SATANÁS EN EL PENSAMIENTO DE LACTANCIO Y ATANACIO

 Satanás en el Pensamiento de Lactancio y Atanasio 

En los siglos tercero y cuarto, Lactancio y Atanasio aparecieron como los principales pensadores cristianos respecto al Diablo. Ellos continuaron pugnando por justificar la creencia en un Diablo-ángel personal caído en contra de las obvias deficiencias del argumento. Al hacerlo, lograron acreditar aún más la idea acerca del Diablo, a veces retractándose o contradiciendo los argumentos de los "padres" anteriores, así como añadiendo sus propias variaciones sobre el tema. Lactancia desarrolló especialmente la idea del dualismo hacia sus lógicas conclusiones. 

El dualismo era el error que recogieron los judíos en cautividad, lo cual influyó en la primera corrupción importante del concepto bíblico acerca del Diablo y Satanás. Ellos habían sido influenciados por la antigua idea persa de que hay un dios del mal, el cual de algún modo refleja y se mantiene en oposición independiente al Dios de amor. Esta idea quedó grabada en el judaísmo y con el tiempo se coló en el cristianismo primitivo (1). Lactancio estaba obsesionado con la idea y concluyó que Cristo y Lucifer eran ambos originalmente ángeles, compartiendo la misma naturaleza, pero Lucifer cayó "porque estaba celoso de su hermano mayor [Jesús]" (Divine Institutes 3.5). 

Esta idea encajaba con la creciente desviación de la posición bíblica de que Jesús era el Hijo de Dios engendrado y como tal no tenía existencia personal en el cielo antes de su nacimiento. La totalidad de Hebreos 1 y 2 está dedicado a recalcar la superioridad de Cristo sobre los ángeles, y como él tenía que ser humano a fin de salvarnos; y que él era un ser humano y no precisamente un ángel porque vino a salvar a los seres humanos y no a los ángeles. Pero eso fue pasado por alto debido a la acuciante necesidad de explicar cómo Cristo y Lucifer eran de algún modo paralelos entre sí. 

Y, por supuesto, Lactancio creó otro problema para el cristianismo al afirmar que Cristo era de la misma naturaleza que Lucifer; porque si esa naturaleza era capaz de pecar y caer, entonces, ¿qué garantía hay de que algún día Cristo no pueda caer igualmente, y que la base total de nuestra salvación se desmorone? Los persas creían que el dios bueno siempre ganaría al dios malo; pero esa era su suposición. Si verdaderamente hay estos dos dioses, ¿por qué suponer que uno invariablemente va a ganar? La Biblia no sólo insiste en que esta teología es falsa (por ejemplo, Isaías 45:5-7); sino que si en verdad hay dos dioses, ¿por qué hacer la suposición a priori de que el dios bueno tiene que ganar? ¿Qué evidencia concreta hay para eso, más allá de la esperanza ciega? Lidiando con el problema de explicar cómo la muerte de Cristo "destruyó" al Diablo, a pesar de que aparece vivo y activo, Lactancio enseñó que el Diablo caído en verdad había quedado mal herido por la muerte de Cristo, pero que él y sus ángeles estaban reuniendo a sus fuerzas para otro ataque. Esto va directamente en contra de la finalidad con la cual el cristianismo del Nuevo Testamento habla acerca de la victoria de Cristo y la "destrucción" del Diablo en Hebreos 2:14. La palabra griega katargeo traducida como "destruir" significa estrictamente "dejar inservible", y en otra parte del Nuevo Testamento se ha traducido como "anular", "abolir", "eliminar", "dejar sin efecto", etc. De este modo, Cristo "destruirá" al hombre de pecado a su regreso (2 Tesalonicenses 2:8), la muerte misma será "destruida" en su segunda venida (1 Corintios 15:26), Dios "destruirá" a los malvados en ese día (1 Corintios 6:13). 

Lactancio sostenía que la "destrucción" del Diablo por medio de la muerte de Cristo era una herida temporal, y que él finalmente sería destruido en la segunda venida de Cristo. Y sin embargo la evidencia bíblica es clara de que "destruir" significa dejar sin poder. No obstante, Lactancio quería entender que cuando Cristo "destruyó" al Diablo en la cruz, fue una victoria temporal, mientras que a su regreso el Diablo sería "destruido" completamente. ¡Y sin embargo la Biblia usa la misma palabra griega para describir ambas destrucciones! Pablo explica en Romanos 6:6 la destrucción del Diablo usando la misma palabra griega katargeo, cuando él habla acerca de cómo "el cuerpo del pecado es destruido" en la crucifixión de Jesús, y también cuando nosotros compartimos esto por medio de la "muerte" en el bautismo. Pero Lactancio estaba siguiendo una tradición que se resistía a abandonar la idea de que el Diablo existe como un ser personal; y por lo tanto se vio obligado a pasar esto por alto. 

