede significar que una doctrina "llegue a ser" parte de la fe católica, la cual es, por definición, universal tanto en espacio como en el tiempo?" (6). Y sin embargo es evidente que la doctrina de un Diablo personal es algo que ha sido creado, ex-nihilo en lo que a la Biblia concierne; y entonces fue añadido y desarrollado con el tiempo en algo completamente irreconocible en el texto bíblico real. Por lo tanto, se le debe rechazar como doctrina cristiana. Si fue desconocida para Abraham, Jesús, Pablo, debería ser inaceptable para nosotros. Notas (1) Documentado en Auke Jelsma, Frontiers of the Reformation: Dissidence andOrthodoxy in Sixteenth-Century Europe (Aldershot: Ashgate, 1998), pp. 25–39. El Punto 4 de la Confesión de Fe Anabaptista en Venecia alrededor de 1550 decía que "No hay otro Diablo que la prudencia humana, porque ninguna criatura de Dios es hostil a él excepto ésta”. El documento completo se puede ver en Earl Morse Wilbur, A History of Unitarianism (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1952) Vol. 2 p. 98. (2) Frank E. Manuel, The Religion of Isaac Newton (Oxford: Clarendon, 1974), p. 64. En otro lugar, Manuel muestra cómo Newton rechazó la idea de que los demonios eran seres literales; en cambio, él interpretó las referencias a ellos como el lenguaje de la época para describir la enfermedad mental. Véase Frank E. Manuel, Isaac Newton: Historian (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1963) p. 149. (3) Más recientemente impreso en 1999 por Grammata Press (B.C., Canada). (4) Walter Balfour, An Inquiry into the Scriptural Doctrine Concerning the Devil and Satan (Charlestown, MS: Davidson, 1827), digitalizado en Google books. (5) Según se cita en G. Bowersock, P. Brown, O. Grabar Late Antiquity: A Guide to the Postclassical World (Cambridge: Harvard University Press, 2000) p. 69. (6) Jaroslav Pelikan, The Development of Christian Doctrine (New Haven: Yale University Press, 1969) p. 39. 


El Diablo y Satanás en el Pensamiento Reciente 

Incluso con mi espalda contra el mundo, espero mantener la verdad bíblica, sea cual sea lo que piensen los demás. Debemos hacer y creer lo que es justo delante de Dios, más bien que lo que es popular y de moda en la sociedad que nos rodea. Pero me doy cuenta que para muchos, el rechazo de la idea de un Satanás sobrehumano es un tema importante, y para algunos este puede ser su primer encuentro con una idea alternativa. Para proporcionar una especie de cojín humano para el cambio de manera de pensar, un aterrizaje levemente más suave, he hecho referencia en todo este libro a los puntos de vista de muchos que han efectuado este rechazo a la superstición pagana a favor de la verdad bíblica. Y en esta sección deseo dar algunos ejemplos más recientes. Pero hacer alarde de voces de apoyo es irrelevante en el análisis final, porque cada cual debemos impávidamente esforzarnos por entender el problema del pecado y del mal en conformidad con la verdad de Dios según se halla revelada en la Biblia Stephen Mitchell Stephen Mitchell, en un tan aclamado y muy publicitado libro publicado por nada menos que Harper Collins, observa que en todo el libro de Job "no hay ningún intento por desviar la responsabilidad final culpando a un Diablo o a un pecado original" (1). 

Y Mitchell dice esto en el contexto de comentar a Job 9:24, donde habiendo hablado del problema de la calamidad, Job concluye: "Si no es él [Dios], ¿quién es?". Y, por supuesto, al final del libro, Dios confirma a Job que habló de él con la verdad. Mitchell observa que Job termina "con una detallada presentación de dos criaturas, la bestia y la serpiente... ambas criaturas son, de hecho, figuras centrales en la antigua escatología del cercano oriente, las incorporaciones del mal que el dios del cielo batalla y conquista... esta sección final de la voz del torbellino es una crítica de la teología convencional y dualística. ¿Qué es todo esta absurda cháchara acerca del bien y del mal, dice la voz, acerca de batallas entre un héroe-Dios y algún oponente cósmico? ¿No entienden que no hay nadie más aquí? 

