USTED NO IRÁ AL CIELO...¡ni tampoco al Purgatorio!




El Engaño de la Teología Tradicional:

Millones de hermanos cristianos han sido aleccionados por sus curas y pastores de que hay un premio para los creyentes, y ése es el cielo. Los más de los que profesan el cristianismo ven el cielo como la meta final para sus vidas consagradas al Señor, y lo vislumbran como un lugar de bienaventuranzas y de paz nunca antes concebidas o imaginadas por hombre alguno. Los cristianos tradicionales ha creído en que sus antepasados difuntos, que profesaron la fe católica o protestante, están ahora en el cielo como ánimas desencarnadas o ángeles que tocan el arpa todo el día y por la eternidad. No obstante, esta creencia tradicional contradice lo dicho por Jesús concerniente a que los muertos cristianos verán finalmente a Dios y a Cristo en la resurrección del día postrero. Veamos algunos pasajes bíblicos que han sido ignorados o pasados por alto por los maestros y líderes religiosos de las iglesias en general, y que enfocan el asunto de manera muy distinta:


 La Verdad Sobre los Muertos y la Vida Futura:


 


1 Juan 3:2:


“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, PORQUE LE VEREMOS TAL COMO ÉL ES”.


 


Comentario:


Este pasaje juanino ha sido pasado por alto por los cristianos en general, pues contradice la teología “cristiana” tradicional que dice que los cristianos verán a Cristo en el momento de su muerte, y no, en ocasión de la segunda venida de Cristo en gloria, como afirma la Biblia. Aquí Juan es claro al decir que veremos a Cristo tal como él es ahora (divino), únicamente cuando seamos semejantes a él. ¿Y cuándo seremos semejantes a él?¿Y cuándo le veremos tal como él es?¿En nuestra muerte? No! En nuestra resurrección, cuando el Cristo divino vuelva nuevamente en persona a este mundo en el día postrero. Veamos otras pruebas bíblicas:


 


Juan 11:25:


“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.


 


1 Corintios 15:42-45,51-53: 


“Así es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”


 


1 Tesalonicenses 4:13-18:


“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque sin creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo serán resucitados. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos unos a los otros con estas palabras”.


 


Este texto de 1 Tesalonicenses 4:13-18 es muy iluminador, y no obstante, muy poco leído o conocido por los cristianos católicos, y aún protestantes. Y es que este texto, y los otros citados arriba, contradicen abiertamente, y claramente, el postulado escatológico o teologal de la vida futura del cristianismo tradicional, el cual enseña que los muertos en Cristo están ahora disfrutando con el Señor de la gloria celestial. Ahora bien, adviértase que Pablo, el autor de estos versículos, dice que nosotros recibiremos a Cristo, ¡y no al revés! Léalo por usted mismo ahora mismo en los versos citados de 1 Tesalonicenses 4:13-18. Si en verdad los muertos “vuelan” al cielo, ¿no sería lógico que Cristo los reciba a ellos en su morada celestial? Pero la verdad es lo opuesto, ¡nosotros le recibiremos a él! ¿Y por qué? Porque él volverá a las nubes de nuestra atmósfera, y con voz de mando ordenará que los muertos creyentes resuciten y le den la bienvenida en el aire. Eso lo dice Pablo muy claramente en estos versículos de 1 Tesalonicenses 4. Además, Pablo no dice que los muertos fieles ---recién resucitados---irán con él al cielo, sino más bien, que estarán juntos siempre con él. Pero: ¿Dónde? Eso lo veremos más adelante.


 


Ahora bien, si lo aceptado tradicionalmente fuera verdad: ¿Qué sentido podría tener nuestra futura resurrección, si los muertos en la fe siguen vivos en el cielo? Definitivamente hay cosas que no andan bien con la teología tradicional, que enseña nuestra partida al cielo inmediatamente después de nuestra muerte. Usted no encontrará en la Biblia ningún pasaje que se nos asegure una estadía eterna en los cielos. Yo le reto a usted a que busque tan sólo un texto bíblico en donde supuestamente Cristo nos promete el cielo, y yo le aseguro que no lo encontrará.


 


Lázaro y Marta: Dos Amigos de Jesús:


 


Usted recordará la historia del difunto amigo de Jesús llamado Lázaro. Esta historia de Lázaro es muy interesante, pues nos da una visión de la esperanza de los difuntos creyentes. Los más de los cristianos no se han puesto a reflexionar sobre este acontecimiento que conmocionó, no sólo a la familia de Lázaro, sino también a Jesús. Un resumen de lo sucedido según está registrado en Juan 11:1-44 es como sigue:


 


1.- Las hermanas de Lázaro mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy enfermo (v.1-3).


 


2.- Jesús demoró dos días su llegada a la casa de Lázaro, y Lázaro muere (v.6-14).


 


3.- Cuando Jesús llega a la casa de Lázaro, éste ya estaba sepultado 4 días (v.17).


 


4.- Marta sale al encuentro de Jesús, y es confrontado por ella porque Jesús no había llegado a tiempo para sanar a Lázaro (v.21).


 


5.- Jesús le promete a Marta que Lázaro resucitará (v.23).


 


6.- Marta le responde que ella sabe que su hermano resucitará “en el día postrero” (v.24).


 


7.- Jesús insiste que aquel que cree en él resucitará y no morirá eternamente (v.25,26).


 


8.- Jesús afirma que Marta, y las demás personas que están de duelo, verán la gloria de Dios con la resurrección de Lázaro a pesar que éste ya olía mal (v. 39,40).


 


9.- Cristo ordena a Lázaro salir de su sepulcro (v.43).


