LA SIMPLICIDAD DEL MENSAJE CRISTIANO
Por Anthony F. Buzzard
El punto y propósito del Cristianismo ha sido sepultado bajo una masa de tradición teológica. Existe sólo un acuerdo general sobre las afirmaciones éticas de la presente vida Cristiana: un Cristiano debe amar y servir a su prójimo. Pero casi nada en absoluto se conoce del propósito y de la meta final que tuvo Jesús de Nazaret, el Mesías, para aquellos que lo siguen. La religión contemporánea, que reclama el nombre de Cristo, ha abandonado el propósito de la fe que está claramente explicado en detalle por Jesús en Su mensaje del Evangelio--el Evangelio acerca del Reino de Dios (Lucas 4:43, etc.).
La misma razón para nuestra existencia como individuos se encuentra en el mismo propósito de la fe que proclamó Jesús. La llave a nuestro futuro personal, y de aquella de la humanidad en general, se encuentra en el Mensaje de Jesús del Evangelio acerca del Reino de Dios. Este simplemente es el Mensaje de las Buenas Noticias que Dios, en la persona de Su Hijo y Agente, Cristo, el Mesías prometido, establecerá en la tierra la paz gubernamental y universal, y concederá la inmortalidad a aquellos que lo aman. El futuro de la tierra, y del universo entero, se relaciona con el futuro del creyente individual de esta manera: El Reino que se establecerá en la tierra cuando Jesús vuelva a la tierra, será administrado por aquellos a quienes Dios conceda la inmortalidad.
El esquema implicado por las Buenas Noticias del Reino es lo opuesto de complejo. Se requiere la mente de un niño para captarlo. Jesús dijo: "A menos que vosotros reorienten sus vidas (se arrepientan), y se vuelvan como niños pequeños, ciertamente vosotros no entraréis en el Reino de Dios".
Para entender el mensaje Cristiano, deben tomarse las palabras como cualquier niño los tomaría--en su sentido natural y normal. El Reino de Dios del cual Jesús constantemente habló, es así un Reino real, un gobierno divino en la tierra, que será administrado por Cristo y los santos, con una Jerusalén renovada como su capital. Lucas 19:11 debe tomarse como una llave al Nuevo Testamento entero: "Por cuanto Jesús estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el Reino de Dios se iba a manifestar inmediatamente." Este verso nos da la pista hacia el significado del tema principal de todo lo que Jesús enseñó. Él estaba esperando establecer el Reino como un gobierno mundial en la tierra.
Mucho de lo que pasa por el nombre de la teología no es más que un ejercicio en la evasión del significado claro de las palabras, una excusa para la incredulidad. Las iglesias han abandonado la esperanza en el Reino que Jesús prometió se inauguraría a su retorno. Es obvio que el Reino no se ha establecido todavía. Se manifestará en la tierra en la (Segunda) Venida del Mesías en gloria. Para esto los Cristianos deben orar: "¡Venga tu Reino!"
En respuesta a la pregunta muy razonable acerca de lo que sus seguidores podrían esperar recibir en la Era Venidera del Reino, Jesús prometió a los discípulos posiciones de autoridad con él en el próximo Reino (Mat. 19:28; Lucas 22:28). Esta promesa se extendió a la iglesia entera (1 Cor. 6:2; 2 Tim. 2:12; Rev. 5:10; 3:21; 2:26; 20:1-4). Era la confirmación natural, y la clarificación de la promesa hecha a Abraham, el padre del creyente, que él habría un día de poseer el mundo (Rom. 4:13).
El Reino tendrá a Jerusalén como su capital, como fue previsto por todos los profetas del Antiguo Testamento, y se establecerá por una espectacular intervención divina (Sal. 2), cuando el proceso de desarme universal (Isa. 2) que conducirá a la paz mundial total, comience. La visión del mundo en paz bajo el gobierno del Mesías es leída anualmente en Navidad, pero pocos la creen. Ellos han sido persuadidos de que las promesas de un gobierno divino universal no significan lo que ellas dicen. (Vea, por ejemplo, Isaías 9:6-7; 11:1-9; Zacarías 14:9; Miqueas 4:7.)
La razón para esto es doble. Se les ha enseñado a las personas desde la niñez que el premio del Cristianismo ofrecido en la Biblia es partir a un reino "más allá de los cielos" como un alma/espíritu/ desencarnado. Semejante noción está completamente sin base en las Escrituras y debe desterrarse del proceso del pensamiento antes que pueda hacerse algún progreso en la comprensión en el Nuevo Testamento. ¡Los muertos, según la Biblia, están en la actualidad todos muertos, no vivos en otro lugar! ¡Ellos están esperando ser resucitados de la muerte! Entonces ellos heredarán la tierra, es decir, el Reino de Dios en la tierra (Mat. 5:5; Rev. 5:10).
Secundariamente, no se ha comprendido que la “vida eterna” prometido por el Nuevo Testamento propiamente significa "la Vida de la Era Venidera". Ésta es una expresión muy conocida, usada por Jesús y sus contemporáneos; la restauración de esta definición de la meta del Cristianismo nos permite entender que el objeto de la vida Cristiana no es desaparecer en el momento de la muerte a otro mundo: Es participar a través de una resurrección de los muertos en la Edad Futura, la Edad del establecimiento en la tierra del Reino de Dios. Se enseña por todas partes en la Escritura que el difunto fiel está ahora “durmiendo”, inconsciente en la tumba, mientras espera que ocurra la resurrección a la Venida de Jesús (Dan. 12:2; Juan 5:28, 29). Todos los creyentes compartirán entonces con Cristo en el Reino prometido.
En la luz de este esquema simple, el Nuevo Testamento puede leerse con la comprensión completa, porque los hechos notados aquí representan la presuposición sostenida por los escritores del Nuevo Testamento. El desafío al lector es una sobre creencia. ¡La primera declaración de Jesús registrada en el Evangelio de Marcos es una orden para arrepentirse (es decir, reorientar la mente y la vida de uno) y creer en las Buenas Noticias sobre el Reino! (Marcos 1:15). Fue cuando los convertidos potenciales creyeron en las Buenas Noticias (el Evangelio) el Mensaje sobre el Reino de Dios, y el nombre de Jesucristo, que ellos fueron bautizaron en la fe (Hechos 8:12). Este es el proceso por el cual nosotros seremos iniciados en la fe.
El Evangelio del Reino confronta así a cada uno de nosotros como individuos en el momento en que recibimos la proclamación del mensaje por Jesús o por los Evangelistas del Nuevo Testamento. Después de esto, nuestra respuesta al Mensaje Divino es importantísima para la salvación:
Una advertencia sobre el peligro de ignorar la invitación al Reino de Dios fue dada por Jesús: "Cuando alguno oye la palabra del Reino (Mat. 13:19) y no la entiende, viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crea y se salve" (Lucas 8:12).
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