Estos enormes símbolos del mal, tan aterradores para los humanos... se presentan como juguetes de Dios". Y así Mitchell llega precisamente a las mismas conclusiones que nosotros hemos bosquejado aquí: finalmente hay un solo Dios, y él no está en pugna en el cielo con ningún "Diablo" sobrehumano. Y esta es en realidad la completa lección del libro de Job. Incluso si se pensara que semejante ser mítico existe, como fue en los días de Job, el punto esencial es que Dios es tan inmensamente mayor que tan enclenque "Diablo" que puede usarlo como juguete. John Robinson, en un tiempo obispo anglicano de Woolwich, llegó a conclusiones similares, aunque expresadas con menos claridad, en su clásico The End God (2). El psicoterapeuta Paul Tournier también llegó al mismo punto de vista acerca del Diablo, lo que hemos bosquejado en otro lugar. Él expresa en jerga más moderna lo que hemos dicho bíblicamente: "[Debemos] desenmascarar al enemigo oculto, al que la Biblia llama Diablo, y que el psicoanalista llama el superego: el falso código moral, el secreto y poderoso veto que estropea y sabotea todo lo que es mejor en la vida de una persona, a pesar de las más sinceras aspiraciones de su mente consciente" (3). 

Elaine Pagels Otros han llegado a las mismas conclusiones por diferentes caminos. Estudiantes de la historia de las ideas han encontrado que la idea de un Satanás personal no se halla en el Antiguo Testamento; y sin embargo ellos le han seguido la pista a su desarrollo en el curso de los siglos, tomando nota de las diversas creencias no cristianas que se han mezclado con el cristianismo, una tradición que se desarrolló y entonces recogió más y más acrecentamientos con el pasar del tiempo. Elaine Pagels, profesora de religión en la Universidad de Princeton, es quizás la más importante escritora y pensadora en expresar acuerdo con nuestra posición acerca del Diablo. Su exitoso libro The Origin of Satan bien vale la pena leerlo si Ud. está interesado en este tema (4). Ella empieza donde nosotros lo hemos hecho, que el cristianismo y el judaísmo enseñaron un solo Dios, y esto no dejaba lugar para un Diablo / Satanás en el sentido tradicional. Hemos dicho una y otra vez que una doctrina verdadera conduce a otra, y Pagels capta eso claramente. Un solo Dios significa que no hay Diablo. Es así de simple. Y de este modo ella comenta: "Me di cuenta que la conversión del paganismo al judaísmo o al cristianismo significaba, sobre todo, transformar la percepción que uno tenía del mundo invisible". 

Y todo esto tenía un trabajo excesivo radicalmente práctico, como lo tiene la creencia en cualquier doctrina bíblica verdadera: "Llegar a ser un judío o un cristiano polarizaba un punto de vista pagano del universo, y lo moralizaba". La visión del mundo pagano habría sentido que cualquier cosa como un volcán o terremoto era el resultado de una actividad demoníaca. Pero, en cambio, la Biblia describe claramente que los volcanes que destruyeron a Sodoma vinieron del único Dios, como castigo por sus pecados (Génesis 19:4). La gente no fue sólo víctima de enormes fuerzas cósmicas; ellos tenían responsabilidad por sus acciones y sufrieron esas consecuencias. Podemos fácilmente pasar por alto las implicaciones radicales de la manera moral en que la Biblia describe tales cosas, las que de otro modo se atribuían a demonios / dioses paganos. Había un enorme precio político incluido al rechazar la creencia en "demonios". Rusticus, prefecto de Roma, persiguió a los cristianos porque éstos rehusaban "obedecer a los dioses y someterse a los gobernantes". 