 


10.-Lázaro resucita envuelto en vendas hasta su rostro (v.44).


 


Sin duda la resurrección de Lázaro sirvió para demostrar que el Dios de Jesús tenía el poder de resucitar a los muertos que estaban ya en descomposición. La presencia de un Lázaro revivido reforzó el testimonio de Jesús y la verdad de su persona como el unigénito Hijo de Dios.


 


No obstante, este registro histórico demuestra que los primeros cristianos, como Lázaro y sus dos hermanas María y Marta,  eran creyentes en la resurrección de los muertos en el día postrero. Marta y María sabían que volverían a ver a su hermano en el día de la resurrección de los justos, y esa creencia, sin duda, les daba consolación. Aquí no encontraremos ninguna “esperanza celestial”, o que Lázaro estaba gozando de las “bienaventuranzas celestiales”, en la misma “presencia de Dios” en el cielo. En otras palabras: No vamos a encontrar a Jesús diciéndoles a los deudos algo así como: “No os aflijáis, pues Lázaro ya está en la presencia del Señor gozando de las bienaventuranzas celestiales”. Lo que él les dijo era que Lázaro resucitaría de su sepulcro. Nótese que tampoco Jesús dijo: “Baja Lázaro, y regresa a tu cuerpo”, sino más bien: “¡Lázaro, ven fuera!”.


 


Esto es muy significativo, pues los muertos no están en el cielo, sino en sus sepulcros; y esto concuerda con lo dicho por Jesús mismo en Juan 5:28,29 donde se lee: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en sus sepulcros (no en el cielo) oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”.


 


Examínese bien lo dicho por Jesús en este pasaje, pues de no hacerlo caeríamos en errores garrafales e imperdonables.


 


1.- Jesús dice que habrá resurrección de buenos y de injustos.


 


2.- Jesús afirma que los buenos resucitarán para recibir la vida eterna.


 


3.- Jesús afirma que los malos no recibirán la vida sino la condenación o la destrucción.


 


Si los muertos en Cristo siguen viviendo, y nunca mueren, ¿por qué Jesús afirma que los justos tendrán una resurrección de vida? Esto es sorprendente, pues desdice los postulados católicos y aún protestantes sobre la doctrina de la vida futura.


 


Los Muertos no están Vivos:


 


Entonces, es claro que los muertos no siguen viviendo en otra esfera o dimensión, sino más bien, siguen inconscientes en sus tumbas, sin poder pensar, amar, odiar, maquinar cosas, pecar, etc. Los muertos están muertos y no vivos. Decir que los muertos viven es como decir que el color oscuro es claro. En Eclesiastés 9:5,10 leemos: “Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol... porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.”


 


Y el salmista David dice de los muertos, lo siguiente: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4). Nótese que los muertos no piensan, y como dijo Descartes: “Pienso, luego existo”;  en consecuencia, los que no piensan---¡No existen!¡Dejan de existir!


 


La Recompensa Será en la Segunda Venida de Cristo:


 


La única esperanza que tienen los hombres creyentes, es la resurrección del día postrero, cuando los “no existentes” vengan a la “existencia” nuevamente. Así lo entendió el profeta Daniel, cuando Dios, al anunciarle su muerte, le dice: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:13).


 


Aquí es claro que Dios no le habló a Daniel de una partida al cielo para estar con Él, después de su muerte física. No! lo que le dijo era que reposaría (=moriría) y que sería después levantado (=resucitado) para recibir su heredad o recompensa, al fin de los (no ‘sus’) días.


 


Entonces, la recompensa del cristiano se recibe sólo después que Cristo haya vuelto y transformado a los vivos, y resucitado a los muertos, con inmortalidad. Pues bien, siendo que los fieles muertos no han recibido sus recompensas en el cielo, ni en ningún otro lugar, pues están muertos: ¿Qué recibirán en la resurrección?:


 


1.- El Reino de Dios en la tierra (Mateo 25:31,34).


 


2.- La vida eterna (Mateo 25:46).


 


3.- La gloria, honra y el poder (Colosenses 3:4, 1 Pedro 5:4)


 


4.- A Jesucristo mismo como nuestro hermano mayor (1 Tesalonicenses 4:17).


 


El Evangelio Del Reino de Dios:


 


Lo que la Biblia claramente enseña es que el propósito final de la fe cristiana o la meta de la vida cristiana es “el reino de Dios”, o también llamado “el reino de (no, “en”) los cielos”. Sí,


Jesús habló muchísimo del ‘reino de Dios’ o ‘reino de los cielos’, lo cual ha hecho pensar a muchísimos eruditos en Biblia de que este es el tema central de toda a Biblia.


 


La Biblia habla de la salvación, la cual pocos han llegado a comprenderla en su verdadera dimensión. Los más de los cristianos supone que la salvación no es otra cosa que recibir el perdón de nuestros pecados a fin de poder ganar el cielo. Pero esta idea es totalmente ajena a las Escrituras, la Biblia, como ya lo hemos probado. Lo que la Biblia enseña es que el evangelio de Cristo tiene poder para salvar a quienes lo aceptan por la fe. Es decir, el que cree en el evangelio de Jesucristo será salvo. El apóstol Pablo es claro al decir que el evangelio es poder de Dios para salvación para todo aquel que lo cree, sea judío o no judío (Romanos 1:16).


