La Tentación de Eva


La narración de la tentación en el jardín de Edén es una de estas partes. Según Milton y la idea general sobre el tema, el diablo sobrenatural tomó la forma de una serpiente y se convirtió en el tentador de Eva. Absolutamente nada hay en la Biblia que justifique esta idea. La narración presenta como tentador a la serpiente natural “astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho” (Génesis 3:1). La criatura fue dotada del don del habla (sin duda, especialmente con el fin de que realizara su parte en poner a prueba a nuestros primeros padres). Poseyendo este poder, la serpiente razonó sobre la prohibición que Dios había puesto sobre “el árbol que está en medio del huerto,” llegando, de lo que vio y oyó, a la conclusión de que la muerte no sería el resultado de comer, pues dijo: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4,5).
Decir que un diablo sobrenatural puso esto en la cabeza de la serpiente es ir más allá de lo que afirman las Escrituras. Es poner algo que no está allí. La narración reconoce el papel de la serpiente en la transacción como agente natural; y la sentencia posteriormente dictada contra ella descansa sobre la misma base: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Génesis 3:14).
Si la serpiente hubiera sido sólo un instrumento pasivo e irresponsable en las manos del poder infernal, es difícil considerar apropiado y justo un decreto que acumula toda la culpa y descarga todas las consecuencias sobre ella, en vez de castigar al individuo que supuestamente había instigado su crimen. Sugerir que la serpiente era Satán en forma de reptil es ir de nuevo más allá de lo que afirman las Escrituras y entrar en una región donde una presunción o afirmación es tan buena como la otra. La idea es rechazada por la sentencia que condenó a la serpiente a comer polvo todos los días de su vida. Pablo evidentemente no aceptaba nada que implicara algo más que la serpiente en la transacción. En 2 Corintios 11:3 escribe: “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva…”
Algunas personas ven una gran dificultad en el hecho de que la serpiente haya hablado; pero seguramente se encontrará más difícil que una serpiente hable bajo inspiración satánica que por facultades conferidas divinamente para determinado propósito. Si “una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura” de Balaam (2 Pedro 2:16), ¿por qué una serpiente no podría expresar sus pensamientos cuando fuese necesario para probar la fidelidad de Adán y Eva? ¿De qué otra manera podrían haber sido puestos a prueba? Sus mentes infantiles y carentes de experiencia jamás habrían concebido por sí solas la idea de desobedecer.
La sugerencia tenía que venir del exterior y solamente podía provenir de alguna de las formas vivientes que los rodeaban. Si se pregunta por qué fue necesaria la tentación, debe contestarse que la obligación de obedecer nunca es tan palpable para la conciencia como cuando se presenta una tentación contradictoria. La obediencia que no puede resistir la fuerza de la tentación es débil y está próxima a morir. La prueba fortalece la fe y hace que sea manifiesta. He aquí la razón de la prueba que la humanidad está pasando.

¿Un Angel Caído?

Se cree comúnmente que el diablo fue una vez un poderoso arcángel y que fue expulsado del cielo a causa de su orgullo, después de lo cual aplicó sus energías angélicas a oponerse a Dios en todos Sus propósitos y acciones, haciendo tanto mal cuanto puede en el universo, y siendo ayudado por una hueste de ángeles simpatizantes que fueron también lanzados con él al infierno. Este punto de vista supone tener cierto grado de respaldo en la Biblia. Veamos todos los textos que supuestamente le dan apoyo. El caso de los ángeles caídos es frecuentemente utilizado:
“Si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio…” (2 Pedro 2:4)
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.” (Judas 6)
Esta es toda la información que tenemos sobre el incidente. Es insuficiente y oscura; pero, aun así, apunta en una dirección muy diferente y hacia un suceso distinto del que indica la tradición popular. No habla de ángeles expulsados del cielo e involucrados en expediciones salvajes en contra de los intereses de la humanidad y de la autoridad divina, dondequiera que su capricho los conduzca. Al contrario, se refiere a ángeles desobedientes (no necesariamente en los cielos) que fueron degradados de su posición y confinados en la tumba hasta el día del juicio. Habla de ellos como en custodia “en prisiones de oscuridad,” una metáfora altamente expresiva de la oscuridad de la prisión de la muerte en la cual están sujetos y de la cual saldrán para ser juzgados cuando los santos tomen su lugar en el juicio (1 Corintios 6:3). El tiempo y lugar de su caída es asunto de especulación.
De todas maneras, se verá que la alusión bíblica a los ángeles caídos no aporta respaldo alguno a la idea de que hubo “una rebelión en el cielo” bajo el liderazgo de “Satanás,” resultando en la expulsión de los rebeldes, y el establecimiento en el universo de un gran antagonismo contra Dios, teniendo su centro y gobierno en el infierno del credo popular. Los superficiales creyentes en los antecedentes miltónicos del “Príncipe de las Tinieblas,” citan Apocalipsis 12:7-9 en respaldo de la idea:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”
Seguramente que aquellos que citan esto para probar una rebelión en los cielos antes de Adán, deben vacilar un poco cuando se les señala que este texto describe algo que iba a suceder después de los días de Juan. Las cosas vistas por Juan en el Apocalipsis se referían a eventos posteriores a su tiempo. Esto es evidente en Apocalipsis 4:1: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” Por consiguiente, resulta absurdo citar cualquiera de estas descripciones para aplicarlas a un evento que se alega haber ocurrido antes de la creación del mundo.
En segundo lugar, lo que Juan vio no fueron cosas reales, sino señales o símbolos de las cosas reales. Esto es evidente en la estructura general del Apocalipsis. Las siete iglesias de Asia son representadas por siete candeleros, y Cristo por un cordero de siete cuernos; la totalidad de los redimidos son simbolizados por cuatro bestias llenas de ojos; una ciudad imperial por una mujer, etc. Siendo esto así, es inadmisible considerar que el relato de la “batalla en el cielo” es literal, lo cual debe hacerse para que el punto de vista popular pueda ser mantenido. La misma naturaleza de la escena descrita vuelve imposible una interpretación literal. Basta leer el capítulo entero para darse cuenta de esto.
¡Una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, es amenazada por un dragón con siete cabezas y diez cuernos, el cual con su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo! La mujer da a luz un hijo a quien el dragón espera devorar. El niño es arrebatado al cielo, a donde es aparentemente seguido por el dragón, puesto que encontramos al dragón envuelto en una guerra contra Miguel y sus ángeles en el cielo. La guerra termina con el triunfo de Miguel. El dragón es expulsado, cae a la tierra, persigue a la mujer, y no pudiendo atraparla, lanza de sus venenosas mandíbulas un río de agua para arrastrarla; pero la tierra se abre, el agua se hunde dentro de la grieta, y la mujer se salva.
El hecho es que se trata de una magnífica alegoría, con un profundo significado político, el cual la historia posterior ha verificado con la más precisa exactitud. Este no es el lugar apropiado para ahondar sobre el tema. Es suficiente, por el momento, mostrar que Apocalipsis 12 no apoya la idea de un diablo personal. Las personas que se refieren a este texto en busca de apoyo para un personaje llamado diablo, también citan Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:11-15. Pero estos pasajes tienen tanto menor relación que Apocalipsis 12 con el asunto. En ambos casos, si el lector lee el capítulo entero encontrará que el personaje al que se refiere es un potentado terrenal: en un caso el rey de Babilonia y en el otro, el príncipe de Tiro.

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