LOS DEMONIOS — UN BREVE ENSAYO.
LOS DEMONIOS
4-1 El Diablo, Satanás y los Demonios
Ya se ha explicado que el Diablo o Satanás no es un ser, o monstruo, personal. Hemos explicado que las palabras simplemente significan "el adversario", o, "calumniador". Algunas veces se usan estas ideas en un sentido metafórico para referirse a las tendencias pecaminosas innatas dentro de la naturaleza humana. Si aceptamos que no hay semejante ser como "Satanás", entonces seguramente se desprende que los demonios, que se cree que son los siervos del Diablo, tampoco existen. Mucha gente parece creer que Dios nos da todas las cosas buenas de la vida, y que el Diablo y sus demonios nos dan las cosas malas, y quitan las cosas buenas que nos da Dios. Pero al enfocar el tema específico de los demonios, recapitulemos algunos de los principios bíblicos básicos que hemos cubierto hasta aquí.
La Biblia enseña claramente que Dios es la fuente de todo poder, y que él es responsable de las cosas buenas y de las cosas malas en nuestra vida.,
"Yo Jehová...que formo la luz y las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto" (Isaías 45:7).
"De parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén" (Miqueas 1:12).
"¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?" (Amós 3:6).
Por lo tanto, cuando recibimos pruebas, debemos aceptar que provienen de Dios, y no culpar de ellos a un Diablo o demonios. Job era un hombre que perdió muchas de las cosas buenas con las cuales lo había bendecido Dios, pero él no culpó a los demonios por sus pérdidas. Escuche lo que dijo él: "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21). "¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" (Job 2:10). Una vez que entendemos que todas las cosas son de Dios, cuando tenemos problemas en la vida podemos orar a Dios pidiendo que los quite, y si no lo hace, podemos estar seguros de que él nos los está dando a fin de que desarrollemos nuestro carácter y por nuestro propio bien, a la larga. "Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama [¡no los demonios!], disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos" (Hebreos 12:5-8).
Dios: Fuente de Todo Poder
Dios es la fuente de todo poder.
"Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios [la palabra hebrea para "dios" significa esencialmente "poder"] fuera de mí" (Isaías 45:5). "No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno", dice Dios (Isaías 44:8). "Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él" (Deuteronomio 4:35). Tales versículos ocurren una y otra vez en toda la Biblia.
Debido a que Dios es la fuente de todo poder y el único Dios, él es, por lo tanto, un Dios celoso, como a menudo nos lo recuerda (por ej. Éxodo 20:5; Deuteronomio 4:24). Dios se pone celoso cuando su pueblo empieza a creer en otros dioses, si le dicen: "Tú eres un Dios grandioso, un Dios poderoso, pero en realidad creo que aun así hay otros dioses fuera de ti, incluso si no son tan poderosos como tú". Este es el problema al creer que hay demonios o un Diablo en existencia además del verdadero Dios. Este es precisamente el error que cometió Israel. Gran parte del Antiguo Testamento se ocupa en mostrar cómo Israel disgustó a Dios por creer en otros dioses además de creer en él. Algunas personas creen en la actualidad que los "demonios" son equivalentes a aquellos falsos dioses en los cuales creía Israel.
El cristianismo bíblico difiere de la mayoría de las religiones en que no ofrece una teología declarada específicamente respecto a los demonios. Muchos escritos religiosos no inspirados explican en gran detalle cómo su religión considera a los demonios y a los ángeles, cómo hay una jerarquía de buenos y una jerarquía de malos, y así sucesivamente. La Biblia guarda un significativo silencio sobre este punto; si en verdad las creencias comunes acerca de ángeles caídos, demonios, etc., son bíblicas, ¿por qué la Biblia carece de semejante demonología? ¿Por qué en realidad la Biblia nunca define para nosotros lo que es un demonio? La Biblia no consigna ningún relato de testigo ocular acerca de encuentros con demonios. Diversos escritores han presionado mucho este punto (1). La Biblia se refiere a los demonios de la misma manera que se refiere diversas ideas religiosas contemporáneas, por ej. Baal, pero semejante referencia no prueba por sí sola que la Biblia apoya esas creencias contemporáneas. Y, por supuesto, hay muchas teorías acerca de demonios ["demonologías"] así como hay muchas culturas y religiones; ¿cuál elegiríamos como verdadera?
Se ha observado que el concepto de demonios se hizo necesario porque los pueblos del Oriente Medio alrededor del primer siglo no podían concebir que los dioses principales pudieran intervenir directamente en la vida humana; ellos tenían que ser entendidos como algo distante y no involucrados en los problemas cotidianos de los humanos. Este era en efecto uno de los temas fundamentales que había detrás de los escritos de Plutarco acerca de demonios (2). Se ha observado que "la idea de que los demonios eran responsables de todo mal moral y físico había penetrado profundamente en el pensamiento religioso judío en el período siguiente al exilio babilónico, sin duda como resultado de la influencia iraní en el judaísmo en los siglos quinto y cuarto a.C." (3). Esta premisa completa contrasta drásticamente con el único Dios verdadero revelado en la Biblia: "¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos?" (Jeremías 23:23); un Dios muy activo y afectuosamente involucrado en las minucias de la vida humana. El punto de vista de Plutarco acerca de los demonios estaba evidentemente basado en el falso entendimiento de Platón respecto a un "alma inmortal"; efectivamente, a los demonios se les consideraba como semidioses que existían como en alguna forma de alma inmortal. Aquí vemos la importancia del tema de los demonios; porque la enseñanza bíblica acerca de la mortalidad de la humanidad, y especialmente del "alma", es fundamental.
La esperanza bíblica es la de la resurrección del cuerpo a la venida final del Mesías en gloria para establecer el reino de Dios en la tierra. Una falsa idea lleva con mucha facilidad a otra. Presentamos nuestra conclusión en resumen antes de considerar la evidencia: el Señor Jesús trata este asunto con tacto y sutileza, en el mismo espíritu que los profetas del Antiguo Testamento trataron las falsas creencias acerca de la existencia de dragones, monstruos, bajo la tierra, en el mar, arriba en el firmamento, etc. El enfoque del Señor era mostrar que el único verdadero poder en la tierra se halla en Dios y no en nadie ni nada más. Y que incluso si la gente deseaba aferrarse a sus supersticiones culturales referente a los demonios, tenían que aceptar que el poder de Dios era tan infinitamente mayor... que efectivamente, pese a todos los intentos y propósitos en la vida humana, estos seres no tenían poder ni influencia prácticos. Nuestra vida, cada aspecto de ella, está en las manos de Dios, "un fiel Creador" (1 Pedro 4:19), y no en las manos de alguien más.
Notas
(1) Andrew Perry, Demons, Magic and Medicine (Sutton, UK: Willow, 1999); H.C. Kee, Medicine, Miracle and Magic (Cambridge: C.U.P., 1986).
(2) Vea la Introducción a Plutarch: Selected Essays and Dialogues ed. D. Russell (Oxford: O.U.P., 1993); y J. Black and A. Green, eds., Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia (London: The British Museum Press, 1992).
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