 


La Biblia enseña que sólo hay un evangelio salvador (Gálatas 1:6-10), y no muchos evangelios como los que se están propagando hoy. Pero: ¿Qué significa evangelio? Es sencillo, significa “Buenas nuevas” o “buenas noticias”. De modo que Cristo vino  traernos buenas noticias que se traducirán en nuestra salvación si las creemos de todo corazón. Ahora bien: ¿De qué se tratan esas buenas noticias? Si yo le digo a usted que le traigo buenas noticias, y no le digo de qué se tratan, ¿le servirá de algo? Por cierto que no. Así que, como creyentes, averigüemos ahora mismo de qué se tratan esas buenas noticias de Jesucristo. De esa tarea depende nuestra salvación eterna! Veamos algunos textos cruciales:


 


Marcos 1:1,14,15:


“Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado, arrepentios, y creed en el evangelio”.


 


Lucas 4:43:


“Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado”.


 


Mateo 24:14:


“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.


 


Lucas 9:2:


“ Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos”.


 


Lucas 8:1:


“Aconteció después, que Jesús iba por todas las aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él.”


 


Hechos 8:12:


“Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”.


 


Hechos 19:8:


“Y entrando Pablo  la sinagoga habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios”.


 


Hechos 20:25:


“Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro”.


 


Hechos 28:23,30,31:


“Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta a tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”.


 


Hechos 14:22:


“...Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”.


 


Lucas 9:60:


“Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios”.


 


1Corintios 15:50:


“Pero esto digo, hermanos: Que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda a incorrupción”.


 


Juan 3:3,5:


“Respondió Jesús  le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios. Respondió Jesús: De cierto de cierto te digo, el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.


 


Santiago 2:5:


“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”.


 


Marcos 12:34:


“Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios...”


 


Mateo 25:31,34:


“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. Entonces el rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.


 


Mateo 6:33:


“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.


 


1 Tesalonicenses 1:5:


“...para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis”.


 


2 Pedro1:11:


“Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo”.


 


Gálatas 5:19,21:


“Y manifiestas son las obras de la carne: adulterio,fornicación, inmundicia, lascivia...los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.


 


Hechos 1:3:


“A quienes también, después de haber padecido,  se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días, y hablándoles acerca del reino de Dios”.


 


Lucas 13:29:


“Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”.


 


Lucas 18:24:


“Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán al reino de Dios los que tienen riquezas!”.


 


Todas estas citas bíblicas nos prueban que el evangelio o “buenas noticias” tiene que ver con algo llamado el reino de Dios. Usted encontrará esa frase en muchísimos textos bíblicos, como una promesa para los creyentes consagrados al Señor. Es algo que se puede ver y entrar, además es algo que Cristo reinaugurará en su segunda venida con sus discípulos. Al reino no se le puede ingresar con este cuerpo mortal, ya que requiere antes su transformación cuando Cristo regrese. El Reino es algo que viene a la tierra, y un asunto que debemos buscar y pedir diariamente.


 


El Reino de Dios es el Gobierno de Cristo en la Tierra:


 


También el reino de Dios tiene que ver con un gobierno en la tierra, pues en innumerables pasajes a Jesús se le llama “Príncipe de paz”, “Hombre noble”, “Rey”, “Deseado de todos los pueblos”, “Salvador”, “Mesías”, “Juez”, etc.


 


Sí, Jesús vino  predicar un nuevo gobierno mundial liderado por él y su iglesia leal, pues también se nos revela que su gobierno será global, desde los ríos y mares más lejanos de la tierra. Dice el Salmo 72:7,8: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra”. Así es, Jesús ha prometido traer la justicia y la paz a la tierra---¿cómo?--- con su gobierno mundial o también llamado: “el Reino de Cristo”.


 


En una ocasión Jesús fue interrogado por Pilatos de la siguiente manera: “¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad...” (Juan 18:37). Aquí claramente Jesús reconoce que es rey, y que vino al mundo para dar testimonio de esa verdad. Sin embargo poquito antes Jesús había dicho: “Mi reino no es de aquí” (v.36), o sea del presente mundo o era maligna del diablo.


 


La Esperanza Mesiánica:


 


Jesús era esperado como el Mesías que gobernaría sobre Israel y que depondría a la tiranía romana sobre los judíos. Sí, el Cristo era esperado por los judíos como el libertador de la tiranía romana. Este líder era aguardado como aquel que reanudaría la dinastía del rey David en Jerusalén, la capital del reino de Dios. Y es que el reino davídico era el reino de Dios, el cual fue suspendido con el derrocamiento de su último rey judío Sedequías en 586 AC.


 


Lo que los paisanos de Jesús no acababan de comprender es que la presencia de Cristo hace dos milenios tenía el propósito de llamar y de preparar a los herederos del reino, es decir, a sus elegidos o su iglesia. Jesús vino a traer consuelo, y a salvar a los pecadores, para hacerlos dignos y aptos para su reino venidero de justicia. Recuerde Santiago 2:5, en donde Santiago enseña que Dios escogió a los pobres de este mundo para convertirlos en reyes y co-gobernantes en el reino de Cristo. En Apocalipsis 2:26 se lee: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”.


 


La iglesia ha sido llamada para cumplir con el plan maestro de Dios para la transformación de la sociedad humana que se encuentra en decadencia absoluta. Dice San Juan en Apocalipsis 5:10: “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Pues bien, nótese que la iglesia está llamada a reinar con Cristo sobre la tierra, y no desde el cielo, como algunos cristianos aún creen erradamente. El Reino de Cristo será en la tierra, no en el cielo, y durará mil años o diez siglos corridos. Dice Juan en Apocalipsis 20:6: “...y reinarán con él mil años”. Además, en Apocalipsis 3:21 hay más información de la herencia de la iglesia. Juan escribe lo siguiente: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.


