EL ORIGEN DE JESÚS/ UNA EXPLICACIÓN RAZONABLE.
Ya explicamos cómo el propósito de Dios para la salvación de los hombres se centró en Jesucristo. Las promesas que Él hizo a Eva, Abraham y David, todas hablan de Jesús como su descendiente literal. En verdad, la totalidad del Antiguo Testamento apunta a Cristo y profetiza acerca de él. La ley de Moisés, que Israel tenía que obedecer antes de la época de Cristo, constantemente apuntaba hacia Jesús: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo” (Gá. 3:24). De este modo, en la fiesta de Pascua tenía que matarse un cordero en perfectas condiciones (Ex. 12:3-6); esto representaba el sacrificio de Jesús, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29; 1 Co. 5:7). La condición intachable que se requería para todos los sacrificios de animales apuntaba hacia el carácter perfecto de Jesús (Ex. 12:5, comparado con 1 P. 1:19).
En los Salmos y profetas del Antiguo Testamento hay incontables profecías acerca de cómo sería el Mesías. Se centran especialmente en describir cómo moriría. La negativa del judaísmo a aceptar la idea de un Mesías que muere sólo puede deberse a su desatención a estas profecías, algunas de las cuales se presentan a continuación:
Profecía del Antiguo Testamento:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Sal. 22:1).
Cumplimiento en Cristo:
Estas fueron las mismas palabras de Jesús en la cruz (Mt.27:46).
“Soy… despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, los Judíos despreciaron a Jesús y se burló de él (Lc. 23:35; 8:53); ellos menearon la cabeza (Mt. 27:39), y diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él” (Sal. 22:6-8). dijeron esto mientras él colgaba en la cruz (Mt. 27:43).
"Mi lengua se pegó a mi paladar…horadaron mis manos y mis pies” (Sal. 22:15,16).
Esto se cumplió en la sed de Jesús en la cruz (Jn. 19:28). El taladrado de manos y pies se refiere al método físico de crucifixión que se usó.
“Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Sal. 22:18).
El cumplimiento preciso de esto se halla en Mateo 27:35.
Note que Hebreos 2:12 cita específicamente Salmos 22:22 para aplicarlo a Jesús “Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre. Porque me consumió el celo de tu casa” (Sal. 69:8,9).
Esto describe bien los sentimientos de Cristo con respecto al distanciamiento de sus hermanos judíos
y de su propia familia (Jn. 7:3-5; Mt. 12:47-49). Esto se cita en Juan 2:17.
“Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Sal. 69:21).
Esto ocurrió mientras Cristo estaba en la cruz (Mt. 27:34). La totalidad de Isaías 53 es una notable
profecía acerca de la muerte y resurrección de Cristo, cada versículo del cual tuvo un inequívoco cumplimiento. A continuación se dan sólo dos ejemplos:
“Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:7) Cristo, el Cordero de Dios, permaneció en silencio durante su juicio (Mt. 27:12,14).
“Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte” (Is. 53:9).
Jesús fue crucificado junto a criminales inicuos (Mt. 27:38), pero fue enterrado en la tumba de un
hombre rico (Mt. 27:57-60).
No es extraño que el Nuevo Testamento nos haga recordar que la “ley y los profetas” del Antiguo Testamento es la base de nuestro entendimiento acerca de Cristo (Hch. 26:22; 28:23; Ro. 1:2,3; 16:25,26). Jesús mismo advirtió que si no entendemos correctamente a “Moisés y a los profetas”, no podemos entenderlo a él (Lc. 16:31; Jn. 5:46,47).
Que la ley de Moisés apuntara hacia Cristo, y que los profetas profetizaran acerca de él, debería ser suficiente prueba de que Jesús no existía físicamente antes de su nacimiento. La falsa doctrina de la ‘pre-existencia’ física de Cristo antes de su nacimiento convierte en absurdas las repetidas promesas de que él sería la simiente (descendiente) de Eva, Abraham y David. Si él ya estaba existiendo en el cielo cuando se dieron estas promesas, Dios habría estado equivocado al prometer a estas personas un descendiente que sería el Mesías. Las genealogías de Jesús, anotadas en Mateo y Lucas 3, muestran que Jesús tenía un pedigree que se remontaba hasta aquellas personas a quienes Dios había hecho las promesas. La promesa de David referente a Cristo hace imposible su existencia física en la época en que se hizo la promesa: “Yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas… yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo (2 S. 7:12,14). Note el tiempo futuro que se usó aquí. En vista de que Dios sería el Padre de Cristo, es imposible que el Hijo de Dios haya podido ya estar en existencia en aquel período de tiempo en que se hizo la promesa. Que esta simiente “procederá de tus entrañas” muestra que él habría de ser un descendiente literal y físico de David.
“En verdad, juró Jehová a David… De tu descendencia pondré sobre tu trono” (Sal. 132:11).
Salomón fue el cumplimiento básico de la promesa, pero como él ya estaba físicamente en existencia al tiempo de esta promesa (2 S. 5:14), el principal cumplimiento de esta promesa acerca de que David tendría un descendiente físico que sería el Hijo de Dios, debe referirse a Cristo (Lc. 1:31-33). “Levantaré a David renuevo justo” (Jer. 23:5), es decir, el Mesías.
Similares casos en que se usa el tiempo futuro se hallan en otras profecías referente a Cristo. En Hechos 3:22,23 se cita el pasaje “profeta les levantaré [a Israel]… como [Moisés]” (Dt. 18:18), que define a ese profeta como Jesús.
EL NACIMIENTO VIRGINAL
El relato de la concepción y nacimiento de Cristo no deja margen para la idea de que él pre-existió físicamente. Aquellos que sostienen la falsa doctrina de la ‘Trinidad’ se ven forzados a concluir que en algún momento hubieron tres personas en el cielo, y luego una de ellas de algún modo se convirtió en feto en las entrañas de María, quedando sólo dos en el cielo. Por lo tanto, la creencia en la pre-existencia nos lleva a concluir que Cristo de algún modo descendió y entró en las entrañas de María. Toda esta compleja teología es totalmente ajena a la enseñanza de la Escritura. El relato del comienzo de Cristo no da ninguna razón para pensar que salió del cielo y entró en María. La falta de evidencia de esto es un gran ‘eslabón perdido’ en la enseñanza trinitaria.
El angel Gabriel apareció a María con el mensaje de que “concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo… Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón [es decir, ella era virgen]. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:31-35).
Dos veces se recalca que Jesús sería el Hijo de Dios al nacer; evidentemente, el Hijo de Dios no existía antes de su nacimiento. Una vez más, se debe tomar nota de los muchos casos de tiempo futuro – por ejemplo, “será grande”. Si Jesús ya existía físicamente cuando el ángel le dijo esas palabra a María, él ya era grande. Jesús fue el “linaje” de David (Ap. 22:16), la palabra griega ‘genos’ implica que Jesús ‘se generó de’ David. Él nació “de” María (Lc. 1:35).