Los romanos consideraban que sus líderes eran agentes de los dioses; y si los dioses no existían, entonces el liderazgo perdía su poder y autoridad. Por esta razón, los romanos llamaban a los cristianos "ateos". Las siguientes citas de Pagels reflejan exactamente nuestras conclusiones: "En la Biblia hebrea... Satanás nunca aparece como la cristiandad occidental ha llegado a conocerlo, como el líder de un "imperio del mal", un ejército de espíritus hostiles que hacen guerra a Dios... en la Biblia hebrea, Satanás no es necesariamente maligno, mucho menos opuesto a Dios. Por el contrario, él aparece en el libro de Números y en Job como uno de los siervos obedientes de Dios... un mensajero, o ángel, una palabra que traduce el término hebreo para mensajero (malak) al griego (angelos)... en fuentes bíblicas el término hebreo el Satan describe un papel adversativo. No es el nombre de un personaje en particular... la raíz stn significa "uno que se opone, que obstruye, o actúa como un adversario". Pero este mensajero no es necesariamente malévolo.... Juan descarta el recurso del Diablo como un personaje sobrenatural independiente... Pablo sostiene una percepción de que Satanás actúa como agente de Dios no para corromper a las personas, sino para probarlas" (p. 111, 183). 

Pero Elaine Pagels no se halla sola. Neil Forsyth comenta también: "En...el Antiguo Testamento, la palabra [Satanás] nunca aparece como el nombre del adversario... más bien, cuando el Satanás aparece en el Antiguo Testamento, se presenta como un miembro de la corte celestial, aunque con tareas inusuales"(5). Varios respetados comentaristas han señalado lo mismo, especialmente cuando comentan sobre el "Satanás" del libro de Job, concluyendo que el término allí simplemente se refiere a un obediente ángel divino que ejerce el papel de un adversario, sin ser el espíritu maligno que aceptan muchos en la cristiandad" (6). Comentando sobre el "Satanás" de Job y Zacarías la respetada Biblia del Ancla señala: "Ni en Job ni en Zacarías es el acusador una entidad independiente con poder real, excepto el que Yahvéh consiente en darle" (7). A. L. Oppenheim estudió cuidadosamente cómo la figura de un Satanás personal entró en el pensamiento hebreo; él concluye que originalmente no tenían tal figura. Él considera que la idea de ellos acerca de una corte o concilio divino, tal como se insinúa en la Biblia hebrea, les era significativa; pero ellos observaban que en algunas burocracias mesopotámicas había un entendimiento similar, aunque siempre había un "acusador" presente, una figura "satánica" (8). Y los judíos adoptaron esta idea y de este modo llegaron creer en un Satanás personal. ¿Cómo el Cristianismo Adoptó Creencias Paganas? Pagels y otros abordaron la obvia pregunta: ¿De dónde, entonces, vino la actual idea de un ser maligno literal llamado Satanás, ya que no está en la Biblia? 

Ellos le siguen el rastro a la idea hasta las fuentes paganas que entraron en el judaísmo antes de la época de Cristo; y entonces su investigación los llevó al pensamiento cristiano en los primeros siglos después de Cristo, a medida que el cristianismo popular se alejaba de las creencias netamente bíblicas (9). Pero presionando la pregunta una etapa más atrás, ¿por qué y cómo el judaísmo, y después el cristianismo, recogieron mitos paganos acerca de un Diablo personal y ángeles pecadores, y los mezclaron con su propio sistema de creencias? Pagels cita fuentes como la obra judía el Libro de los Guardianes para mostrar cómo había una clara creencia de que cada persona tiene un "ángel guardián", y cuando surgían conflictos, la gente juzgada como "inicua" o "maligna" llegaba a ser acusada de tener un ángel "inicuo" o "maligno" que los controlaba. Y era un fácil paso suponer que estos "ángeles inicuos" estaban todos bajo el control de Diablo sobrehumano personal que tan ampliamente creían los paganos circundantes. El libro del Jubileo (por ejemplo, 15:31) hizo la conexión entre dioses paganos y demonios. Los judíos apóstatas que creían en dioses paganos, o que eran acusados de creer en ellos, se les veía entonces como si de algún modo estuvieran en liga con ellos. Y de este modo se sentía que aquellos "demonios" eran seres reales, porque la gente a la que ellos supuestamente controlaban era gente real. Los esenios eran una secta judía que se hallaba en conflicto con el resto de los judíos, y creían que éstos estaban destinados a condenación. Ellos expresaban este conflicto entre ellos y otros en función de un conflicto cósmico entre Dios --el cual creían que estaba del lado de ellos-- y un Satanás personal, a ellos creían que los seguidores de Satanás recibían el apoyo de sus enemigos en la tierra. Mientras más encarnizado era el conflicto político dentro de Israel, más fuerte era el llamado que se hacía a una supuesta batalla cósmica entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. El resultado de esta falsa doctrina era la demonización del oponente. Y lo mismo puede ocurrir fácilmente hoy día. 