 


El Trono de Cristo y su Ubicación:


 


Siendo que Cristo tiene su trono propio el cual compartirá con su amada iglesia, es lógico preguntarse: ¿Qué es ese trono, y dónde estará?. El trono de Cristo es el trono de David su padre. En Lucas 1:31-33 el ángel Gabriel le dice a María, la madre de Jesús, lo siguiente: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.


 


Este anuncio del ángel Gabriel no es creído en su forma literal, y más bien ha sido “espiritualizado” o “alegorizado” por el catolicismo, y aun, por algunas denominaciones protestantes. Pero lo cierto es que Cristo tomará el trono de su ancestro David, y lo hará suyo, como el legítimo heredero al trono judío en Israel (=la casa de Jacob). Es por eso que el evangelista Mateo comienza su evangelio diciendo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1:1). Sí, el reino de David, y el de sus descendientes, era el reino de Dios, cuya capital estaba localizada en la amada Jerusalén (1 Crónicas 28:5). Esa dinastía suspendida desde 586 AC será reanudada con Jesucristo, el hijo de David. Efectivamente, Jesús restaurará el reino de su ancestro David cuando regrese en gloria desde el cielo (Lucas 19:11,12; Daniel 7:13,14: Mateo 25:31,34; Hechos 1:3,6,7).


 


También Jesús admite que Jerusalén es la ciudad escogida y amada del gran rey del reino de Dios (Mateo 5:33-35). Sí, Jesús llama a Jerusalén: La ciudad del gran rey. Y esto va en concordancia con los dicho por Jeremías en el capítulo 3 y verso 17 de su libro: “...llamarán a Jerusalén, trono de Jehová...”. Este hecho profético, de una Jerusalén como el centro del mundo de mañana, es significativo. Hoy las naciones árabes quieren retomar Jerusalén, desde que esta ciudad pasó a manos de sus legítimos dueños en Mayo de 1948. Después de dos milenios de destierro y diáspora del pueblo judío, éstos han recuperado su territorio de la promesa. Y en Junio de 1967, en la guerra de los seis días, la amada ciudad capital de David, Jerusalén, es reconquistada. Esto vino como cumplimiento de la profecía de Jesús dada en Lucas 21:24, que dice: “...y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. Sí, las naciones extranjeras (romanos, árabes, turcos, e ingleses), pisotearon Jerusalén durante el destierro de su gente judía, hasta que en la segunda mitad del siglo XX esta amada ciudad pasó a manos de los judíos. ¡Se cumplió la profecía!


 


Los Pueblos serán Regidos con Vara de Hierro:


 


Cuando Cristo y su iglesia comiencen a gobernar este mundo, lo harán con mano firme y con autoridad de Dios. Sí, la Biblia habla que Cristo regirá con vara de hierro, y esto supone que no será un gobierno débil o defectuoso. Dice Apocalipsis 12:5: “Y ella dio a luz a un hijo varón que regirá con vara de hierro a todas las naciones...”


 


Muchos pueblos de la tierra han sido tratados duramente por sus gobernantes impíos y ateos, los cuales no han logrado durar o ganarse el afecto permanente de sus simpatizantes. Y es que ellos mismos no han tenido la sabiduría que viene de lo alto para corregir los males de la sociedad humana. Muchos han gobernado a espaldas de Dios, y sólo han buscado su beneficio económico y de los que los rodean y adulan. No obstante, el gobierno de Cristo y de su iglesia, transformada en divina, y llena del Espíritu Santo, sabrá solucionar los males más comunes de la sociedad humana, como son los crímenes, las injusticias, las explotaciones, las miserias, los vicios, las enfermedades, la polución, el hambre, las plagas, etc. Estas son buenas noticias en verdad. Entonces se cumplirá la profecía de 2 Pedro 3:13,14 que dice:“Nosotros esperamos según sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra donde mora la justicia”. Sí, “una nueva tierra de justicia” (no “el cielo”) es nuestra esperanza, pues Jesús mismo lo dijo: “Los mansos heredarán la tierra” (Mateo 5:5).


 


La Tierra Será un Paraíso:


 


Dios creó a la primera pareja humana y la puso en un jardín hermoso, o también llamado parque, o “paraíso edénico”. Adán y Eva podrían disfrutar de los frutos de los árboles y de los productos de la tierra sin tener que sufrir para ganárselos. La maldición no era algo conocido para ellos, sino las bendiciones del Creador. Sí, la tierra será un verdadero paraíso de Dios, pues dice Isaías 51:3: “Ciertamente consolará Jehová a Sión; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto”.


 


Sin duda Dios preparó todo para los humanos, dándoles aire puro, animales dóciles, frutos sanos y sin plagas, agua pura y sin la contaminación por los desechos químicos o bacteriológicos, una tierra fértil, etc. Y lo más importante aún es que ellos no fueron creados para morir, sino para vivir eternamente. Su desgracia se originó por su desobediencia y rebelión hacia Dios y sus leyes. La salud, la paz, la felicidad, y la longevidad serán restauradas, y los animales no serán violentos ni amenazadores. Los ejércitos del mundo habrán desaparecido de la faz de la tierra, así como los idiomas, las fronteras, las clases sociales, la pobreza, las enfermedades, las plagas, las contaminaciones, los vicios, la deforestación, los desiertos, las sequías, la explotación, los desamparados, los cojos, los ciegos, los mancos, los paralíticos, los que sufren de enfermedades mentales, los enajenados, los retardados, los atormentados, los angustiados, los resentidos, etc.