LA CONCEPCIÓN DE JESÚS
Por medio del Espíritu Santo (poder/aliento de Dios) que actuó sobre María, ella pudo concebir a Jesús sin haber tenido relación con un hombre. De modo que José no fue el padre de Jesús. Debe entenderse que el Espíritu Santo no es una persona (véase el Estudio 2); Jesús fue el Hijo de Dios, no el Hijo del Espíritu Santo. Por medio del uso que Dios hizo de su Espíritu sobre María, “por lo cual también el Santo Ser” que había de nacer de ella, fue “llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:35). El uso de la palabra “por lo cual” implica que si el Espíritu Santo no hubiera actuado sobre las entrañas de María, Jesús, el Hijo de Dios, no podría haber tenido existencia.
Que Jesús fue “concebido” en las entrañas de María” (Lc. 1:31) es también prueba de que no puede haber existido físicamente antes de este tiempo. Si ‘concebimos’ una idea, esta comienza dentro de nosotros. Asimismo, Jesús fue concebido dentro de las entrañas de María –allí empezó como feto, tal como cualquier otro ser humano. Juan 3:16, el más famoso versículo de la Biblia, consigna que Jesús fue el “Hijo Unigénito” de Dios. Millones de personas que recitan este versículo no meditan en lo que implica. Si Jesús fue “engendrado”, el ‘comenzó’ su existencia cuando fue concebido en las entrañas de María. Si Jesús fue engendrado por Dios como su Padre, esta es una clara evidencia de que su Padre es mayor que él –Dios no tiene principio (Sal. 90:2) y por lo tanto Jesús no puede ser Dios mismo ( Expanderemos mas adelante sobre este punto).
Es significativo que Jesús fue “engendrado” por Dios, mas no creado, como lo fue Adán originalmente. Esto explica la íntima asociación de Dios con Jesús –“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Co. 5:19). Que Cristo fue engendrado por Dios, más bien que sólo creado del polvo, ayuda también a explicar su natural aptitud para los caminos de Dios su Padre.
Isaías 49:5,6 contiene una profecía referente a Cristo como la luz del mundo, lo que él cumplió (Jn. 8:12). Se le describe como meditando en “Jehová… que me formó desde el vientre para ser su siervo”. Por lo tanto, Cristo fue “formado” por Dios en el vientre de María, por medio del poder de su Espíritu Santo. Las entrañas de María fue evidentemente el lugar del origen físico de Cristo.
Hemos visto en el Estudio 7.1 que Salmos 22 profetiza los pensamientos de Cristo en la cruz. Él consideró que Dios “me sacó del vientre…sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Sal. 22:9,10). Cuando estaba muriendo, Cristo recordó sus orígenes –en el vientre de su madre María, formado por el poder de Dios. La descripción misma acerca de María en los evangelios como la “madre” de Cristo destruye en sí misma la idea de que él existió antes de nacer de María.
María era un ser humano común, con padres humanos normales.
Esto queda demostrado por el hecho de que ella tenía una prima, quien dio a luz a Juan el Bautista, un hombre común (Lc. 1:36). La idea católica romana de que María no era de naturaleza humana común significa que Cristo no podría haber sido tanto “Hijo del Hombre” como “Hijo de Dios”. Estos son sus frecuentes títulos por todo el Nuevo Testamento. Fue “Hijo del Hombre” por razón de tener una madre totalmente humana, e “Hijo de Dios” debido a la acción de Dios sobre María por medio del Espíritu Santo (Lc. 1:35), significando que Dios era su Padre. Este hermoso arreglo queda anulado si María no fue una mujer común.
“¿Qué hará limpio a lo inmundo? Nadie… ¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, y para que se justifique el nacido de mujer?… ¿Ycómo será limpio el que nace de mujer?” (Job 14:4; 15:14; 25:4). Esto pone fin a cualquier idea acerca de que sea posible una inmaculada concepción, ya sea de María o de Jesús.
Como María nació “de mujer”, con padres humanos comunes, debe haber tenido nuestra naturaleza humana e impura, que ella transfirió a Jesús, el cual fue “nacido de mujer” (Gá. 4:4). El lenguaje de que fue “nacido” por medio de María es mayor evidencia de que él no pudo haber existido físicamente sin haber nacido de ella. El Diaglotón vierte Gálatas 4:4 así: “Habiendo sido producido de una mujer”. El Salvador iba a ser ‘la simiente de la mujer’ (Gn. 3:15), ocurriendo esta promesa en el contexto de los registros en Génesis de muchas genealogías basadas en hombres.
Los relatos del evangelio frecuentemente indican el carácter humano de María. Cristo tuvo que reconvenirla por lo menos tres veces por su falta de percepción espiritual (Lc. 2:49; Jn. 2:4); ella no entendió todo lo que él decía (Lc. 2:50). Esto es exactamente lo que esperaríamos de una mujer que era de naturaleza humana cuyo hijo era el Hijo de Dios y por lo tanto más espiritualmente perceptivo que ella, aunque él también compartió la naturaleza humana. José tuvo relaciones con María después del nacimiento de Cristo (Mt. 1:25), y no hay razón para pensar que ellos no tuvieran de ahí en adelante una relación marital normal.
Por lo tanto, la mención acerca de la “madre y sus hermanos” de Cristo en Mateo 12:46,47 implicaría que María tuvo otros hijos después de Jesús. Jesús fue sólo “su primogénito”. Por consiguiente, las enseñanzas católicas de que María siguió siendo virgen y que luego ascendió al cielo no tiene absolutamente ningún apoyo bíblico, Como ser humano de naturaleza mortal, María debió haber envejecido y fallecido; aparte de esto leemos en Juan 3:13 que “nadie subió al cielo”. El hecho de que Cristo tuvo naturaleza humana (véase He. 2:14-18; Ro. 8:3) significa que su madre debe haberla tenido también, ya que su Padre no la tuvo. Ella se consideró a sí misma como “la sierva [sirviente femenina] del Señor” (Lc. 1:38, compárese con Sal. 86:16) – no como ‘la madre de Dios’.
EL LUGAR DE CRISTO EN EL PLAN DE DIOS
Dios no decide sus planes en forma improvisada, ideando partes extras para su propósito a medida que se desarrolla la historia humana. Dios tenía formulado un plan completo desde el principio mismo de la creación (Jn. 1:1). Por lo tanto, su deseo de tener un Hijo estaba en su plan desde el principio. Él amaba ese Hijo antes de que naciera tal como los padres pueden amar a un hijo aún en el vientre materno. La totalidad del Antiguo Testamento revela diferentes aspectos del plan de salvación de Dios en Cristo.
Hemos demostrado frecuentemente que por medio de las promesas, las profecías de los profetas, y los tipos de la ley de Moisés, el Antiguo Testamento está constantemente revelando el propósito de Dios en Cristo. Fue por motivo del conocimiento de Dios de que Él tendría un Hijo que Él también efectuó la creación (He. 1:1,2, texto griego; En la versión del Rey Jaime en inglés la palabra “por” se traduce mejor como “por motivo de”). Fue por motivo de Cristo que Dios permitió las edades de la historia humana (He. 1:2, texto griego). Se desprende que la revelación de Dios al hombre en el transcurso de los años, tal como se consigna en el Antiguo Testamento, está llena de referencias a Cristo.
