LA PERSONA DE YESHUA Y SU MENSAJE DEL REINO FUERON OBSCURECIDOS

"Vas a quedar encinta, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre YESHUA (JESÚS). Este será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Yehovah Dios, le dará el trono de David, su padre,  y reinará sobre la casa de Jacob (Israel) para siempre, y su reino no tendrá fin" — Lucas 1:31-33.


Con la pérdida del significado bíblico del término Mesías prosiguió una pérdida paralela del significado del reino Mesiánico el cual es el centro de toda la enseñanza de Yeshua (Jesús) y el corazón del evangelio (Lucas 4:43; Hechos 8:12;28:23,31). La esperanza para el establecimiento del reino del Mesías en una tierra renovada, que es el tema de toda la profecía del antiguo Testamento que Jesús vino a confirmar (Romanos 15:8), fue reemplazada por la esperanza del “cielo para cuando tú mueras”; y una gran porción de propaganda convenció (y continúa convenciendo) a un público ignorante de que Jesús nunca creyó en nada tan “terreno”, político, o “no espiritual” como el Reino de Dios en la tierra. El resultado de los cambios radicales que gradualmente trastocaron las perspectivas de la iglesia (comenzando tan temprano como el siglo segundo) ha sido una pérdida del mensaje central de Jesús: -el evangelio acerca del Reino de Dios (Lucas 4:43; Hechos 8:12; 28:23,30,31)- así como un mal entendimiento acerca de quién es él. Las iglesias se les ha dejado en algunos apremios explicando cómo por un lado Jesús era el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías, mientras que se supone que han rechazado al mismo tiempo las promesas del Antiguo Testamento de que el Mesías viene a gobernar la tierra! La teoría adelantada usualmente es que Jesús mantuvo el Antiguo Testamento en tanto que enseñara un ideal ético de amor, pero que rechazó la visión del profeta de una intervención catastrófica divina en la historia que conduciría a una renovación de la sociedad en la tierra bajo el Reino de Dios. En pocas palabras, se supone que Jesús ha afirmado ser el Mesías, pero al mismo tiempo ha eliminado toda esperanza para la restauración de la teocracia que sus antepasados anhelaron.
No hay duda del todo de que los fieles en Israel estaban realmente mirando hacia delante al arribo del Mesías para gobernar en la tierra, pero Jesús, como ha sido largamente sostenido, se separo de tales “crudas” expectativas. La cuestión en cuanto al porqué los Judíos esperaban un concreto imperio Mesiánico en la tierra es evitada silenciosamente. Si fuera cuestionada, la respuesta hubiera tenido que ser obviamente que las Escrituras del Antiguo Testamento lo predijeron en cada detalle.
Las iglesias van a tener que llegar a la comprensión de que ellas no están jugando limpio con la Biblia permitiendo sólo el primer acto del drama divino- la parte que concierne al sufriente y moribundo Mesías-en tanto que descartan el segundo acto. El futuro arribo del Mesías como Rey triunfante, el enviado de Dios para crear una efectiva y duradera paz en la tierra. La resurrección y ascensión de Jesús y su presente sesión al lado derecho del Padre son sólo parte del triunfo del Hijo de Dios, como lo entiende el Nuevo Testamento.
Un serio y fundamental error refuerza las formas tradicionales del pensamiento acerca del rol de Jesús en la historia. Este tiene que ver con la función política-teocrática del Mesías que es el principal ingrediente del Mesianismo. Hasta ahora, se ha hecho todo el esfuerzo para sostener la creencia, contraria a las declaraciones más sencillas de la Escritura, que las promesas de Jesús a la iglesia de gobernar con él en el futuro Reino Mesiánico (Mateo 19:28; Lucas 22:28-30) deben ser aplicadas a la presente era. Lo que continúa siendo pasado por alto es que será “cuando Cristo venga en su gloria” al final de la edad presente (Mateo 25:31), “en la nueva era cuando tome su oficio de Rey” (Mateo 19:28), que la iglesia reinará con él. Para que no debiera haber duda en lo más mínimo, el coro de seres divinos cantan acerca de la iglesia, “y nos has redimido de toda nación, y nos has hecho para Dios reyes y sacerdotes destinados a reinar en la tierra” (Apocalipsis 5:10). El Mesianismo puro del Salmo 2 permanece tan fuerte como siempre en Apocalipsis 2:26 y 3:21, y estas son las muy propias palabras de Jesús a la iglesia (Apocalipsis 1:1; 22:16). El Jesús de las Escrituras no es otro que el Mesías de la profecía del Antiguo Testamento y la literatura apocalíptica.
Hay una necesidad urgente para los asistentes a la iglesia de que se involucren ellos mismos en la investigación personal de las Escrituras desencadenados por éste o aquél credo, que de tan buena gana ahora se han aceptado “por la fe”. Deberemos de ser lo suficientemente honestos para admitir que las opiniones mayoritarias no son automáticamente las correctas, y que la tradición, aceptada sin ninguna previa crítica, puede haber ido lejos sepultando la fe original tal y como Yeshua y los apóstoles la enseñaron. Puede ser que nosotros debiéramos de tomar seriamente la observación del canónigo H.L. Goudge cuando escribió sobre el desastre que aconteció “cuando las mentes Griegas y Romanas vinieron a dominar a la iglesia en lugar de la mente Hebrea.” Fue “un desastre en doctrina y práctica”, de acuerdo al canónigo Goudge “del cual la Iglesia nunca se ha recuperado.” La recuperación puede sólo comenzar cuando se tome la debida atención de la advertencia solemne de Juan de “que no hay tan grande falsedad como la negación del Mesianismo de Yeshua (1 Juan 2:22). Jesús debe ser proclamado como Mesías, con todo eso que el término altamente colorido significa en su marco bíblico.

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