 


En el Salmo 115:16 leemos algo que es muy significativo e iluminador: “Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres”. Aquí hay un plan de Dios. Los cielos son para Dios, y la tierra para los hombres. El propósito de Dios es que la tierra sea habitada por los hombres que el creó (Isaías 45:12). Pero también es cierto que Dios se opone firmemente a los hombres que están destruyendo su creación, a través de la falsa ciencia, que ha originado la contaminación del agua, aire, alimentos, etc (Apocalipsis 11:18).


 


Un Divino “Nuevo Orden Mundial” con Gente Recta:


 


En el Salmo 37 encontramos hermosos versículos que nos hablan de una tierra “nueva” en donde las cosas malas del pasado habrán desaparecido por completo. Veamos algunos pasajes:


 


Verso 9: “Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra”.


 


Verso 11: “Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz”.


 


Verso 22: “Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos”.


 


Verso 29: “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”.


 


El hijo del rey David, Salomón, dijo:


 


Proverbios 2:21:


“Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella”.


 


Proverbios 10:30:


“El justo no será removido jamás; pero los impíos no habitarán la tierra”.


 


Notemos que el sabio Salomón afirma que los rectos, justos y perfectos habitarán la tierra, y no serán removidos de ella. Esto es muy interesante, dado que la teología tradicional ha enseñado lo contrario, diciendo que los hombres justos y rectos serán removidos de la tierra al cielo para vivir como angelitos alados, y tocando un arpa celestial.


 


Pero, ¿quiénes son los perfectos? La Biblia responde a esta pregunta muy directamente. En una ocasión Jesús les dijo a sus discípulos: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Aun Jesucristo, el Hijo de Dios, hará de la tierra su habitación, pues él mismo es el más grande justo de todos los tiempos. Dice la Biblia que Jesús era un hombre justo en Mateo 27:19,24; Lucas 23:47; Hechos 7:52; 22:14. También se afirma que los cristianos son justos, y en consecuencia, son ellos los que heredarán la nueva tierra de justicia en el reino de Cristo (Romanos 3:26; 5:19).


 


El Reino de Dios es Básicamente para los Desposeídos del Mundo:


 


Es lógico suponer que los ricos no se interesen por un mundo de justicia y de prosperidad para todos, ya que ellos tiene todo lo que alguno quisiera tener ahora. Ellos no tienen mayor necesidad material o espiritual, pues se creen los amos y señores del mundo. Dice Santiago 2:5 que “Dios escogió a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido a los que le aman”. También encontramos la sentencia de Jesucristo para los ricos de este mundo: “¡Cuán difícilmente entrarán al reino de Dios los que tienen riquezas!” (Lucas 18:24). De modo que aquí tenemos que el reino o gobierno de Cristo, en la era venidera, estará compuesto mayormente por personas que hoy no tienen casi nada, y que no han recibido, probablemente, una educación formal en un colegio, o en alguna universidad. Recordemos que los discípulos de Cristo estaban constituidos por gentes iletradas, o del vulgo, pero que aceptaron la esperanza del reino o gobierno de Cristo como un niño acepta una promesa o un regalo. Dice Jesús: “De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Lucas 18:17).


 


Hoy las naciones ricas explotan a las pobres otorgándoles préstamos que se les hacen imposibles de pagar. Éstas sólo pueden pagar parte de los intereses, que de hecho ya son altos. Los gobernantes no tienen la posibilidad de lograr el contentamiento de sus gobernados, pues tienen que destinar la mayor parte de sus ingresos al pago de la deuda externa. Siempre habrá inconformidad e insatisfacción dentro de cualquier nación del mundo donde pesa la deuda externa.


 


Un Mensaje Poco Popular:


 


El mensaje de Cristo sobre un reino en la tierra, con un rey que viene del cielo para regir el mundo desde Jerusalén, no es creído tan fácilmente. Y es que después de haberse enseñado por siglos una doctrina totalmente distinta, y fuera de este mundo, a las personas se les hace difícil aceptar una doctrina que  concentra las esperanzas cristianas en la tierra. Para esas personas, nuestra propuesta cristiana sabe a “judaísmo” y no a “cristianismo ortodoxo”. Pero los tales se olvidan que Cristo era un Judío, e igualmente todos sus apóstoles. La primera iglesia en Jerusalén era judía, y aun las Escrituras Hebreas que se usaban y se usan aún hoy son precisamente eso---Hebreas. Incluso el Nuevo Testamento fue escrito mayormente por Hebreos, con excepción del evangelista Lucas.


 


La Salvación Viene de los Judíos:


 


Sí, los “antisemitas cristianos” debieran recordar lo dicho por el mismísimo Jesús, su Señor y Maestro: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Esta es una crucial declaración de nuestro Señor Jesucristo que ha sido ignorada por el catolicismo romano y por algunas denominaciones protestantes. Los católicos, por muchísimos siglos, han mantenido una posición antisemita, o antijudía, persiguiendo y matando a miles de Judíos en Europa y cerrando los ojos ante la barbarie Nazi de la Segunda Guerra Mundial.


 


Los católicos ahora piden perdón por su ignorancia pasada contra los judíos, aunque en la práctica no llegan a entender que al pueblo Hebreo Dios le ha prometido la tierra santa, y no a los árabes (Génesis 12:3, 13:15;15:18; 21:10). Ahora los católicos, a través de su representante, el Papa, están impulsado hacer de Jerusalén una ciudad dividida o internacionalizada para que sea gobernada por árabes y judíos por igual, ignorando así las Palabras de Dios sobre el asunto.