Es difícil que nosotros podamos entender completamente la supremacía de Cristo y su inmensa y fundamental importancia para Dios. Por lo tanto, es correcto decir que Cristo existió en la mente y propósito de Dios desde el principio, aunque él sólo llegó a existir físicamente por medio de su nacimiento de María. Hebreos 1:4-7,13,14 recalca que Cristo no era un ángel; mientras que en su vida mortal, él era inferior a los ángeles (He. 2:7), fue exaltado a un honor mucho más grande que el de ellos, en vista de que él era el “Hijo unigénito” de Dios (Jn. 3:16). Cristo no existió como un “espíritu” antes de su nacimiento. 1 Pedro 1:20 resume la posición: Cristo fue “destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos”.
Jesús era el pivote central del evangelio, que Dios “había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje [creado por procreación] de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Ro.1:1-4).
Esto resume la historia de Cristo:
1. Prometido en el Antiguo Testamento –es decir, en el plan de Dios.
2. Creado como una persona física por medio del nacimiento virginal,
como una simiente de David.
3. Debido a su carácter perfecto (“el Espíritu de Santidad”) mostrado
durante su vida mortal
4. Fue resucitado, y por medio de la predicación inspirada de los apóstoles,
él nuevamente fue declarado públicamente como el Hijo de Dios.
LA PRECOGNICIÓN DE DIOS
Recibiremos considerable ayuda en nuestra apreciación de cuán plenamente estaba Cristo en la mente de Dios en el principio, aunque no existía físicamente, si podemos aceptar el hecho de que Dios conoce todas las cosas que ocurrirán en el “futuro”; él tiene ‘precognición’ completa.
Por lo tanto, Dios puede hablar y pensar acerca de cosas que no existen, como si existieran. Tal es la totalidad de su conocimiento del futuro. Estrictamente, no hay en hebreo una palabra para ‘promesa’ –ni siquiera una; con seguridad la palabra de promesa de Dios se cumplirá. Lo que Él dice es como si ha sucedido. Dios “llama las cosas que no son, como si fuesen” (Ro. 4:17). Por lo tanto, él puede declarar “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho… [diciendo] mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:10. Debido a esto, Dios puede hablar de los muertos como si estuvieran vivos antes de nacer, y puede hablar de hombres como si estuvieran vivos antes de nacer.
El puede hablar de un día venidero como si ha venido.
El “consejo”, o palabra de Dios, había profetizado a Cristo desde el principio; él siempre estuvo en el propósito o ‘agrado’ de Dios. Por lo tanto, era cierto que en algún tiempo Cristo nacería físicamente; Dios cumpliría su declarado propósito en Cristo. La certeza de la precognición de Dios está, por lo tanto, reflejada en la seguridad de su palabra. El hebreo bíblico tiene un tiempo gramatical ‘profético perfecto’, que usa el tiempo pasado para describir cosas futuras que Dios ha prometido. Así David dijo: “Aquí está la casa de Jehová Dios” (Texto Hebreo, 1 Cr. 22:1), cuando en aquel tiempo el templo era solamente una promesa de Dios.
Tanta era la fe en la promesa que David se atrevió a describir cosas futuras.
La Escritura abunda en ejemplos de la precognición de Dios. Dios estaba tan seguro de que cumpliría las promesas que le hizo a Abraham, que le dijo: “A tu descendencia he dado esta tierra” (Texto Hebreo, Gn, 15:18), en una etapa en que Abraham ni siquiera tenía hijos. Durante este mismo período antes de que naciera la descendencia (Isaac/Cristo), Dios además prometió: “Te he puesto por padre de muchedumbre de gentes” (Gn. 17:5). Verdaderamente, Dios “llama las cosas que no son, como si fuesen”.
De este modo Cristo habló durante su ministerio de cómo Dios “todas las cosas ha entregado en su mano [de Cristo]” (Jn. 3:35), aunque este no era el caso en aquel tiempo. “Todo lo sujetaste bajo sus pies [de Cristo]… pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (He. 2:8).
Dios habló acerca de su plan de salvación, que efectuaría por medio de Jesús,”por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio” (Lc. 1:70). Como estaban tan intimamente vinculados al plan de Dios, se hablaba de estos hombres como si literalmente existieron en el principio, aunque evidentemente este no es el caso. En cambio podemos decir que los profetas estaban en el plan de Dios desde el principio. Jeremías es un ejemplo clásico: “Antes que te formase en el vientre te conocí,
y antes que nacieses te santifiqué; te di por profeta a las naciones “ (Jer.1:5). De modo que Dios sabía todo acerca de Jeremías aun antes de la creación.
De igual manera, Dios podía hablar de Ciro, el rey persa, antes del tiempo de su nacimiento, usando lenguaje que implica que entonces estaba en existencia. Hebreos 7:9,10 es otro ejemplo de este lenguaje de existencia que se usa para alguien que entonces no ha nacido. De la misma manera que se habla de Jeremías y los profetas como si hubiesen existido aun antes de la creación, debido a su parte en el plan de Dios, así también se habla de los verdaderos creyentes como si en aquel tiempo hubiesen tenido existencia. Es evidente que en aquel tiempo nosotros no existíamos físicamente, excepto en la mente de Dios quien “nos salvó y llamó con llamamiento santo… según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Ti. 1:9). Dios “nos escogió en él [en Cristo] antes de la fundación del mundo… habiéndonos predestinado… según el puro afecto de su voluntad” (Ef. 1:4,5). La idea total de que Dios preconoce a las personas desde el principio, y que las ‘determinó’ (‘predestinò’) para salvación, indica que existieron en la mente de Dios en el principio (Ro. 8:27; 9:23).
A la luz de todo esto, no es sorprendente que se diga que Cristo, como la suma del propósito de Dios, existió desde el principio en la mente y plan de Dios, aunque físicamente eso no pudo haber ocurrido. El fue “el cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap. 13:8).
Jesús no murió entonces literalmente; él fue el “Cordero de Dios” sacrificado en la cruz cerca de 4000 años después (Jn. 1:29; 1 Co. 5:7). De la misma manera que Jesús fue escogido desde el principio (1 P. 1:20), así también fueron los creyentes (Ef. 1:4; en estos versículos se usó la misma palabra griega que se vertió como “escogió”). Nuestra dificultad para comprender todo esto se debe a que no podemos imaginar fácilmente cómo obra Dios aparte del concepto del tiempo. La ‘fe’ es la capacidad para ver las cosas desde el punto de vista de Dios, sin las restricciones del tiempo.
“EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO” (JUAN 1:1-3)
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas” (Jn. 1:1-3).
Estos versículos, cuando se entienden apropiadamente, confirman y expanden las conclusiones alcanzadas en la sección anterior. Sin embargo, este pasaje es el que más se ha tergiversado para enseñar que Jesús existió en el cielo antes de su nacimiento. Un entendimiento correcto de estos versículos depende de lo que creamos que significa la expresión “el Verbo” en este contexto. No puede referirse directamente a una persona, porque una persona no puede estar “con Dios” y al mismo tiempo ser Dios. La palabra griega ‘logos’ que aquí se ha traducido como “Verbo”, no significa en sí misma ‘Jesús’. Por lo general se traduce como “Verbo” o palabra, pero también como: relato causa comunicación doctrina intención predicación razón dicho nuevas.