El valor de la persona humana queda olvidado, si creemos que están condenados como gente maligna por ser el Diablo encarnado. No es posible reconciliarse con el "Diablo" tradicional. Sólo se le puede destruir. Y si demonizamos a la gente, nunca podremos reconciliarnos con ellos, sólo intentamos destruirlos. Aquí es donde la doctrina es importante en la práctica. Si allí no hay ningún Satanás personal, y toda la gente, nuestros enemigos incluidos, está luchando simplemente contra su propia naturaleza... entonces podemos llegar hasta ellos, como compañeros de lucha, entenderlos, intentar reconciliarnos con ellos, y procurar su salvación. Y por lo tanto a mí me parece que el mito del Satanás personal llegó a ser popular porque se prestaba tan convenientemente para la demonización de otros, pretendiendo que realmente están en liga con alguna fuerza cósmica del mal, mientras que nosotros [por supuesto] estamos del lado del bien. Y de este modo los cristianos demonizaban a sus enemigos y entonces incluso a aquellos dentro de su religión que diferían de ellos, tal como lo habían hecho los judíos y después los esenios. Todo esto sugiere que la falsa doctrina casi siempre tiene una dimensión moral o una justificación (in)moral, tratando de hacer el camino más fácil, complaciendo a nuestra inclinación natural más bien que a la de Dios. 

Muchos eruditos han señalado que el Antiguo Testamento no hace mención alguna de un Satanás personal en el cual la cristiandad tiene una creencia tan generalizada. El relato del Génesis no dice nada en absoluto acerca de ángeles pecadores, de un Lucifer, de que Satanás fue arrojado del cielo, etc. Parece una evidencia significativa la creencia que la idea de un Diablo personal entró primeramente en el judaísmo por medio de su contacto con las religiones persas mientras se hallaban allí en cautividad. Escritos rabínicos no mencionan un Diablo personal hasta que los judíos estuvieron en Babilonia, y las referencias se hacen más frecuentes en la medida que se profundizaba la influencia persa sobre el judaísmo. Es por eso que los monumentales pasajes de Isaías [por ejemplo, Isaías 45:5-7], dirigidos a los judíos cautivos, señalan el error de la idea persa de que hay un Dios bueno en pugna con un dios malo. Clásicamente, se entiende que el Diablo es un ser con cuernos y un tridente. Si investigamos por qué debería ser así, pronto encontramos que la Biblia misma no contiene absolutamente ninguna de tales imágenes de Satanás o del Diablo. 

Pero efectivamente encontramos estas imágenes en la mitología pagana; Pan, Dionisio y otros dioses paganos se les describía con cuernos, largas colas, etc. En las islas británicas, sin mencionar la antigua Roma y Grecia, había tradiciones de "dioses con cuernos" que eran la fuente del mal; por ejemplo, Cernunnos entre los celtas, Caerwiden en Gales, etc. De tantas maneras el cristianismo apóstata adoptó ideas paganas y las incorporó a su teología. Estos dioses con cuernos, con tridente y cola larga fueron adoptados como "el Diablo" por un cristianismo falso Pero la Biblia misma no hace absolutamente ninguna mención de esto; en ningún pasaje hay indicación alguna de que Satanás o el Diablo sea un ser personal con cuernos, etc. Otros estudios en la historia y en el desarrollo de la religión han mostrado que los sistemas empiezan usualmente sin una figura específica de "Satanás"; pero como la gente lidia con la enorme incidencia del mal en el mundo, terminan creando semejante figura en sus teologías. Parece que mucha gente tiene una necesidad profundamente psicológica de culpar por sus pecados, y el pecado de otros, a algo externo; y de este modo, la idea de un Satanás personal se ha hecho popular. Está en algún lugar para simplistamente vaciar todas nuestras luchas, desilusiones y temores de nosotros mismos y del mundo en el cual vivimos. 