 


En Romanos 11:1,2 el Hebreo Pablo afirma que Dios no ha rechazado a su pueblo al cual conoció primero. Estas son sus palabras: “Digo, pues: ¿ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No a desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció...” Además, él mismo afirmó: “Que son israelitas, de los cuales son (no “eran”) la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Romanos 9:4).


 


Por otro lado, Pablo sostiene que el actual estado de incredulidad hacia Cristo de los judíos tiene como fin el ingreso de los no judíos al pueblo de Dios. Los que desecharon a Jesús son reemplazados por los cristianos gentiles o no judíos, y de ese modo el pueblo de Dios es un pueblo mixto de creyentes que han aceptado el evangelio salvador de Cristo. No obstante, el apóstol Pablo sigue afirmando que el árbol de olivo, que representa al pueblo Hebreo, y su rica savia, que representa los pactos y promesas de Dios, “nutren” a los gentiles y no al revés (Romanos 11:17-25). Las promesas judaicas serán también compartidas por los creyentes que no son judíos, porque han creído en Cristo y en su evangelio del reino. Leer también Efesios 2:11-19 para hallar más luz sobre este tema profundo. Yo espero que el Espíritu Santo pueda guiar al lector de este estudio para que comprenda el plan de Dios.


 


Si, el pueblo Hebreo o llamado también Judío o israelita, tiene una preferencia o predilección de parte de Dios. Pablo vuelve a decir: “Así que en cuanto al evangelio, son enemigos a causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres” (Romanos 11:28). ¿Quiénes son los padres? La respuesta es que son los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, y también David. A Abraham, Dios le dijo que él sería bendición para toda la humanidad (Génesis 12:1)---¿Cómo? A través de su simiente o descendencia. Sí, Abraham procrearía un hijo, el cual, a su vez, procrearía a otro hasta llegar a Jesucristo, el hijo de la promesa final. A Abraham  Dios le promete, además, darle una tierra, la cual sería la sede de su reino---el reino milenario de Dios (Génesis 13:15;15:18; 1 Crónicas 28:5). Sí, Dios le dijo a Abraham que tendría un hijo especial que sería para la bendición del mundo entero. Este hijo sería un gobernante o soberano mundial que traería la justicia y la paz nunca antes vistas por hombre alguno. Es por eso que Mateo comienza su evangelio diciendo que Cristo es hijo de Abraham e hijo de David, pues de ambos desciende. Nótese que desciende de un rey---¡David! Eso quiere decir que Cristo es de linaje real, un hombre noble, un príncipe heredero del trono de David, por ahora suspendido. Así como Jordania tiene un rey o una monarquía real, así también lo tendrá Israel cuando regrese del cielo el heredero del trono de David, el Señor Jesucristo (Léase Mateo 25:31,34). Si, Israel será nuevamente un estado monárquico con Cristo a la cabeza de su reino restaurado.


 


Usted Puede ser Un Hijo de Abraham:


 


Si usted se hace judío espiritual por medio de convertirse en un hijo adoptivo de Abraham por la fe en Jesucristo, usted será un protagonista en el gobierno mundial y milenario de Cristo. Este es su potencial como un hijo de Dios y el propósito de su vida en Cristo. Dice Pablo en Gálatas 3:16,29: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”. 


 


Y también Pablo dice: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gálatas 3:7,9).


 


Sí, usted puede ser un hijo de Abraham, y ser bendecido con él de las promesas de Dios. Recuerde que Dios le prometió a Abraham lo siguiente: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:15).Y como ya vimos en Gálatas 3:16,29, la descendencia principal y singular es Cristo. Por tanto Abraham y Cristo heredarán el mundo. También dice Pablo de Jesús: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4:13).


 


No obstante, si usted es un cristiano (de Cristo), y cree en el mensaje del evangelio del reino, usted es constituido inmediatamente en otro hijo de Abraham, y también en hijo de Dios y con iguales derechos que Cristo para heredar las promesas de la herencia del mundo. Dice Pablo al respecto: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (V.R.V. 1960)  (Romanos 8:17).


 


Si mi amigo,  ni Jesús, ni nosotros, viviremos en el cielo con Jesús. Lo que la Biblia en verdad enseña es que viviremos en esta tierra hecha nueva, con Cristo y los salvos, es decir: Los que han creído en Cristo y en su evangelio del reino, y han  hecho de éstos, el objeto o la razón de su existencia.


 


Cristo y su iglesia están llamados a regir el venidero mundo de justicia, cuando se reinaugure el gobierno o reino de Dios en la tierra, al regreso de Cristo a la tierra con gloria y poder desde los cielos. Este es el destino final de los elegidos de Dios---¡No una estada eterna en el cielo!.


 


 El Cielo no fue la Promesa de Cristo:


 


 En Juan capítulo 13, y verso 33, Jesús fue claro al decirles a sus discípulos: “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo a vosotros ahora: A donde yo voy, vosotros no podéis ir”. ¡Sorprendente! Jesús fue claro al decirnos que nosotros no podemos ir al cielo donde él regresaba. Entonces, si no podemos ir al cielo: ¿dónde iremos o estaremos con Jesús? La respuesta la da Jesús en el siguiente capítulo (el 14) y verso 3: “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez,  y os tomaré a mi mismo, para que donde YO ESTOY, ustedes también estéis”.  Nótese que Jesús es claro al decir que nosotros estaremos en el mismo lugar donde él está cuando pronuncia la promesa. Ahora bien, Jesús no estaba en el cielo, sino en la tierra prometida. De modo que la frase: “para que DONDE YO ESTOY” no es el cielo, sino la tierra. Y es en la tierra prometida donde él va a estar con nosotros---¡no en el cielo!