Sólo se habla del “Verbo” como “él” porque ‘logos’ es masculino en griego. Pero esto no significa que se refiere a Jesús. La versión alemana (de Lutero) habla de “dast wort” (neutro); la versión francesa (de Segond) habla de “la parole” en femenino, mostrando que “el Verbo” no indica necesariamente una persona masculina. La versión católica ‘Douay’ traduce “la Palabra”.
“EN EL PRINCIPIO”
‘Logos’ puede referirse estrictamente al pensamiento interior que se expresa exteriormente en palabras y otra forma de comunicación. En el principio Dios tenía este ‘logos’. Este propósito singular estaba centrado en Cristo. Todo lo creado llegó a existir a causa del propósito que Dios tenía en Cristo –las estrellas, planetas, etc. fueron todas de algún modo creadas en conexión con el nacimiento, existencia y victoria de Cristo (y he aquí, por lo tanto, la humildad de Dios permitiendo el nacimiento y muerte de su Hijo en la forma en que lo hizo). Hemos mostrado como el Espíritu de Dios pone en actividad sus pensamientos interiores, lo que explica la conexión entre su Espíritu y su palabra (véase la Sección 2.2). Como el Espíritu de Dios desarrollaba su plan para los hombres e inspiraba desde el principio su palabra escrita, de ese modo comunicaba la idea de Cristo en su obra y palabras. Cristo era el ´logos’ de Dios, y por lo tanto el Espíritu de Dios expresaba el plan de Dios acerca de Cristo en todas sus actuaciones. Esto explica por qué tantos incidentes del Antiguo Testamento son típicos de Cristo. Sin embargo, no está demás recalcar que Cristo en persona no era “el Verbo” o la Palabra; “la Palabra” era el plan de salvación de Dios por medio de Cristo. ‘El logos’ (“la Palabra”) se usa con mucha frecuencia en relación con el evangelio acerca de Cristo –por ejemplo, “la palabra de Cristo” (Col. 3:16 compárese con Mt. 13:19; Jn. 5:24; Hch, 19:10; 1 Ts. 1:8, etc.). Note que el ‘logos’ es acerca de Cristo, más bien que sea personalmente él. Cuando Cristo nació, esta “palabra” se convirtió en una forma de carne y sangre –“y aquel Verbo [o Palabra] fue hecho carne” (Jn. 1:14). Jesús era personalmente ‘el verbo hecho carne’ más bien que ‘el Verbo’ o Palabra. Él llegó a ser personalmente ‘el Verbo’ o Palabra cuando nació de María, más bien que en cualquier tiempo anterior.
El plan, o mensaje, acerca de Cristo estuvo con Dios en el principio, pero fue claramente revelado en la persona de Cristo, y en la predicaciòn del evangelio acerca de él en el primer siglo. De modo que Dios nos declaró su palabra por medio de Cristo (He. 1:1,2). Una y otra vez se recalca que Cristo expresó las palabras de Dios y realizó milagros por la palabra o mandato de Dios a fin de revelarnos a Dios (Jn. 2:22; 3:34; 7:16; 10:32,38; 14:10,24).
Pablo obedeció el mandato de Cristo de predicar el evangelio acerca de él “a todas las gentes”. “La predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora… se ha dado a conocer a todas las gentes” (Ro. 16:25,26, compárese con 1 Co. 2:7). La vida eterna para el hombre solo fue posible por medio de la obra de Cristo (Jn. 3:16; 6:53,54); no obstante, en el principio Dios tenía este plan para ofrecer al hombre la vida eterna, sabiendo ciertamente del sacrificio que Jesús haría. La revelación completa de esa oferta sólo se produjo después del nacimiento y muerte de Jesús: “La vida eterna, la cual Dios… prometió desde antes del principio de siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra [de vida] por medio de la predicación” (Ti. 1:2,3). Hemos visto cómo se habla de los profetas de Dios como si siempre hubiesen existido (Lc. 1:70) en el sentido de que “la palabra” que ellos hablaban existió con Dios desde el principio.
Las parábolas de Jesús revelaron muchas de estas cosas; de ese modo él cumplió la profecía referente a sí mismo: “Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mt. 13:35). Fue en este sentido que “en el principio… el Verbo era con Dios”, pero “fue hecho carne” en el nacimiento de Cristo.
“EL VERBO ERA DIOS”
Ahora estamos preparados para considerar en qué sentido “el Verbo era Dios”. En esencia, nuestros planes y pensamientos somos nosotros mismos. ‘Me voy a Londres’ es una ‘palabra’ o comunicación que expresa mi propósito, porque es mi propósito. El plan de Dios en Cristo se puede entender de igual manera. “Porque cual es su pensamiento [del hombre] en su corazón, tal es él” (Pr. 23:7), y como piensa Dios es Dios mismo. Así la palabra o pensamiento de Dios es Dios: “el Verbo [la palabra] era Dios”. Debido a esto, hay una asociación muy íntima entre Dios y su palabra; paralelismos como Salmos 29:8 son comunes: “Voz de Jehová que hace temblar al desierto; hace temblar Jehová el desierto” (compárese Sal. 56:4; 130:5). Declaraciones como “pero no me habéis oído, dice Jehová “ (Jer. 25:7) son comunes en los profetas. En verdad, Dios quiere decir: ‘Uds. no han escuchado mi palabra hablada por los profetas’.
En realidad, algunas veces ‘Jehová’ ha de leerse como significando ‘la palabra de Jehova’ (ejemplo, 1 S. 3:8). Del mismo modo, “la Escritura” se ha de entender como significando ‘Dios’ (Ro. 9:17, compárese Ex. 9:16; Gá. 3:8). David tomó la palabra de Dios como su lámpara y luz (Sal.119:105), no obstante también expresó: “Tú eres mi lámpara, oh Jehová; mi Dios alumbrará mis tinieblas” (2 S. 22:29), mostrando el paralelo entre Dios y su palabra. Por lo tanto, es comprensible que se personifique la palabra de Dios como si fuese él mismo, es decir, se habla de ella como si fuese una persona, aunque no lo es (véase la Digresión 5, ‘El Principio de Personificación').
Dios es la verdad misma (Jn. 3:33; 8:26; 1 Jn. 5:10), y por lo tanto la verdad de Dios también es la verdad (Jn. 17:17). De manera similar, Jesús se identifica a sí mismo con sus palabras tan íntimamente que él p1ersonifica su palabra: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Jn.12:48). Jesús habla de su palabra como si fuese una persona literal, es decir, él mismo. Sus palabras fueron personificadas porque estaban tan íntimamente asociadas con Jesús.