La lucha por entender, creer y amar a un Dios que se representa a sí mismo en su palabra como la máxima y única fuerza en un mundo de tsunamis, terremotos, catástrofes masivas, es en verdad difícil. Es algo con lo cual todos sus hijos tienen que lidiar, como los hijos lidian con las decisiones y acciones de sus padres respecto a ellos, las que a ellos les parecen tan desconsideradas, irrazonables y sin sentido. Es seguramente una salida fácil rendirse, y simplistamente deciden que nuestro Dios no es realmente la única fuerza y poder que existe, sino que en realidad hay también un dios maligno allá afuera. Pero esto es en verdad una salida fácil, además de que refleja nuestra propia falta de fe y aceptación del único Dios verdadero, simplemente porque finalmente no lo entendemos, y porque no actúa como nosotros pensamos que debería actuar. El Diablo en el Evangelio Según Juan Los estudiantes de Juan también han sido impulsados a veces al entendimiento que en realidad los escritos de Juan no apoyan en absoluto la idea común acerca del Diablo. 

El evangelio de Juan busca corregir la falsa idea de un enorme conflicto cósmico. Juan frecuentemente alude a las ideas de luz versus oscuridad, justicia versus maldad. Pero él define correctamente la oscuridad y el mal como la incredulidad que existe dentro del corazón humano. De nuevo, desde esta distancia podemos leer las palabras de Juan y no percibir el radical y corrector comentario que él estaba haciendo realmente contra las ideas comunes acerca de un Satanás existente en el cielo, involucrado allá arriba en algún conflicto cósmico. El ámbito real del conflicto, la lucha esencial según Juan, está dentro del corazón humano, y está entre la creencia y la incredulidad en Jesús como el Hijo de Dios, con todo lo que eso significa. De la misma manera que el concepto acerca de los "demonios" de algún modo retrocede por entre los evangelio, y se establece que el poder de Dios es tan grande que efectivamente ellos no existen; así es con el "Diablo". 

El judaísmo había absorbido la idea pagana circundante acerca de un Satanás personal. Y el Señor Jesucristo y los escritores del evangelio usan este término, pero en la manera que lo usan, lo redefinen. La parábola del Señor Jesús atando al "hombre fuerte" --el Diablo-- fue realmente para mostrar que el "Diablo" tal como ellos lo entendían, ya no era más, y su supuesto reino ahora había sido eliminado por el de Cristo. En el último evangelio, Juan no usa el término de la manera que lo hacen los otros evangelios. Lo que los otros escritores llaman "el Diablo", él lo define como personas reales, tales como los judíos o los hermanos de Jesús, en su articulación de una posición adversativa ["satánica"] para Jesús. Mi punto en este contexto es que diversos eruditos respetados y ampliamente publicitados han concluido igualmente: "Juan nunca describe a Satanás...como un personaje sobrenatural independiente" (10)... "En Juan, la idea del Diablo [como un ser sobrenatural personal] se halla completamente ausente" (11). Raymond Brown --uno de los más reconocidos expositores católico romano del siglo XX-- concluye que "Satanás" no se refiere a un personaje en "su" propio derecho, sino que más bien es un título que se refiere a grupos de gente que desempeñan el papel de adversarios o tentadores (12). Otros Escritores El teólogo del siglo XX, Jim Garrison, dedicó toda una vida a analizar la relación entre Dios, el Diablo y el mal. Finalmente, él concluyó que no hay Diablo, y que Dios crea el verdadero mal, y lo usa de algún modo para el bien final en el "cuadro más grande" (13). 