Atanasio se conoce más por lo que llegó a establecerse como el Credo de Atanasio, una declaración acerca de la trinidad. En otro lugar he argumentado por la deconstrucción de esta idea, junto con líneas similares mientras deconstruyo el mito del Diablo personal (2). Atanasio siguió las ideas de Lactancio acerca de que Jesús estuvo en el cielo con Lucifer al tiempo de la creación como parte del enorme dualismo que ellos estimaban que existía en el cosmos; y así esto se entremezcló con su pugna a favor de la [antibíblica] idea de un Jesús preexistente personalmente, quien de algún modo llegó a ser Dios. 

Como es el caso de tantos que han descendido teológicamente a callejones sin salida, Atanasio llevó la lógica a un punto inapropiado en vez de guiarse por las verdades bíblicas básicas. Él sostenía que la muerte de Jesús limpió el aire donde ahora vivían los demonios / ángeles caídos, y, por lo tanto, abrió físicamente una vía para que las [supuestas] almas inmortales encontraran el camino hacia el cielo (3). Todo esto no sólo era antibíblico, sino que refleja un literalismo que reduce a Dios a un ser atado a contingencias físicas sin poder hacer nada. Resumiendo, esta clase de pensamiento surgió a partir de una básica falta de fe en Dios como el Todopoderoso, que no necesita construir puentes por sobre los problemas que los hombres han creado para él en la mente de ellos. Debe notarse que la idea de decir '¡Bendito seas!' [en los países de habla inglesa] cuando alguien estornuda se deriva de la idea de Atanasio de que los demonios pueden hacerse tan pequeños que entran en una persona por el aire literal. Comento el mal uso que Atanasio hace de la referencia de Pablo al "príncipe de la potestad del aire" en la sección 5-23. 

Debe notarse que en el siglo XVII Isaac Newton rechazó la idea popular acerca del Diablo y los demonios, y en su "Preguntas Paradójicas Respecto a Atanasio", Newton culpa a Atanasio de ser especialmente responsable de añadir esta falsa idea al cristianismo popular. Sus puntos de vista acerca de Satanás condujeron a Atanasio a reducir el énfasis en la pecaminosidad. Colocó la culpa del pecado de Adán tan plenamente sobre Satanás, que concluyó que nosotros podemos vivir enteramente sin cometer pecados; él afirma que Jeremías y Juan el Bautista lo hicieron así, aun cuando ellos vivieron antes de la muerte de Cristo (4). Así que un error lleva a otro; al reducir el énfasis en el peso y seriedad del pecado humano, él le restó énfasis al significativo y crucial logro de la cruz. La perfección no era posible para aquellos que se hallaban bajo el antiguo pacto; si hubiese sido posible, entonces no habría habido necesidad del sacerdocio de Jesús; así razona Hebreos 7:11. 

En su celo por exculpar al pecado humano y echar toda la culpa a Satanás, Atanasio equivocó el objetivo; y sucede que este objetivo es el punto crucial del cristianismo. Y esta falta de énfasis en el pecado humano continuó en el pensamiento de posteriores "padres de la iglesia". Pelagio insistió en que los cristianos podían llegar a ser sin pecado: "Un cristiano es el que imita y sigue a Cristo en todo, que es santo, inocente, sin mancha, intachable, en cuyo corazón no hay mala intención... es un cristiano aquel que puede decir con razón, "No he perjudicado a nadie, he vivido con rectitud con todos" (5). Aunque éstos son todos ideales bíblicos, esta enfermiza santurronería está muy lejos de la desesperación de Pablo en Romanos 7, donde quizás el más grande de los cristianos admitió que constantemente hacía las cosas que odiaba hacer. Fue esta falta de énfasis en el pecado lo que resultó en que el cristianismo desarrolló una imagen de rostro pulcro, pío, hipócrita, santurrón, presumido, etc., y yo sostengo que esta trágicamente deformada versión del cristianismo empezó con una falta de énfasis en el pecado humano, y el entendimiento erróneo de la naturaleza del ser humano que se muestra en la defectuosa creencia acerca de Satanás. Notas (1) 

