LA ESPERANZA DE ISRAEL (PARTE 1)

Introducción Hace algunos días el hombre más fuerte de los norteamericanos, declaró en contra de la voluntad de muchos pueblos que Jerusalén era la capital de Israel, podemos decir que esta declaración se escuchó en el mundo como un detonante incendiario, sobre todo en los pueblos del medio oriente. Pero, ¿Por qué tanto revuelo por esta declaración? La mayoría de los pueblos ignoran grandes profecías que se encuentran celosamente guardadas en los Documentos de Dios. Para abordar este tópico, partiremos de este fundamental principio. Las profecías de Dios han estado selladas por mucho tiempo y hasta en el tiempo de Dios han sido entendidas, así está escrito: “Deteneos y maravillaos; ofuscaos y cegaos; embriagaos, y no de vino; tambalead, y no de sidra. Porque el Señor derramó sobre vosotros espíritu de sueño, y cerró los ojos de vuestros profetas, y puso velo sobre las cabezas de vuestros videntes. Y os será toda visión como palabras de libro sellado, el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se diere el libro al que no sabe leer, diciéndole: Lee ahora esto; él dirá: No sé leer. Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;” Isaías 29: 9 al 13. Este es el estado de las profecías de Dios para un lector promedio de las Escrituras, pero hay un grupo de personas que gozan de una bendición especial a quien el Eterno, les ha concedido espíritu de profecía y las han ido entendiendo. El apóstol Pedro nos advierte en su segunda carta 1: 19 al 21: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Así que, mediante el Espíritu de profecía podemos contemplar lo que le acontecerá a Jerusalén en los postreros tiempos. En primer lugar, recordemos que esta histórica y profética ciudad se presenta en la profecía con varios calificativos, Jesucristo dijo de ella: “… ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey”. Mateo 5:35 ¿Quién es ese gran Rey?, ¿Será el califa de los musulmanes? ¡Claro que no!. En las Sagradas Escrituras a esta ciudad se le presenta como piedra pesada: “Profecía de la palabra del Eterno acerca de Israel. El Eterno, que extiende los cielos y funda la tierra, forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho: He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada. A todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella”. Zacarías 12: 1 al 4. Si seguimos escudriñando las Escrituras, encontraremos que también se le conoce como "Ciudad de Paz", título que hoy en día es totalmente opuesto a lo profetizado, porque desde hace mucho tiempo ha sido un lugar explosivo, donde se ha derramado mucha sangre por disputas religiosas y políticas. Pero, esas guerras seguirán llevándose a cabo por muchos años más. Jerusalén continuará siendo escenario de grandes conflictos hasta que llegue la batalla del Dios Todopoderoso. Hoy en día, no sabemos que tanto poder llegará a tener esta ciudad que servirá de estorbo a muchos pueblos en un futuro cercano o lejano.

Intentarán destruirla pero una extraña fuerza lo impedirá. Todo esto acontecerá en lo postrero de los tiempos, pues esta ciudad siempre ha sido y será utilizada como un instrumento de Dios para hacer cumplir varias profecías y otras que servirán para hacer los preparativos de la segunda venida del Mesías y Redentor de la humanidad. Curiosamente los musulmanes esperan su Mesías y también creen que llegará a la hoy conflictiva ciudad de Jerusalén. A medida que se acerca el cumplimento de las profecías la situación se está volviendo más recalcitrante en todos los estratos, sean políticos, religiosos y económicos; no solo en la región del medio oriente, sino en el mundo entero. Cada vez más los días y acontecimientos se van pareciendo a los tiempos presagiados por Jesucristo en las profecías del Olivar. Recordemos la profecía de algunas ciudades que fueron condenadas a desaparecer. 

Es muy importante tener ciertos conocimientos de historia en profecía, pues estos nos ayudan a darnos cuenta que el Eterno mediante esta, vaticinó de muchas ciudades que en su momento fueron poderosas y sembraron el terror a otros pueblos, subyugándolos cruelmente. El Eterno les advirtió que iban a ser destruidas y nunca más serían reconstruidas. Entre ellas tenemos: Babilonia “Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios.” Isaías 13: 19. El presagio contra Babilonia fue tan exacto que las Escrituras lo revelan cientos de años antes, nos muestran qué pueblo la iba a destruir y el nombre del personaje que la haría cumplir, para hacer volver a los hijos de Jacob de Babilonia después que pasaran setenta años de cautividad, esto se registra en el capítulo 13 de Isaías en los versos 17 al 20: 