La palabra de Dios también se personifica como una persona, es decir, Dios mismo, en Juan 1:1-3. De modo que, referente a la palabra, se nos dice: “Todas las cosas por él fueron hechas” (Jn. 1:3). Sin embargo, “creó Dios” todas las cosas por su palabra de mandato (Gn. 1:1). Debido a esto, se habla de la palabra de Dios como si fuese Dios mismo. La enseñanza devocional que se puede sacar de esto es que por medio de la palabra de Dios que está en nuestro corazón, Dios puede llegar muy cerca de nosotros. Dios habló de cómo Israel “profanó” el mandato de guardar el Sábado, y luego, de cómo lo profanaron a Él (Ez. 22:26). Él es Su palabra, y despreciar sus pensamientos es despreciarlo a Él. Nuestra actitud hacia Su palabra es nuestra actitud hacia Él. Así Saúl pecó “contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó” (1 Cr. 10:13).
Es evidente por Génesis 1 que Dios fue el creador, por medio de su palabra, y no Cristo en persona. Fue la palabra o Verbo, que se describe como que hizo todas las cosas, y no Cristo en persona (Jn. 1:1-3). “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos [es decir, las estrellas] por el aliento de su boca… él dijo y fue hecho” (Sal. 33:6,9). Incluso en el presente es por su palabra que se desarrolla la creación natural: “Él envía su palabra a la tierra; velozmente corre su palabra. Da la nieve como lana… enviará su palabra… y fluirán las aguas” (Sal. 147:15-18).
Como la palabra de Dios es su poder creativo, él la usó en el engendramiento de Jesús en el vientre de María. La palabra, el plan de Dios puesto en acción por su Espíritu Santo (Lc. 1:35), llevó a cabo la concepción de Cristo. María reconoció esto en su respuesta a las nuevas acerca de su inminente concepción de Cristo: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc. 1:38).
Hemos visto que el Espíritu o Palabra de Dios refleja su propósito, el cual ha sido declarado en todo el Antiguo Testamento. Hasta qué punto es cierto, se muestra en Hechos 13:27, donde se habla de Jesús en paralelo a las palabras de los profetas del Antiguo Testamento: “[Los judíos] no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas”. Cuando nació Cristo, toda la palabra o Espíritu de Dios se expresó en la persona de Jesucristo. Bajo inspiración, el apóstol Juan se regocijó por el modo en que el plan de vida eterna de Dios se había expresado en Cristo, a quien los discípulos habían podido palpar y ver físicamente. Ahora reconoció que ellos habían estado manejando la palabra de Dios, su completo plan de salvación en Cristo (1 Jn. 1:1-3). Aunque nosotros no podemos ver físicamente a Cristo, también podemos regocijarnos de que por medio de un verdadero entendimiento de él, podemos conocer tan íntimamente el propósito de Dios para con nosotros y de ese modo podemos asegurarnos la vida eterna (1 P. 1:8,9). Debemos hacernos las preguntas:
“¿Conozco realmente a Cristo?” Tan sólo aceptar que una vez existió un hombre bueno llamado Jesús no es suficiente. Por medio de un constante y piadoso estudio de la Biblia, es posible entenderlo prontamente como nuestro Salvador personal y nos relacionaremos con él por medio del bautismo. Él juzgará a los hombres en el día postrero, pero también la palabra será juez de ellos(Jn. 12:48). El fue la expresión perfecta de la esencia de la palabra de Dios. En ese sentido, él fue aquella palabra. él fue de manera completa la Palabra/mensaje que él predicó.
JESÚS HISTÓRICO
Si, como afirman algunos, no hay evidencia de que Jesús de Nazareth haya existido, entonces la existencia misma del cristianismo es difícil de explicar. Esperar que alguien crea que millones de personas durante los pasados 2000 años han basado sus creencias en alguien que nunca existió, y tener una fe tan intensa en él que fueron motivados a difundir su fe en él a nivel mundial, a menudo a riesgo de persecución y muerte, es pedir algo inconcebible. Cristianos y judíos por lo general no tienen dificultad para aceptar que Mahoma existió, aunque rechazan sus pretensiones y enseñanzas. En verdad, aceptamos que los más famosos personajes históricos existieron sin exigir una revisión crítica de la evidencia.
Frecuentemente se han hecho análisis de acontecimientos históricos de amplia aceptación, por ejemplo, que en 1066 se produjo la batalla de Hastings, pero hemos encontrado difícil de obtener una evidencia concreta. El hecho de que algunos nieguen tan intensamente la existencia misma de Jesús de Nazaret es sin duda indicativo de una reacción extrema, un deseo de encontrar una excusa conveniente para no hacer frente a las razones para aceptar su Mesiazgo. Esto es especialmente cierto cuando se reconoce que los primeros judíos mismos aceptaron que en el primer siglo existió una persona llamada Jesús. Las siguientes evidencias históricas de la existencia de Jesús de Nazaret muestran que de ninguna manera se le puede desechar como invención teológica de los hombres.
Mucha información útil de esta sección se seleccionó de Gary Habermas, ‘Ancient Evidence for the Life of Jesus’ (Antigua Evidencia de la Vida de Jesús).
1. Tácito fue un historiador romano cuyos dos libros principales acerca del primer siglo (‘Annals’ y ‘Histories’) mencionan a Jesús y al cristianismo.
En los ‘Annals’ (Anales), cerca del año 115 de nuestra era, escribió: “Una clase odiada por sus abominaciones, llamados cristianos por el populacho. Christus, de quien se originó el nombre, sufrió la pena capital durante el reinado de Tiberio, por sentencia de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilatos”.
El emperador Tiberio reinó entre los años 14-37 de nuestra era, durante cuyo período Cristo fue ajusticiado, conforme a estos anales. Tácito también describe cómo las creencias de este grupo “surgieron no solamente en Judea, donde comenzaron [estas ideas], sino incluso en Roma”, y él continúa describiendo cómo los cristianos eran odiados en todas partes, y muchos fueron muertos en Roma. Todo esto concuerda con el relato del Nuevo Testamento acerca de Jesús, ya que los discípulos y los apóstoles difundieron sus enseñanzas primeramente en Judea, y luego por todo el mundo romano, incluso Roma, encontrando gran oposición.
2. Suetonio, otro historiados romano, comentó sobre el reinado de Claudio (41-54 de nuestra era): “Debido a que los judíos en Roma constantemente causaban disturbios por instigación de Cresto, él [Claudio] los expulsó de la ciudad”. “Cresto” es otra forma de escribir “Cristo”. Incidentalmente,
Hechos 18:2 describe cómo una pareja de judíos llamados Aquila y Priscila tuvieron que salir de Roma debido a la persecución de los judíos. Después Seutonio comenta acerca de la persecución de los cristianos en el reinado de Nerón: “Después del gran incendio de Roma… también se aplicaron castigos a los cristianos, una secta que profesaba una creencia nueva y malévola”. Esta referencia a la existencia de un grupo llamados “cristianos” en el primer siglo sugiere que una persona llamada “Cristo” existió a comienzos de ese siglo.
3. F.F. Bruce (“Christian Origins”, pgs, 29,30) señala el hecho de que hay referencias a una historia del Mediterráneo oriental escrita por un historiador llamado Thallus cerca del año 52 de nuestra era. Bruce muestra en otro libro (The New Testament Documents” pg. 113) que un erudito llamado Julio Africano, citó a Thallus, mofándose de la descripción que éste hace de las tinieblas que se produjeron durante la crucifixión de Jesús atribuyéndolas a un eclipse de sol. Esto sugiere que Thallus escribió un relato de la crucifixión de Jesús, la cual ocurrió algunos años antes de que él escribiera su historia en el año 52 de nuestra era.