Hay una amplia literatura sobre cómo el dualismo persa influyó en el judaísmo, desde donde entró en el pensamiento cristiano. Véase, por ejemplo, Abraham Malamat, History of the Jewish People (London: Weidenfeld, 1976) y John R. Hinnells, Persian Mythology (New York: Bedrick Books, 1985). (2) Véase mi libro The Real Christ. (3) Esta y otras referencias a Atanasio tomadas de Nathan K. Ng, The Spirituality of Athanasius (Bern: Lang, 2001). (4) Citas en J.N.D. Kelly, Early Christian Doctrines (London: A.C. Black, 1968) p. 348. (5) Citas en Kelly, ibid p. 360. 1-2-3 Satanás en el Pensamiento de Agustín El gran adversario / Satanás para los primeros cristianos eran los sistemas romanos y judíos. El sistema judío llegó a su fin en el año 70 d.C., y la oposición romana cesó una vez que el imperio se convirtió al cristianismo bajo Constantino. La persecución visible de los cristianos cesó, en su mayor parte. La falta de adversarios visibles quizás alentó al cristianismo popular a concluir que, por lo tanto, el adversario / Satanás era invisible y cósmico. Fue contra este escenario que se presentó Agustín. La mente lógica y analítica de Agustín fue probablemente la mayor influencia en la codificación del pensamiento cristiano acerca del Diablo, y fijó en piedra la tradición para las futuras generaciones. Él se dio cuenta de la debilidad de la posición cristiana común respecto al Diablo, y más que ningún otro, rebuscó en las Escrituras en busca de apoyo para la idea. Él se enfocó en la profecía simbólica de Apocalipsis 12, en que inmediatamente anterior al regreso de Cristo habría una batalla entre Miguel y sus ángeles / seguidores, y el sistema simbolizado por "el dragón". Yo analizo el significado real de este pasaje más adelante, en la sección 5-32. Lo que Agustín seguramente pasó por alto deliberadamente fue el contexto básico de Apocalipsis 12; que esta es una profecía del futuro, y no una descripción de acontecimientos del pasado, al principio de la historia bíblica. 

Por supuesto, la obvia objeción es que al pueblo de Dios no se le informó nada en el relato del Génesis de ninguna batalla en el cielo, de una figura satánica, de ángeles caídos, etc. ¿Por qué habría ellos de esperar hasta el final mismo de la revelación bíblica para que se les dijera lo que pasó? Y en este caso, ¿cómo podría el conocimiento de estos supuestos acontecimientos llegar a ser tan fundament en el cristianismo, cuando por tanto tiempo el pueblo de Dios había vivido en ignorancia de tales sucesos? Sin desanimarse por nada, Agustín pugnó por su idea con insistencia, consciente o inconscientemente. Él presionó su idea hasta el punto que se dio la impresión de que era el ángel Miguel, y no Cristo personalmente, el que venció al Diablo; de este modo desestimando el enorme énfasis bíblico sobre el hecho de que fue el Cristo humano y no un ángel el que venció al Diablo, al pecado, a la muerte, etc.; la totalidad de Hebreos 1 y 2 pone énfasis en esto. La idea de Agustín llegó a tal extremo que después se desarrolló todo un culto de adoración a Miguel, en estudiada ignorancia de la advertencia de Pablo de no adorar a ángeles (Colosenses 2:18). En verdad en ese pasaje Pablo habla de la adoración a un ángel como el resultado de estar "vanamente hinchado por su propia mente carnal", en vez de apegarse a un entendimiento de Cristo como la suprema "cabeza" de todas las cosas. 