Petru Dumitriu igualmente concluyó que Satanás es "un necesario símbolo del mal radical", y que la humanidad es la fuente final de gran parte del mal que experimentamos. En toda la creación no hay nada tan cruel como la malevolencia humana... el mal es una negativa de la idea misma de intención culpable, o de culpabilidad, o del pecado" 14). Todas las novelas y los escritos de Flannery O'Connor expresaban esto de forma popular. Su última novela, The Violent Bear it Away, realmente trata este tema con profundidad (15). "No hay semejante ser como un Diablo... puedo decirles eso por mi propia experiencia. Yo sé eso de hecho. No es Jesús o el Diablo. Es Jesús o usted" (p. 39). Fiodor Dostoievski y Satanás (Reflexiones de Ted Russell) Los Hermanos Karamazov, por el gran escritor ruso del siglo diecinueve, Fiodor Dostoievski, es una de las novelas más importantes y más absorbentes jamás escritas; no obstante, de ninguna manera promueve una creencia en un Diablo inmortal. En un libro de realismo impresionista, Dostoievski se preocupa de la angustia causada por la naturaleza dual del hombre, en la cual un mítico Satanás no tiene absolutamente ninguna participación, función o lugar, y por lo tanto, no interfiere. En realidad, la única vez que Satanás entra en escena es tarde en la serie, cuando Iván oye que el asesinato de Fiodor, cometido por Smerdiakov, fue el resultado de sus [de Iván] palabras y acciones nihilistas, que sugerían que el asesinato del padre sería una bendición para toda la familia. 

Él regresa a sus aposentos, cae enfermo de fiebre y delirio, durante el cual es acosado por un realista espectro del Diablo que emerge desde su alma, revelándole su verdadera naturaleza de sí mismo. Hasta entonces, el nihilismo de Iván no tenía cabida para la conciencia en absoluto. Con retraso, y sumamente tardío, esa latente conciencia nace en él a causa de un súbito entendimiento de las consecuencias malignas de su demasiado profesada filosofía. Significativamente, la febril visión de Iván acerca de su conciencia se pierde en su audiencia, nadie le cree en la corte ante quienes él se confiesa. En realidad, es un mensaje de Dostoievski a sus lectores. Si Dostoievski hubiera querido presentar a un Satanás externo real, lo habría presentado más anteriormente, en la sección más famosa del libro (La Leyenda del Gran Inquisidor), donde, en una posada, Iván revela a Aliocha que él creía en Dios, pero que él no podía aceptar el mundo de Dios. Lo que ambos trataron allí fue la naturaleza dual del hombre, lo que ha sido el continuo tema de toda la novela. 

Allí, el relato de Iván de otro de sus alucinantes sueños, esta vez en forma poética, explica claramente su pensamiento en contra de Cristo, y su ira contra un Dios que permite que sufran niños inocentes. Pero no es por medio de la boca de un Satanás, sino de un sabio y mundanal viejo inquisidor durante un auto-da-fe, una ejecución de herejes por medio de quemarlos, en la Sevilla del siglo XVIII. Un extraño aparece en la villa y realiza un milagro. La gente lo identifica como Cristo. Aparece el Gran Inquisidor y arresta al extraño, con la intención de quemarlo en la estaca al día siguiente. "¿Eres tú?", le pregunta. "No tienes derecho a venir. Nosotros hemos corregido tu obra". La implicación de Iván es que el mensaje de Cristo es muy demasiado duro para cualquiera que intente seguirlo; nadie puede jamás alcanzar sus imposibles elevados estándares. Nadie quiere libertad, todo lo que necesitan es seguridad. De modo que la Iglesia ha cambiado sus estándares a una norma alcanzable, y, siendo así, ¿quién necesita a Cristo ahora? El inquisidor ofrece a Cristo la libertad si él se va y "no vuelve más". Según Iván, en su sueño poético Cristo acepta el ofrecimiento del inquisidor. Él silenciosamente besa los labios del anciano mientras se despide, desapareciendo para siempre. 

Pero no termina ahí. El sueño está todo en la mente de Iván. No hay lugar ahí, en absoluto, para Satanás. Cristo ha venido con requerimientos imposibles para el hombre. La Iglesia, dándose cuenta de la imposibilidad de los requerimientos de Cristo, los ha cambiado todos, y dio a Cristo un beso de despedida. Eso es todo lo que necesitamos, sostiene Iván el nihilista intelectual. Sin embargo, Aliocha sabe más. Zósimo le ha enseñado que la verdadera fe cristiana, si no es la que la Iglesia ha alterado, no es tan inútil como cree Iván. El estándar que exige es ciertamente alcanzable, y funciona. El amor activo es mucho más importante que cualquier cosa que el sistema totalitario de Iván pudiera alguna vez alcanzar.¿No había dicho Zósimo esto?: "El amor en acción es algo áspero y terrible comparado con el amor en sueños. El amor en sueños está ávido de acción inmediata, efectuada rápidamente y a la vista de todos. Los hombres incluso darán la vida si la terrible experiencia no dura mucho y termina pronto, teniendo a todos mirando y aplaudiendo como si estuviesen en el escenario. 