 


Muchos cristianos no se han puesto a meditar seriamente en lo dicho por Jesús en Juan 14:3. Además, Jesús va al cielo para prepararnos un lugar---¿qué lugar es ése?¿Se contradice Cristo? De ningún modo! Ahora regresemos a los versículos 1 y 2 de Juan 14, para adquirir más luz y entendimiento del lugar que Jesús nos está preparando en el cielo. Dicen los versículos 1 y 2 así: “No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.                                  


 


La Biblia no se contradice, y menos Cristo. De modo que tenemos que armonizar las Escrituras escudriñando cada palabra del texto. En primer término, Jesús dice que él estaba por regresar al cielo en donde se halla algo. Ese algo es: ‘La casa de su Padre’. Sí, Jesús regresó a la casa de Su Padre que está localizada en el cielo. Como toda casa o mansión, ésta tiene necesariamente aposentos o habitaciones para los hijos del Padre, y los invitados. Obviamente, Dios, como Padre de familia, tiene su propia habitación, y también un gran salón donde tiene su trono.


 


Ahora bien, esto parece increíble, pero recordemos que Jesús mismo dijo que el templo de Jerusalén, al cual se le había convertido en un mercado de ladrones, era la casa de su Padre. Lea por favor lea Juan 2:16. Aquí Jesús dice, al momento que expulsaba a los mercaderes del templo: “...y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”. 


 


Ahora note que al templo de Jerusalén, Jesús lo llama: “la casa de mi Padre”. Sí, el templo de Jerusalén era la casa de Dios el Padre. ¡Sorprendente! Un Dios con su propia casa en la tierra. Los Judíos adoraban al Padre en ese templo, aunque no tenían acceso al santísimo, donde moraba él por medio de su Espíritu. Sólo el Sumo Sacerdote tenía acceso a él, no el pueblo. Con ese templo, los judíos sentían la presencia de Dios en sus vidas, y lo “veían” cerca de ellos.


 


Pero en Juan 14:2, Jesús habla de que en el cielo hay otra casa de Dios Padre. Esa casa tiene moradas, así como el templo judío las tenía. Además, esa casa celestial tiene las características del templo en Jerusalén de los tiempos de Jesús, con lugares sagrados, y aposentos para los diferentes servidores. Aún ese templo o casa celestial tiene un lugar llamado el Santísimo, donde mora Dios.


 


Esta verdad de un templo, casa o edificio celestial se deja ver en Hebreos 9:24. Pablo dice: “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano FIGURA DEL VERDADERO, sino al cielo mismo para presentarse ahora por nosotros a Dios”.


 


Nótese que en el cielo hay un santuario VERDADERO, el cual tuvo uno pequeño (como figura) en la tierra de Israel. Así como el Sumo Sacerdote entraba en el santuario terrenal para ofrecer sacrificios por los pecados de los judíos; así Cristo, como Sumo Sacerdote, se ofreció a si mismo por los pecados del mundo, y tiene todo el derecho de estar ante la presencia de Su Padre Dios, y de abrirnos el paso a nosotros hacia el trono de la gracia igualmente. Ahora somos parte de la familia de Dios como hijos suyos, y con el derecho de estar frente a él y de morar en su casa o santuario verdadero, el cual es más amplio. Dice Pablo en Hebreos 9:11: “Estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”.



El Santuario Bajará a la Tierra:


 


He aquí el punto crucial: Nosotros no iremos al cielo para entrar al santuario o tabernáculo verdadero, ¿Por qué? ¡Porque éste bajará a la tierra, y Dios estará con los hombres! Esta es una verdad ignorada por las iglesias tradicionales que han vivido a espaldas de las Escrituras Sagradas. Veamos algunos textos:  “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”.


 


Nótese que se habla de que este tabernáculo está estrechamente relacionado con una ciudad celestial (¿la casa del Padre?), y que desciende a la tierra para que Dios more con los hombres.


Por eso, no es de extrañar que Abraham, el padre de la fe, esperara por esta ciudad o tabernáculo de Dios para que Dios reine entre los hombres finalmente. Dice Pablo de Abraham, nuestro padre de la fe, lo siguiente: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:8-10).


 


Por eso Pablo pudo decir con confianza: “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la porvenir” (Hebreos 13:14).


 


Es claro, entonces, que hay un futuro promisorio para nuestro planeta, cuando Dios y sus ángeles (los verdaderos extraterrenos) radiquen en nuestro mundo para transformar el orden de cosas presente que es diabólico.


 


Contrario a lo predicado por las religiones de hoy, Jesús sí volverá a pisar este mismo planeta para transformarlo. Recordemos la promesa de los dos ángeles, cuando Jesús ascendía al cielo:


“...varones galileos, ¿porqué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto r al cielo” (Hechos 1:11).


 


Por eso San Pablo pudo decirle a Tito con verdad sobre este extraordinario suceso: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo” (Tito 2:13). También le dijo a Timoteo:  “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1.1).


 


También Pablo expresó confiadamente lo siguiente al joven Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino...Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he guardado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, el cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:1,6-8).


 


El Significado de La Gloria:


 


El apóstol Pedro dijo: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después de que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca, y establezca” (1 Pedro 5:10).


 


Y Pablo también dice lo mismo cuando escribió: “Y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:12).


 


En otros pasajes, la palabra “reino” es intercambiable con la palabra “gloria”, como se puede descubrir comparando Mateo 20:21 y Marcos 10:37.


 


Mateo 20:21 dice: “Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.


 


Marcos 10:37 dice: “Ellos le dijeron; Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.