”He aquí, incitaré contra ellos a los medos, que no estiman la plata ni 5 se deleitan en el oro; con arcos barrerán a los jóvenes, no tendrán compasión del fruto del vientre, ni de los niños tendrán piedad sus ojos. Y Babilonia, hermosura de los reinos, gloria del orgullo de los caldeos, será como cuando Dios destruyó a Sodoma y a Gomorra; nunca más será poblada ni habitada de generación en generación; no pondrá tienda allí el árabe, ni los pastores harán descansar allí sus rebaños”. En efecto, Babilonia fue destruida por los Medos y Persas. En el capítulo 45:1 al 7 se menciona el nombre del personaje escogido por el Eterno para hacer cumplir esta misión. La profecía nos dice que la hermosa Babilonia nunca sería reedificada, y así lo fue, solamente se ven de ella ciertas ruinas que el tiempo todavía no ha podido borrar. Tiro De Igual manera sucedió con otro gran emporio comercial, ubicado en el mar Mediterráneo. Esta famosa ciudad es Tiro, capital de los Sidonios, hombres que manejaron un comercio internacional increíble para aquellos tiempos, pero se llenaron de tanta vanidad y el Soberano les profetizó mediante el profeta Ezequiel: “Vino a mí palabra del Eterno, diciendo: Tú, hijo de hombre, levanta endechas sobre Tiro. Dirás a Tiro, que está asentada a las orillas del mar, la que trafica con los pueblos de muchas cosas: Así ha dicho el Señor: Tiro, tú has dicho: Yo soy de perfecta hermosura. En el corazón de los mares están tus confines; los que te edificaron completaron tu belleza. De hayas del monte Senir te fabricaron todo el maderaje; tomaron cedros del Líbano para hacerte el mástil. De encinas de Basán hicieron tus remos; tus bancos de pino de las costas de Quitim, incrustados de marfil. De lino fino bordado de Egipto era tu cortina, para que te sirviese de vela; de azul y púrpura de las costas de Elisa era tu pabellón. 

Los moradores de Sidón y de Arvad fueron tus remeros; tus sabios, oh Tiro, estaban en ti; ellos fueron tus pilotos. Los ancianos de Gebal y sus más hábiles obreros calafateaban tus junturas; todas las naves del mar y los remeros de ellas fueron a ti para negociar, para participar de tus negocios. Persas y 6 los de Lud y Fut fueron en tu ejército tus hombres de guerra; escudos y yelmos colgaron en ti; ellos te dieron tu esplendor. Y los hijos de Arvad con tu ejército estuvieron sobre tus muros alrededor, y los gamadeos en tus torres; sus escudos colgaron sobre tus muros alrededor; ellos completaron tu hermosura. Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas tus riquezas; con plata, hierro, estaño y plomo comerciaba en tus ferias. Javán, Tubal y Mesec comerciaban también contigo; con hombres y con utensilios de bronce comerciaban en tus ferias. Los de la casa de Togarma, con caballos y corceles de guerra y mulos, comerciaban en tu mercado.” 
 
Ezequiel 27: 1 al 14 y al leer el verso 36: “Los mercaderes en los pueblos silbarán contra ti; vendrás a ser espanto, y para siempre dejarás de ser”. Encontramos la gran sentencia. En Efecto, la ciudad de Tiro desapareció para siempre, nunca fue reedificada, el Eterno no solo dice su Palabra si no hace que esta se cumpla. Ahora, miremos qué ha dicho el Dios de los dioses respecto a Jerusalén, conocida en la profecía como Sión, la amada de Dios. “Porque el SEÑOR ha escogido a Sion; la quiso para su habitación. Este es mi lugar de reposo para siempre; aquí habitaré, porque la he deseado. Su provisión bendeciré en abundancia; de pan saciaré a sus pobres. A sus sacerdotes también vestiré de salvación, y sus santos darán voces de júbilo. Allí haré surgir el poder de David; he preparado una lámpara para mi ungido. Salmo 132: 13 al 17. El Eterno ha dictado profecías muy fuertes contra ella e incluso la ha sentenciado a ser destruida, pero nunca a desaparecer para siempre. La primera destrucción fue hecha por los babilonios. Jerusalén fue condenada a quedar en ruinas, pero no para siempre. En ese tiempo de la historia, Jerusalén quedaría en escombros por setenta años, esto lo presagió entre sollozos y llantos el profeta Jeremías. Si usted lee cuidadosamente el capítulo 25 de este Libro, notará que en el verso 3 el profeta les dice: “Desde el año trece de Josías hijo Amón rey de Judá, hasta este día, que son veintitrés años, ha venido a mi 7 palabra del Eterno, he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis” y en el verso 11 les dice Jeremías: “Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años”. 

Aquella descarriada generación no quiso volverse de su mal camino, entonces, Dios cumplió con su presagio. Un punto muy importante es que el Eterno no les dice que Jerusalén dejaría de ser como lo sentenciado a Tiro. El Eterno les dice que Jerusalem estaría durante setenta años en ruinas. Así fue cumplido el tiempo, los judíos regresaron a su tierra, siendo prácticamente una nueva generación. Durante ese período de cautividad, un joven que fue entre los cautivos a Babilonia, se convirtió en profeta. Mientras él estudiaba los Libros de Jeremías, encontró que ya se acercaba el tiempo en que se cumplirían los setenta años de castigo. Este varón fue Daniel. En el capítulo 9, versos 1 y 2 él lee y cree lo dicho por su antecesor Jeremías, se pone en profunda oración y meditación e inmediatamente le revelan el gran Misterio, el futuro de Jerusalén y de su pueblo por el momento cautivo: “aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. 

Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.

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