El Diablo no es un Ser Sobrenatural, Sino la Personificación del Pecado entre los Hombres .
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Introducción
En la religión de la cristiandad, el diablo es casi más prominente que Dios mismo. Si hemos encontrado que la cristiandad está extraviada en cuanto a la naturaleza del hombre, no será sorprendente su extravío en lo referente al tema del diablo, con el cual, bíblicamente hablando, la humanidad tiene mucho que ver.
La teología de la cristiandad coloca al diablo a la par de Dios. Así como el uno se presenta para ser adorado como la fuente y encarnación de todo lo bueno, también el otro es presentado para ser temido y rechazado, como el instigador y promotor de todo lo malo. En realidad, uno es visto como el Dios bueno, y el otro como el dios malo. Es el politeísmo del paganismo en su mínima forma, la filosofía de los antiguos tomando forma en nombres y figuras tomadas de la Biblia.
El bien y el mal son considerados como entidades separadas, cada una controlada por un ser independiente. En vez de un dios de la guerra, un dios del amor, un dios del trueno, un dios del fuego, un dios del agua, etc., según la lista completa de fenómenos naturales, la teología moderna limita el gobierno del universo a dos agencias a quienes se deja respectivamente la lucha entre el bien y el mal: Dios y el diablo. Es una lucha en la que ambos miden sus fuerzas en lo que parecería ser un encuentro en condiciones de igualdad.
Ya hemos examinado lo que la Biblia enseña acerca de Dios. Es apropiado considerar ahora lo que enseña acerca del diablo; porque hay una doctrina bíblica del diablo, así como hay una doctrina bíblica acerca de Dios. No es menos importante conocer la verdad acerca del uno que conocer la verdad que se refiere al otro. La doctrina del diablo tiene tanto que ver con la verdad de Cristo, como la doctrina de Dios. Al principio, ésta puede parecer una afirmación sorprendente; pero con la debida investigación se volverá evidente desde dos puntos de vista diferentes.
En la religión de la cristiandad, el diablo es casi más prominente que Dios mismo. Si hemos encontrado que la cristiandad está extraviada en cuanto a la naturaleza del hombre, no será sorprendente su extravío en lo referente al tema del diablo, con el cual, bíblicamente hablando, la humanidad tiene mucho que ver.
La teología de la cristiandad coloca al diablo a la par de Dios. Así como el uno se presenta para ser adorado como la fuente y encarnación de todo lo bueno, también el otro es presentado para ser temido y rechazado, como el instigador y promotor de todo lo malo. En realidad, uno es visto como el Dios bueno, y el otro como el dios malo. Es el politeísmo del paganismo en su mínima forma, la filosofía de los antiguos tomando forma en nombres y figuras tomadas de la Biblia.
El bien y el mal son considerados como entidades separadas, cada una controlada por un ser independiente. En vez de un dios de la guerra, un dios del amor, un dios del trueno, un dios del fuego, un dios del agua, etc., según la lista completa de fenómenos naturales, la teología moderna limita el gobierno del universo a dos agencias a quienes se deja respectivamente la lucha entre el bien y el mal: Dios y el diablo. Es una lucha en la que ambos miden sus fuerzas en lo que parecería ser un encuentro en condiciones de igualdad.
Ya hemos examinado lo que la Biblia enseña acerca de Dios. Es apropiado considerar ahora lo que enseña acerca del diablo; porque hay una doctrina bíblica del diablo, así como hay una doctrina bíblica acerca de Dios. No es menos importante conocer la verdad acerca del uno que conocer la verdad que se refiere al otro. La doctrina del diablo tiene tanto que ver con la verdad de Cristo, como la doctrina de Dios. Al principio, ésta puede parecer una afirmación sorprendente; pero con la debida investigación se volverá evidente desde dos puntos de vista diferentes.
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