4. Plinio, un oficial del Gobierno Romano, menciona detalladamente la existencia de un grupo de personas muy activas llamadas cristianas en los últimos años del primer siglo. El describe la forma en que ellos efectuaban el servicio recordatorio: “Tenían la costumbre de reunirse en un cierto día fijo antes de que amaneciera, cuando cantaban en estrofas alternadas un himno a Cristo” (“Cartas de Plinio” traducido al inglés por W. Melmoth, Vol 2, X:96). Los emperadores romanos, Trajano y Adriano, mencionaron el problema de tratar con los cristianos. Para referencias de esto, véase “Carta a Plinio”, Vol.2, X:97 y la Historia Eclesiástica, de Eusebio, IV:IX, respectivamente. La existencia de este grupo desde el primer msiglo y su extraordinaria tenacidad durante las persecuciones sugeriría que ellos eran seguidores de un personaje histórico real que vivió en el primer siglo.
5. El Talmud, un libro sagrado judío, en Sanedrín 43a se refiere a la muerte de Jesús. Es aceptado que esta parte del Talmud data del primer período de la compilación de ese libro (es decir, en los años 70 a 200 de nuestra era):
“En la víspera de la pascua Yeshu [Jesús] fue colgado. Durante 40 días antes de que se realizara la ejecución, un heraldo proclamó: ‘Él va a ser pedreado porque ha practicado la brujería y ha incitado a Israel a que apostatara. Cualquiera que pueda decir algo a su favor, que pase adelante en su defensa’. Pero en vista de que nada se presentó en su favor, fue colgado en la víspera de la pascua”.
“Colgado” puede ser un modismo de crucifixión –así se usó en el Nuevo Testamento (Gá. 3:13; Lc. 23:39). Este pasaje describe a los judíos queriendo que Jesús fuera apedreado (¿presumiblemente en conformidad con la ley mosaica?), pero menciona que efectivamente fue colgado. La explicación de esto se da en la descripción del Nuevo Testamento acerca de cómo los judíos tenían que usar la ley romana para efectuar la muerte de Jesús –la cual habría sido por medio de la crucifixión.
El Sanedrín 43a también describe cómo cinco discípulos de Jesús fueron sentenciados a muerte, mostrando de nuevo que los judíos habían creído tradicionalmente en la existencia del Jesús histórico. En Sanedrín 106b incluso dice que Jesús tenía 33 años cuando murió; exactamente como lo requiere el Nuevo Testamento. Maier (“First Easter”, pgs. 117,118) cita del documento judío del siglo V, “Toledoth Jesu”, que afirma que los discípulos trataron de robar el cuerpo de Jesús después de su muerte, pero que un jardinero llamado Judá se enteró de sus planes y trasladó el cuerpo de Jesús a otra parte entregándolo después a los judíos. Justino Martyr escribiendo el año 50 de nuestra era consigna que los judíos despacharon mensajeros especiales para que afirmaran que el cuerpo de Jesús había sido robado (“Diálogo con Tryfo”, 108), y Tertuliano (“On Spectacles”, 30), presenta un relato similar cuando escribió en el año 200 de nuestra era. Entre ellos, estos puntos de evidencia muestran que los judíos de los primeros siglos de nuestra era creían en la existencia y muerte violenta del Jesús histórico.
6. El dramaturgo griego Luciano, escribiendo en el segundo siglo, se burla de los cristianos que “adoran a un hombre hasta este día [el cual] fue crucificado” (Luciano, La Muerte del peregrino, 11-13 en “Las Obras de Luciano”, Vol. 4, traducción de Fowler y Fowler).
7. Josefo es el historiador más conocido del primer siglo. En sus “Antigüedades”, escrito en los años 90-95 de nuestra era, él menciona a Santiago, “el hermano de Jesús, que se llama Cristo”. Él también habla en otra sección del mismo libro en términos que claramente corroboran la descripción de Jesús que se encuentra en el Nuevo Testamento:
“Existió en esta época Jesús, un hombre sabio… Porque era un hacedor de hechos maravillosos… Era Cristo… se les apareció a ellos al tercer día, vivo, tal como los profetas habían predicho estas y otras diez mil cosas maravillosas referente a él”. Tan preciso es este pasaje que algunos han afirmado que es una interpolación.
Que a pesar de eso hay razón para usar este pasaje en apoyo de la discusión de que hubo un hombre llamado Jesús de Nazaret, que vivió en el primer siglo, se demuestra por las siguientes consideraciones:
- Eusebio (Historia Eclesiástica, 1:XI) cita esta sección de Josefo. - Respetados eruditos apoyan esta primera lectura como original, y pueden demostrar que esta sección está escrita en el mismo estilo de la obra de Josefo (véase Daniel Rops, “El Silencio de los Contemporáneos de Jesús”, pg. 21; J.N.D. Anderson, “Cristianismo: El testimonio de la Historia”, pag.20; F.F. Bruce, “Los Documentos del Nuevo Testamento”, pgs. 108,109).
- No hay evidencia textual de que esto sea una interpolación. -El profesor Schlomo Pines afirma que era casi seguro que la edición arábiga de las obras de Josefo que se han descubierto era la original. El pasaje recién mencionado aparece allí, pero sin las obvias declaraciones doctrinales referentes a la resurrección y Mesiazgo de Jesús que se hizo en el extracto dado anteriormente. Esto parece razonable considerando que Josefo era judío. Pines primeramente hizo públicos sus hallazgos en artículos en “The New York Times”, Febrero 12 de 1972, en el cual él cita el debatido pasaje de Josefo acerca de Jesús tomado de la versión arábiga:
“En esta época hubo un hombre sabio llamado Jesús. Y su conducta era buena y fue conocido como virtuoso. Y mucha gente entre los judíos y otras naciones llegaron a ser sus discípulos. Pilato lo condenó a morir crucificado. Y aquellos que habían llegado a ser sus discípulos no abandonaron su discipulado. Ellos informaron de que él se les apareció tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; en consecuencia, talvez era el Mesías referente al cual los profetas han relatado maravillas”.
Este relato concuerda admirablemente con el relato del Nuevo Testamento.
“HE DESCENDIDO DEL CIELO"
“El pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo…He descendido del cielo” (Jn. 6:33,38).
Estas palabras, y otras parecidas, se tergiversan para apoyar la errónea idea de que Jesús existió físicamente en el cielo antes de su nacimiento. Sin embargo, se deben tener en cuenta los siguientes puntos:
1. Los trinitarios toman estas palabras en forma literal a fin de probar su creencia. Sin embargo, si hemos de tomarlas literalmente, entonces esto significa que de algún modo Jesús bajó literalmente como una persona.
No sólo la Biblia no dice absolutamente nada de esto, sino que el lenguaje acerca de que Jesús fue concebido como un bebé en el vientre de María pierde todo significado. Juan 6:60 describe la enseñanza acerca del maná, diciendo, “es difícil de aceptar” (Traducción de Moffat); es decir, necesitamos entender que se está usando lenguaje figurativo.