 


Entonces la gloria prometida a los cristianos no es otra cosa que participar como protagonistas en el reino de Cristo. Esta glorificación no puede suceder antes de que aparezca Cristo en el mundo por segunda vez, pues dice Pedro: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.Y también Pablo dice: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).


 


De modo que Pablo y Pedro, dos grandes apóstoles del Señor, esperaban su gloria futura cuando Cristo apareciese en el mundo a resucitarlos en el día final del mundo.


 


La Inmortalidad de los Creyentes:


                           


No hay gloria sin inmortalidad, ni inmortalidad sin gloria. Pablo establece muy claramente esta verdad al decir: “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer buscan gloria, y honra, e inmortalidad” (Romanos 2:6,7).


 


Notemos que si la gloria es aún futura, también lo es la inmortalidad. Esto significaría que ningún hombre tiene un alma inmortal inherentemente en él. Y si esta conclusión es razonable, entonces ningún difunto parte al cielo, o al infierno, o en el mejor de los casos, al purgatorio, a través de sus supuestas “almas inmortales”. Nótese que Pablo dice que estamos en la búsqueda de la inmortalidad, lo cual claramente implica que no la tenemos ahora.


 


Además, ya hemos visto que la vida eterna se recibirá cuando Cristo regrese por segunda vez, y no antes. Dice Jesús al respecto: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria...e irán  éstos (“las cabras”) al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25: 31,32, 46).


 


Si los justos difuntos están ahora en el cielo como “almas inmortales”, ¿qué sentido tendría que estos difuntos reciban la  vida eterna si ya la tienen al momento de “ascender al cielo” en ocasión de sus muertes?


 


La Naturaleza Divina:


 


Dice Pedro sobre nuestra futura naturaleza divina, así: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad...nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro señor y salvador Jesucristo” ( 2 Pedro 1: 3,4,5,6,11).


 


Nótese que entrar al reino venidero es adquirir la naturaleza divina, lo que también  significa: Inmortalidad. Y es que los mortales no pueden entrar al reino, pues tienen que adquirir la naturaleza divina en la resurrección---¡no en la muerte! (ver 1 Corintios 15: 53).


 


La Salvación Venidera y Final:


 


La mayoría de cristianos supone que ya son salvos desde su conversión, ignorando que aún queda una última y final salvación cuando Cristo vuelva a la tierra. Dice Pablo en Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. De igual parecer es Pedro, cuando dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5).


 


Pero, ¿qué significa esa salvación del tiempo postrero? La respuesta se deja encontrar en el diálogo del joven rico con Jesús en Mateo 19:16,23,25, donde se lee: “Entonces, vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?...Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres...oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos... sus discípulos oyendo esto, se asombraron de gran manera, diciendo: ¿quién, pues, podrá ser salvo?”.


 


Nótese lo interesante de este diálogo. Aquí hay tres puntos importantes, que son: “vida eterna”, “reino de los cielos”, y “salvo”. Es decir, que la salvación no es otra cosa que ‘tener la vida eterna en el reino de Dios’.


 


Y otro texto que relaciona la salvación con el reino venidero es Apocalipsis 12:10, que dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios”.


 


Estas evidencias bíblicas son más que suficientes para demostrarnos que la salvación es participar en el reino de nuestro Dios. Un reino que “no es de este mundo” (Juan 18:36), sino del “venidero” (Lucas 18:29,30).


 


La Esperanza de José de Arimatea:


 


Hablemos ahora de José de Arimatea. ¿Qué importancia tiene este hombre que sepultó a Jesús? Dice el texto de Marcos 15:43 lo siguiente: “José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús”.


 


Mateo dice de José de Arimatea, así: “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, ciudad de Judea, que también había sido discípulo de Jesús...” (Mateo 27:57).


 


El evangelista Lucas habla de José de Arimatea, así: “Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo” (Lucas 23:50).


 


Aquí vemos lo que esperaba un discípulo de Jesús: ¡El Reino de Dios! Y nótese que dice que él “también esperaba el reino de Dios” , lo que quiere decir que él no era el único discípulo que creyó y esperó el reino de Dios. Esta es la prueba de lo que un verdadero cristiano esperó en el primer siglo de la Era Cristiana: ¡El reino de Dios!


 


Satanás y el Evangelio del Reino:


 


Como es de esperarse, el diablo no está nada contento con las buenas noticias del reino de Dios. Y la razón es que el reino de Dios es el fin del reino del diablo en este mundo malo. La táctica del diablo es obscurecer la mente y la razón del potencial creyente, para que no le brille la luz del evangelio. Dice así Pablo: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).


 


Y el mismísimo Señor Jesucristo también dijo al respecto: “Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” (Lucas 8:12).


 


Como dijimos antes, a muchas personas incrédulas les parece que el evangelio del reino es una completa locura, o una fantasía de mentes hiperactivas. Pero esas personas no se dan cuenta de que ellas están cegadas por una fuerza mayor y más sutil llamada el diablo o Satanás.


 


Sin duda alguna, aquellas personas que tercamente rechazan el evangelio del reino de la gloria de Cristo, están poniendo seriamente en juego su salvación eterna. Su destino será la perdición eterna junto con el diablo y sus demonios.


 


Los que aman la verdad de Cristo deben cerciorarse si en verdad la Biblia enseña “una partida de nuestras almas inmortales al cielo cuando morimos”. Tener esperanzas que no se encuentran en la Biblia pueden traernos trágicas consecuencias en nuestras vidas futuras.


 


Cualquiera que enseña otro evangelio diferente de aquel enseñado por Jesús está desviando de la luz a los hombres.

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