Quizás se debió a causa de que Agustín y otros equivocaron la definición bíblica del Diablo como "la mente carnal" que ellos llegaron a sus erróneas conclusiones. Pablo incluso parece sugerir que él vio este asunto como un medio de salvación, porque él dice que la adoración de ángeles "os priva de vuestro premio" (Colosenses 2:18). Y sin embargo, basado en La Ciudad de Dios y otros escritos de Agustín, el culto de adoración de Miguel y sus "ángeles" se propagó por toda la iglesia cristiana, como queda atestiguado por la construcción del Monte San Miguel en Francia y por incontables expresiones del culto en el arte, edificación y cultura cristianos. La versión de Agustín del dualismo era que la humanidad pertenece al Diablo, y que somos manipulados por el Diablo y los demonios: "La raza humana es el árbol frutal del Diablo, de su propiedad, de la cual él puede coger su fruta. Es un juguete de los demonios" (1). La posición bíblica era radicalmente diferente. "Todas las almas son mías". Repetidamente se recalca la implicación de Dios como el creador de la humanidad: por lo tanto, somos suyos, no del Diablo: "Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado" (Salmos 100:3 NVI); "Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano" (Salmos 95:7, citado en Hebreos 3:7 donde se aplica a la iglesia cristiana). 

La humanidad es de Dios, como lo es la totalidad de su creación; éste fue el mensaje que se enseñó a Job en los capítulos finales del libro, y el tema de tantos de los salmos. R. A. Markus señaló que el punto de vista de Agustín acerca de la humanidad, el cosmos, el mundo... estaba totalmente influenciado por la caída de Roma en el año 410 d.C. (2). Para Agustín, su mundo había llegado a ser oscuro y siniestro, las fuerzas del mal eran victoriosas; y de este modo su teología llegó a reflejar sus propios sentimientos y experiencia, más bien que aceptar la verdad de la Biblia, por difícil que fuera que concordaran con nuestra actual experiencia de la vida. Agustín estaba consciente del "difícil problema" acerca del origen último del mal y del concepto del pecado. Pero al igual que otros intentos de abordar esto, él sólo empujó el problema una etapa más atrás. Él culpó al pecado basándose en el hecho de que la humanidad tiene libre albedrío; y se resguardó a sí mismo diciendo que "La primera acción de un albedrío maligno debe ser incomprensible", la totalidad del problema es un misterio inexplicable, y todos los seres creados deben pecar inevitablemente (La Ciudad de Dios 12:15). 

Aunque, por supuesto, hay alguna verdad en el hecho de que los orígenes últimos del pecado como concepto son en verdad difíciles de articular, la idea de Agustín del "pecado inevitable" degradaba a la humanidad y la llevaba por conducto del calvinismo a la idea de que no somos más que miserables pecadores y que deberíamos sentirnos pésimo por nosotros mismos; preparando de este modo al rebaño de la iglesia popular para el abuso espiritual y psicológico que se ha practicado contra ellos desde aquel tiempo. Y la idea de que cualquier ser creado debe pecar es, por supuesto, un problema lógico para aquellos que creen que todos los ángeles fueron creados por Dios, pero que sólo algunos de ellos pecaron. ¿Por qué no pecaron todos ellos, si todos los seres creados deben pecar? 

Y, por supuesto, no hay absolutamente ninguna evidencia a priori, ni en las Escrituras ni en ninguna otra fuente, de la idea de que todos los seres creados tienen que pecar. ¿Y qué puede decirse de los animales, también ellos inevitablemente pecan? Los comentaristas de Agustín no han sido lentos en recoger el hecho de que su razonamiento acerca del Diablo es profundamente contradictorio, como también lo es el pensamiento cristiano en general sobre el tema. Incluso en el capítulo 11 de La Ciudad de Dios leemos que el Diablo fue originalmente un pecador, y también que el Diablo fue originalmente bueno: "En un tiempo él estaba en la verdad, pero no perseveró" (La Ciudad de Dios 11:13 compare con 11:15). A pesar de afirmar que los ángeles y todos los seres creados deben inevitablemente pecar, Agustín nos asegura que "ningún nuevo Diablo volverá a surgir jamás de entre los ángeles buenos" (11:13). J. B. Russell comenta correctamente: "algunos de sus [de Agustín] argumentos eran débiles, incluso incoherentes. Esta debilidad plantea un problema enormemente importante acerca de la validez del proceso de formación del concepto [acerca del Diablo]. Si Agustín, siendo incoherente en un punto determinado, estableció la tradición a partir de ese punto, ¿qué tan válida puede ser la tradición? Ningún concepto que descanse en terreno movedizo puede perdurar" (3). 