Pero el amor activo es trabajo y entereza, y también para algunas personas es, quizás, una ciencia completa". El tema de la novela es la de un padre y sus cuatro hijos (nacidos de tres diferentes madres) y el efecto de la sensualidad y la sensualidad heredada en ellos y en todos aquellos con quienes ellos entran en contacto. El padre es asesinado, y en el curso de la subsiguiente investigación el lector se siente impulsado a considerar todos los pasos posibles para el género humano. Dimitri, el sensual hijo mayor, describe el camino de los sentidos; Iván, el hijo ateo e intelectual, representa al intelectualismo occidental, que sostiene que todas las cosas son permisibles; Alexei (llamado Aliocha), el tercer hijo, es un joven tierno influenciado por Zósimo, un anciano de un cercano monasterio (cuyas enseñanzas positivas son centrales en la novela), y Smerdiakov (el verdadero asesino), hijo ilegítimo que representa el degradado camino del escepticismo y el laicismo. Dostoievski prologa su novela con una cita del evangelio según Juan, el cual se relaciona con el subyacente tema del libro: "De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere lleva mucho fruto". En toda la novela, cada hermano debe aprender esta verdad en su propia experiencia: Caer en la tierra, morir, y entonces renacer". No hay Satanás en Los Hermanos Karamazov. 

Las modestas pero firmes enseñanzas cristianas de Zósimo continúan siendo centrales en la totalidad de la novela, y constituyen una completa refutación a la leyenda mítica del Gran Inquisidor de Iván; un sueño poético, inventado, que enfrenta su catarsis en la auto-revelación final de Iván en su momento de la verdad. Porque su posterior auto-revelación por medio de un sueño, de que su otra mitad es un "Diablo privado" --el lado malo de su naturaleza dual ("el verdadero espectro en su alma")-- es coherente con lo que él, por sí mismo, había inicial y tentativamente planteado a su hermano Aliocha en el preámbulo a El Gran Inquisidor: "Yo creo que el Diablo no existe y, en consecuencia, el hombre lo ha creado, él lo ha creado a su propia imagen y semejanza". Notas (1) Stephen Mitchell, The Book of Job (New York: Harper Collins, 1992). (2) John Robinson, In The End God (London: James Clarke, 1950). (3) Paul Tournier, The Person Reborn (New York: Harper & Row, 1975) p. 6. (4) Elaine Pagels, The Origin of Satan (Harmondsworth: Allen Lane / The Penguin Press, 1996). (5) Neil Forsyth, The Old Enemy: Satan and the Combat Myth (Princeton: Princeton University Press, 1987) p. 107.  (6) Véase P. Day, An Adversary in Heaven: Satan in the Hebrew Bible (Atlanta, GA: Scholar's Press, 1988) pp 69–106. (7) C.L. Meyers and E.M. Meyers, The Anchor Bible: Haggai, Zechariah 1–8 (New York: Doubleday, 2004 ed.) p. 184. (8) A.L. Oppenheim, “The eyes of the Lord”, Journal of the American Oriental Society Vol. 88 (1968) pp. 173–180. (9) Además de Pagels op cit, véase Knut Schaferdick, “Satan in the Post Apostolic Fathers” en Geoffrey W. Bromiley, ed., Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1971) Vol. 7 pp. 163–165, y George F. Moore, Judaism in the First Centuries of the Christian Era (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1927) Vol. 1. (10) Elaine Pagels, op cit pp. 100,111. (11) Gustave Hoennecke, New Testament Studies (Leipzig: Heinrichs, 1912), p. 208. (12) Raymond Brown, The Gospel According to John (Garden City, NY: Anchor, 1966) pp. 364– 376. (13) J. Garrison, The Darkness of God: Theology After Hiroshima (London: S.C.M., 1982), especially pp. 8,173,174. (14) P. Dumitriu, To an Unknown God (New York: The Seabury Press, 2005), p. 59. (15) Flannery O‟Connor, The Violent Bear it Away (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2007).

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