2. En Juan 6, Jesús está explicando que el maná era un tipo de él. El maná fue enviado por Dios en el sentido de que Dios era responsable de crearlo en la tierra; no bajó flotando físicamente desde el trono de Dios en el cielo. De modo que la venida de Cristo desde el cielo se ha de entender de igual manera; él fue creado en la tierra por medio de la acción del Espíritu Santo en el vientre de María (Lc. 1:35).
3.Jesús dice que “el pan que yo daré es mi carne” (Jn. 6:51). Los trinitarios afirman que fue la parte ‘Dios’ de Jesús lo que descendió del cielo. Pero Jesús dice que el pan que descendió del cielo fue su “carne”. Asimismo, Jesús relaciona el pan del cielo consigo mismo como el “Hijo del Hombre” (Jn. 6:62), no como ‘Dios el Hijo’.
4. En este mismo pasaje de Juan 6 hay abundante evidencia de que Jesús no fue igual a Dios. La frase “me envió el Padre viviente” (Jn. 6:57) dificilmente es la ‘co-eternidad’ de la cual hablan los trinitarios.
5. Debe preguntarse: ¿Cuándo y cómo Jesús ‘descendió’ del cielo? Los trinitarios usan estos versículos de Juan 6 para ‘probar’ que Jesús descendió del cielo a su nacimiento. Pero Jesús habla de sí mismo como “aquel que descendió del cielo” (vrs. 33,50), como si fuera un proceso en marcha.
Hablando del don de Dios a Jesús, Cristo dijo: “Mi Padre os está dando el pan” del cielo (vr. 32, Weymouth). Al mismo tiempo que hablaba estas palabras, el ya había ‘descendido’ en el sentido de que había sido enviado por Dios. Debido a esto, también podía hablar en tiempo pasado:
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo” (vr. 51). Pero él también habla acerca de ‘descender’ como el pan del cielo en la forma de su muerte en la cruz: “El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (vr. 51). De modo que aquí tenemos a Jesús hablando de que ya descendió del cielo, de que está en proceso de ‘descender’, y de que aún tenía que ‘descender’ por su muerte en la cruz. Tan sólo este hecho debería probar que ese ‘descenso’ se refiere a Dios manifestándose a sí mismo, y no sólo al nacimiento de Cristo. Esto queda concluyentemente demostrado en todas las referencias del Antiguo Testamento acerca de que Dios ‘descendería’ las cuales tienen este mismo significado. De modo que Dios vio la aflicción de su pueblo en Egipto, y ‘descendió’ para salvarlos por medio de Moisés. Él ha visto nuestra servidumbre al pecado, y ha ‘descendido’ o se ha manifestado a sí mismo, enviando a Jesús como el equivalente de Moisés para sacarnos de la sevidumbre.
¿CREÓ JESÚS LA TIERRA?
“El primogénito de toda creación. Porque en él [Jesús] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos” (Col. 1:15-18). Esto es típico de aquellos pasajes que pueden dar la impresión de que Jesús efectivamente creó la tierra.
1. Si esto fuera cierto, entonces se contradicen muchos otros pasajes que enseñan que Jesús no existió antes de su nacimiento. El relato en Génesis claramente enseña que Dios fue el creador. El creador fue ya sea Jesús o Dios; si decimos que Jesús fue el creador mientras que en Génesis se dice que fue Dios, estamos diciendo que Jesús era directamente igual a Dios. En este caso es imposible explicar los muchos versículos que muestran las diferencias entre Dios y Jesús (véase el Estudio 8.2 para ejemplos de estos casos).
2. Jesús fue el “primogénito”, lo que implica un comienzo. No hay prueba de que Jesús fuera el “primogénito” de Dios antes de la creación de la tierra literal. Pasajes como 2 Samuel 7:14 y Salmos 89:27 predijeron que un descendiente literal de David llegaría a ser el primogénito de Dios.
Claramente él no estaba en existencia en el tiempo en que se escribieron esos pasajes, y por lo tanto tampoco existía en el tiempo de la creación. Jesús llegó a ser el “Hijo de Dios con poder” por medio de su resurrección de entre los muertos (Ro. 1:4). Dios resucitó “a Jesús¸ como está escrito también en el salmo segundo: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hch, 13;32,33). De modo que Jesús llegó a ser el primogénito de Dios por medio de su resurrección. Note también que un hijo que se halle a la diestra de su padre se refiere a que es el primogénito (Génesis 48:13-16), y Cristo fue exaltado a la diestra de Dios después de su resurrección (Hch, 2:32; He. 1:3).
3. Es en este sentido que a Jesús se le describe como el primogénito de entre los muertos (Col. 1:18), una frase que es paralela a “el primogénito de toda creación (Col. 1:15). Por lo tanto él habla de sí mismo como “el primogénito de los muertos… el principio de la creación de Dios” (Ap. 1:5; 3:14). Jesús fue el primero de una nueva creación de hombres y mujeres inmortales, cuya resurrección en pleno nacimiento como hijos inmortales de Dios ha sido hecha posible por la muerte y resurrección de Jesús (Ef. 2:10; 4:23,24; 2 Co. 5:17). “En Cristo todos [los verdaderos creyentes] serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Co. 15:22,23). Esta es precisamente la misma idea que se halla en Col. 1. Jesús fue la primera persona que resucitó de entre los muertos y se le dio inmortalidad, él fue el primero de la nueva creación, y los verdaderos creyentes seguirán su modelo cuando él regrese.
4. La creación que se menciona en Col. 1 se refiere, por lo tanto, a la nueva creación y no a la de Génesis. Por medio de la obra de Jesús “todas las cosas fueron creadas… tronos… dominios” etc. Pablo no dice que Jesús creó todas las cosas ni da ejemplos de ríos, montañas, aves. etc.
Los elementos de esta nueva creación se refieren a aquellos galardones que tendremos en el reino de Dios. “Tronos… dominios” etc. se refieren a cómo los creyentes resucitados serán “reyes y sacerdotes y reinaremos sobre la tierra” (Ap. 5:10). Estas cosas se hicieron posibles por medio de la obra de Jesús. “Porque en él fueron creadas todas las cosas… en los cielos” (Col. 1:16). En Efesios 2:6 leemos acerca de los creyentes que están en Cristo sentados en “lugares celestiales”. Si un hombre está en Cristo por medio del bautismo, él es una nueva creación (2 Co. 5:17). Estando en Cristo somos salvados por su muerte (Col. 1:22). El planeta literal no podría ser creado por estar en Cristo. De modo que estos versículos están enseñando que la posición espiritual exaltada que podemos tener ahora, así como lo que experimentaremos en el futuro, todo ha sido hecho posible por Cristo. Los cielos y la tierra contienen todas las cosas que necesitaban reconciliación “mediante la sangre de su cruz [de Cristo]” (Col. 1:16,20), mostrando que la frase “todas las cosas… en el cielo” se refiere a los creyentes que ahora se sientan en “lugares celestiales… en Cristo Jesús”, y no a todas las cosas físicas que nos rodean.