Realmente no puede. Agustín se metió en estos [y otros] líos intelectuales por haberse aferrado a la idea de que "Dios sólo hará el bien". Llegó incluso a razonar que en vista de que todas las cosas son de Dios, y que Dios no puede crear ningún mal, por lo tanto, el mal realmente no existe; es simplemente un estado de "no existencia", una carencia del bien: "El mal no es nada, ya que Dios hace todo lo que hay, y Dios no hace lo que es malo" (4). Agustín simplemente no podía asimilar las claras declaraciones bíblicas de que Dios es finalmente el autor del desastre /"mal" en este mundo. Por otra parte, ¿quién es el hombre para decir a Dios lo que él puede o no puede hacer? Además, nuestro entendimiento del "bien" es muy limitado. No somos más que niños muy pequeños, que lidian con el problema de que su punto de vista acerca del bien y el de su padre sencillamente no son lo mismo. Sugiero que nuestro problema para aceptar que Dios puede y de hecho efectúa el mal en el sentido de desastre, es porque intentamos juzgarlo como juzgaríamos a un hombre. No hay duda de que en este mundo existe el mal, permitido por un Dios todopoderoso, en cuyo poder está no permitirlo. Y la Biblia también enseña que cuando hay alguna calamidad en una ciudad, es porque seguramente el Señor la ha causado (Amós 3:7). 

Todo el cáncer, persecución, asesinato, destrucción... él podría terminarlo en un momento. Pero, no lo hace. Y se nos deja deliberadamente para que lidiemos con el hecho que este Dios es el Dios de amor y de toda gracia. Si fuésemos a juzgar a un hombre que voluntariamente permitió el desarrollo de violaciones, asesinatos, destrucciones, y limpiezas étnicas en su país cuando estaba perfectamente en su poder detenerlas, nos sentiríamos muy justificados en condenarlo. Una y otra vez, los juicios por crímenes de guerra han llegado fácil y unánimemente a esta conclusión. Y así tendemos a juzgar a Dios como lo haríamos con un hombre, asumiendo que nuestro entendimiento del mal y su propósito está de algún modo a la par con el de Dios. Pero Dios es Dios, y en ese sentido no es un hombre. El desafío de la fe reside en lidiar con la idea de cómo él se expresa con nosotros, tener la humildad de aceptar la pequeñez de nuestro entendimiento, creer en él, y por medio del proceso de estas luchas llegar a conocerlo, amarlo y confiar en él aún más mientras aguardamos la venida final de su reino en esta tierra. Con mucha frecuencia, el concepto popular acerca del Diablo se ha creado y desarrollado a fin de proteger a Dios de la culpa por el origen del mal y de los desastres en nuestra vida. ¿Por qué hay esta necesidad? Porque este es quizás el mayor desafío práctico de fe en Dios. 

Si aceptamos esto, tenemos que hacer a un lado nuestro deseo de un Dios a nuestra imaginación, que actúe como nosotros pensamos que debería actuar; y aceptarlo a él y a su palabra por sobre nuestros propios entendimientos. Respecto a la declaración de Dios en Isaías 55, que sus caminos son más altos que nuestros caminos y sus pensamientos son infinitamente superiores a los nuestros, es necesario darle su total importancia; su concepto del bien y del mal es simplemente diferente y muy superior al nuestro, o incluso por sobre nuestra capacidad de comprenderlo. Job lidió con el problema en su totalidad, y la respuesta de Dios que se halla en Job 38 fue simplemente: "¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?... ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia". Para mí, las divagaciones de los "padres" consideradas hasta aquí en este capítulo son en verdad un oscurecimiento del consejo de Dios con "palabras sin sabiduría". 

La lección que he sacado de los fracasos de Agustín, y de todos los primeros "padres", es que nosotros simplemente tenemos que enfrentar el problema del pecado y del mal en la raíz; porque todo intento de eludirlo, desviarlo o evitarlo resulta en aún mayores complicaciones que son finalmente destructivas de una verdadera fe. Para mí, ninguna religión, conjunto de doctrinas, teología, llámese como queramos, vale mucho a menos que se enfrenten los problemas esenciales del pecado y del mal. El sostenido punto de vista que comúnmente sostienen los cristianos populares, grabado en piedra por Agustín, simplemente no resultará. Notas (1) Peter Brown, Augustine of Hippo (London: Faber, 2000) p. 245. (2) R.A. Markus, Saeculum: History and Society in the Theology of Augustine (Cambridge: C.U.P., 1970). (3) J.B. Russell, Satan: The Early Christian Tradition (Ithaca: Cornell University Press, 1994 ed.) p. 218. (4) Citado en G.R. Evans, Augustine on Evil (Cambridge: C.U.P., 1982) p. 91.

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