5. Si Jesús fue el creador, es extraño lo que él dría: “… al principio de la creación… los hizo Dios” (Mr. 10:6). Esto seguramente parece como si él entendía que Dios era el creador, no él mismo. Si él literalmente creó todo en el cielo esto incluiría a Dios,
“ANTES QUE ABRAHAM FUESE, YO SOY” (Jn, 8:58)
A menudo se hace mal uso de estas palabras para enseñar que Jesús existió antes de Abraham. Sin embargo, una investigación más de cerca revela que la verdad es lo opuesto:
1. Jesús no dice ‘Antes que Abraham fuese, yo fui’. Él era el descendiente prometido de Abraham; le quitamos sentido a las promesas que Dios hizo a Abraham si decimos que Jesús existió físicamente antes de la época de Abraham.
2. El contexto de Juan 8:58 es la conversación de Cristo con los judíos referente a Abraham. En lo que a ellos concernía, Abraham era el hombre más grande de todos los tiempos. Jesús está diciendo: “Yo soy ahora, en el presente, más importante que Abraham”. En la situación presente, era Jesús a quien debían honrar y no a Abraham. Él está diciendo: ‘Yo soy ahora, más importante de lo que Abraham fue alguna vez’. Es posible entender la palabra “antes”, de Juan 8:58 con alguna referencia al tiempo, en el sentido de que antes de que Abraham existiera, Cristo ya había estado en el plan de Dios desde el principio mismo del mundo. Debido a que Jesús fue “antes” de Abraham en este sentido, él fue “antes” de él en términos de importancia.
3. Prueba de esto se halla en Juan 8:56: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”. La única vez que se sabe que Abraham se rio y se alegró fue cuando se le dio la promesa de que tendría una simiente; él entendió que finalmente esa promesa se refería a Jesús (Gn. 17:17). Abraham vio de antemano a Cristo por medio de las promesas que se le hicieron referente a Jesús. Él comentó críticamente acerca del sacrificio futuro de Jesús: “En el monte de Jehová será provisto” (Gn. 22:14). Fue en este sentido que Jesús habla de que Abraham lo vio. Es en este contexto de hablar acerca de las promesas, que Jesús pudo decir: “Antes que Abraham fuese yo soy”. El reconoció, como lo hemos explicado en la Sección 3.1, que las promesas que Dios hizo a Abraham estaban revelando el plan acerca de Jesús que Dios había conocido desde el principio del mundo. Ese propósito, que había estado desde “antes que Abraham fuese”, había sido revelado a Abraham en las promesas que se le hicieron, y ahora estaban cumpliéndose ante los ojos de los judíos del primer siglo, cuando rodeaban a Jesús; “Y la palabra [de la promesa] se hizo carne”.
MELQUISEDEC
Más de un estudiante bíblico ha dicho un cordial ‘amén’ a las palabras del apóstol Pedro cuando escribió: “Nuestro amado hermano Pablo… en todas sus epístolas… entre las cuales hay algunas [cosas] difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 P. 3:15,16). En el comentario de Pablo acerca de Melquisedec, que se consigna en Hebreos, él mismo admitió que estaba profundizando, hablando de cosas que podrían ser captadas sólo por los creyentes muy maduros (He. 5:10,11,14. Por lo tanto, no es sabio basar una doctrina fundamental en la enseñanza de tales versículos; ni los pasajes acerca de Melquisedec deberían tener tanta importancia en la mente de aquellos que aún están aprendiendo las doctrinas básicas de la Escritura.
“Este Melquisedec, rey de Salem [Jerusalén], sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo” se menciona que es “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios” (He. 7:1,3). Por este pasaje algunos sostienen que Jesús existió literalmente antes de su nacimiento, y por lo tanto no tuvo padres humanos. Jesús tuvo un Padre (Dios) y una madre (María) y una genealogía (véase Mateo 1, Lucas 3, y compárese con Juan 7:27). Por lo tanto, ‘Melquisedec’ no puede referirse a él personalmente. Además, Melquisedec fue “hecho SEMEJANTE al Hijo de Dios” (He. 7:3); él no era Jesús mismo, pero tenía ciertas similitudes con él, las cuales el escritor usó para propósitos didácticos. “A semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto”, que es Jesús (He. 7:15), quien fue ordenado sacerdote “según el orden de Melquisedec” He. 5:5,6).
El lenguaje de Hebreos acerca de Melquisedec no puede tomarse literalmente. Si Melquisedec literalmente no tenía padre ni madre, entonces la única persona que él podría haber sido era Dios mismo; él es la única persona sin principio (1Ti. 6:16; Sal. 90:2). Pero esto está vetado por Hebreos 7:4: “Considerad, pues, cuán grande era éste”, y también por el hecho de que fue visto por los hombres (lo cual no puede ser con Dios) y él ofreció sacrificios a Dios. Si a él se le llama hombre, entonces debe haber tenido padres literales. Que él sea “sin padre, sin madre, sin genealogía” debe referirse por lo tanto al hecho de que su genealogía y sus padres no están anotados. Los padres de la reina Ester no están registrados, y así sus antecedentes se describen de manera similar. Mardoqueo “había criado a… Ester, hija de su tío, porque era huérfana… Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya” (Ester 2:7).
Este libro de Génesis por lo general entra en muchos detalles para presentar los antecedentes familiares de todos los personajes que nos da a conocer. Pero Melquisedec aparece en escena sin previo aviso, sin datos de sus padres, y desaparece del relato con igual brusquedad. No obstante, no puede haber duda de que él era digno de un respeto muy grande; incluso el gran Abraham le pagó diezmos, y él le bendijo, mostrando claramente la superioridad de Melquisedec sobre Abraham (He. 7:2,7).
Pablo no está tan sólo haciendo gimnasia mental con la Escritura. En el primer siglo había un problema muy real, que el argumento de Melquisedec podía resolver. Los judíos razonaban así: ‘Uds. los cristianos, nos dicen que este Jesús puede ser ahora nuestro sumo sacerdote, que ofrece nuestras oraciones y obras a Dios. Pero un sacerdote tiene que tener una genealogía conocida que demuestre que es de la tribu de Leví. Y en cambio Uds. admiten que Jesús era de la tribu de Judá (He. 7:14). Disculpen, pero para nosotros Abraham es nuestro líder y ejemplo supremo (Jn. 8:33,39), y no queremos honrar a este Jesús’. A lo cual Pablo responde:
‘Pero recuerden a Melquisedec. El relato del Génesis está diseñado para mostrar que un sacerdote tan grande no tenía genealogía, y el Mesías ha de ser tanto rey como sacerdote, cuyo sacerdocio es según el modelo de Melquisedec (He. 5:6 compárese con Sal. 110:4). Abraham era inferior Jesús, y dejar de darle tanta importancia al asunto de las genealogías (véase 1 Ti. 1:4). Si ustedes meditan en cuánto es Melquisedec un tipo de Jesús (es decir, los detalles de su vida apuntaban hacia él), entonces Uds. tendrían un mayor entendimiento de la obra de Cristo’. Y podemos aplicar esta lección a nosotros mismos.
Autor: Duncan Heaster
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