En busca de las tribus perdidas de la casa de Israel (Tercera Parte)
La Sangre de Cristo nos reintegra a Israel
Ahora, también en la forma más concisa posible, explicaré cómo es que mediante la Sangre del Señor Jesucristo los nuevos creyentes van siendo reintegrados al pueblo santo.
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El Ungido que unirá a los dos pueblos con su Espíritu
Como ya te lo he mostrado, las profecías anuncian que al final de los tiempos las tribus perdidas de la Casa de Israel serán halladas, restauradas y reunidas con sus hermanos de las tribus de la Casa de Judá para formar UN SOLO PUEBLO (Deuteronomio 30:1-6 / Isaías 66:19-21 / Jeremías 23:7-8 / Jeremías 30:3-4 / Ezequiel 37:21-22). Y no es otro sino el Ungido (Mesías en hebreo; Cristo en griego) el Señalado para llevar a cabo ese glorioso portento que asombrará al mundo entero (Ezequiel 20:34 / Ezequiel 28:25 / Apocalipsis 11:11-12).
También ya mencioné que Dios, mediante sus profetas, anunció que antes del fin esas tribus, perdidas entre las naciones, serían rescatadas por un Enviado, que cual pastor tras su rebaño desbalagado, se encargaría de recolectar hasta lo último de la tierra a todas las ovejas perdidas (Ezequiel 34:6-12 / Ezequiel 34:22-24 / Juan 10:16 / Mateo 15:24 / Deuteronomio 30: 6).
«Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu SOBRE LA CASA DE ISRAEL, dice el Señor». Ezequiel 39:29
El derramamiento del Espíritu Santo sobre los gentiles
El libro de Hechos nos da testimonio de que el Espíritu Santo -conforme a la Promesa- había sido derramado sobre los descendientes de Jacob (Hechos 2:1-4). Sin embargo, no mucho tiempo después algo totalmente inesperado (para los humanos, mas no para Dios) comenzó a suceder: El Espíritu Santo también se derramaba sobre LOS GENTILES que creían.
«Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que TAMBIÉN SOBRE LOS GENTILES se derramase el don del Espíritu Santo». Hechos 10:45
Tal como ya te lo había comenzado a explicar párrafos atrás, Dios prometió dar el Espíritu Santo a Israel a fin de que pudiera cumplir sus Mandatos, es decir, su Ley. Esto con el propósito de que su pueblo no volviera nunca más a incurrir en falta (pecado) y sufrir de vuelta las consecuencias (el destierro).
Estos acontecimientos desafiaron la fe de más de uno de aquellos quienes primero anunciaron el evangelio (Hechos 10). A los creyentes judíos les turbó que también el Espíritu viniese sobre los gentiles porque AQUELLOS MEJOR QUE NADIE SABÍAN que la promesa estaba hecha EXCLUSIVAMENTE para Israel (Jeremías 31:33 / Ezequiel 36:17-24) y los gentiles nada tenían que ver con Israel, ¿o sí..?
En medio de todo ese comprensible desconcierto, es al apóstol Pablo a quien se le hace una revelación gigantesca cuya clave resuelve todo el rompecabezas: aquellos gentiles que creen en el Nombre de Jesucristo (Juan 1:12-14) SON LAS TRIBUS PERDIDAS DE ISRAEL ( 2 Reyes 17:23-24), quienes habiendo sido dispersas y asimiladas por el mundo, ahora milagrosamente han sido encontradas y rescatadas por Jesucristo, el Enviado Prometido (Ezequiel 34:6-12 / Ezequiel 34:22-24 / Ezequiel 36: 21-24).
«…que POR REVELACIÓN ME FUE DECLARADO EL MISTERIO, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: QUE LOS GENTILES SON COHEREDEROS Y MIEMBROS DEL MISMO CUERPO, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio». Efesios 3:3-6
«Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la REVELACIÓN DEL MISTERIO que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes [gentiles] para que obedezcan a la fe». Romanos 16:25-26
«…para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu«. Gálatas 3:14
«Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa». Gálatas 3:29
«Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera…» 2 Corintios 12:7
La sangre de Jesús es su Espíritu Santo
Igual que, terrenalmente hablando, aquellos que en la carne llevan la misma sangre son llamados hermanos, nosotros los creyentes, espiritualmente hablando, compartimos la sangre de Cristo -su Espíritu Santo- en nuestro interior, por eso somos HERMANOS en Cristo siendo Él el primogénito de todos (Juan 1:12-14 / Efesios 2:12-14).
«Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos». Romanos 8:29
La Palabra nos muestra que la sangre es la vida interior -el espíritu- de todo ser:
«Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona». Levítico 17:11
«Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano CLAMA a mí desde la tierra». Génesis 4:10
«…a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que HABLA mejor que la de Abel». Hebreos 12:24
Por esto es que la sangre derramada por el Señor Jesucristo es su Ser interior: su Espíritu Santo.
«El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Juan 6:54
La sangre de Cristo (su Vida interior, su Espíritu Santo) fue derramada para que al beberla -dicho esto en sentido espiritual- tengamos vida eterna.
«Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a BEBER de un mismo Espíritu». 1 Corintios 12:13
Ese Espíritu Santo, esa Sangre o Vida interior, ahora está en nosotros los que somos hechos hijos de Dios.
«Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!» Gálatas 4:6
Por ello es que la sangre del Nuevo Pacto es LA PROMESA del Espíritu:
«He aquí que vienen días, dice El Señor, en los cuales haré NUEVO PACTO con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice El Señor. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice El Señor: Daré MI LEY EN SU MENTE, Y LA ESCRIBIRÉ EN SU CORAZÓN; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo». Jeremías 31:31-33
«Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy El Señor Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado. Y después de esto DERRAMARÉ MI ESPÍRITU [SANGRE] sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas DERRAMARÉ MI ESPÍRITU [SANGRE] en aquellos días». Joel 2:27-29
«Y les dijo: Esto es MI SANGRE [ESPÍRITU] del NUEVO PACTO, que por muchos es DERRAMADA». Marcos 14:24
Como ya sabemos, el Primer Pacto estaba escrito en tablas de piedra (Éxodo 32:15-16 / Éxodo 31:18), pero ahora el Nuevo Pacto está escrito en nuestros corazones con la sangre preciosa del Señor Jesucristo, que es su Santo Espíritu:
«Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra». Ezequiel 36:26-27
Así, es mediante el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo el cual es su Sangre, que hemos sido devueltos a las tribus de Israel.
«Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles EN CUANTO A LA CARNE, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos POR LA SANGRE [ESPÍRITU] DE CRISTO. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos [Casa de Judá y Casa de Israel] hizo uno [Israel], derribando la pared intermedia de separación». Efesios 2:11-14
«…ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos SEGÚN LA PROMESA son contados como descendientes». Romanos 9:7-8
El Señor Jesucristo y nuestro regreso al Padre
«De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel». Hechos 13:23
«Con todo eso, El Señor quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de El Señor será en su mano prosperada». Isaías 53:10
Una vez más recordemos la Promesa del Señor de no olvidar en el desamparo a sus ovejas esparcidas entre las naciones. Él mismo irá en su búsqueda y las recolectará una a una.
«Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas. Por tanto, pastores, oíd palabra de El Señor: Vivo yo, ha dicho El Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de El Señor. Así ha dicho El Señor: He aquí, yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida. Porque así ha dicho El Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad». Ezequiel 34:6-12
El Altísimo ha Elegido y Ungido a un Siervo (Isaías 42: 1) con la misión de rescatar a las ovejas desvalidas y perdidas entre los gentiles y no es otro que El Señor Jesucristo el Designado para llevar a cabo tal portento. Nuestro Salvador, Príncipe en medio de ellas (1 Pedro 5:4), las busca hasta los confines de la Tierra y una vez encontradas, las sella con su Espíritu para en su momento colectarlas y llevarlas ante el Padre celestial.
«Yo SALVARÉ a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a MI SIERVO DAVID, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo El Señor les seré por Dios, y MI SIERVO DAVID príncipe en medio de ellos. Yo El Señor he hablado». Ezequiel 34:22-24
A fin de entender la profecía del libro de Ezequiel con respecto al Ungido (Mesías / Cristo), a continuación deberemos hablar un poco acerca del nombre hebreo de David y su significado.
El significado del nombre David
Todos los nombres en la antigüedad poseían un significado. Los nombres bíblicos son apelativos cuyo significado podía entenderse claramente al pronunciarlos. Hoy día tenemos nombres como Soledad, Amado, Clemente, Victoria, Inocencia, Margarita, Rosa, Blanca, Flor, etc.; nombres los cuales podemos notar que tienen un significado comprensible al pronunciarlos, pues evocan algo que conocemos. ¡Así eran todos los nombres en épocas bíblicas, tanto de personas como de lugares e incluso deidades! Por ejemplo el nombre arameo Yeshúa el cual en nuestras Biblias aparece como Jesús, traducido adecuadamente es Salvador o Libertador. Lo mismo ocurriría, por ejemplo, con el nombre de la localidad donde nacieron el rey David y nuestro Señor Jesucristo: Belén; vocablo que proviene de las palabras hebreas Bet – Casa y Lajem – Pan. Es decir Casa del Pan (o proféticamente hablando, «Lugar donde nacerá el Pan de Vida», refiriéndose por supuesto a nuestro Señor Jesucristo).
Digo esto porque el nombre que leemos como David en realidad debería traducirse como Amado, pues en hebreo el nombre David (Strong H1732 / H1730) significa precisamente eso: Amado.
Con esta información leamos el siguiente pasaje traducido del griego:
«Y hubo una voz en los cielos, que decía: Este es mi hijo AMADO, en quien tengo complacencia». Mateo 3:17
Al decir AMADO, debemos entender que la voz decía ESTE ES MI HIJO DAVID, aludiendo al cumplimiento de todas las profecías mesiánicas, entre ellas la que acabamos de leer en el capítulo 34 de Ezequiel.
Al respecto del cumplimiento de la profecía de Ezequiel, nuestro Señor Jesucristo dice de Sí mismo:
«También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor». Juan 10:16
Las ovejas a las que se refiere El Señor y que no son del mismo redil son los gentiles, la Casa de Israel.
Comparemos el versículo anterior con este otro en el que se nos dice que Judá e Israel seguirán a Jesucristo y al final de los días, luego de la Batalla decisiva [*] del Armagedón (Apocalipsis 16:16-) resucitarán:
«Y se congregarán los hijos [descendientes] de Judá y de Israel, y nombrarán UN SOLO JEFE [Jesucristo], y subirán de la tierra [resucitarán]; porque el día de Jezreel [Armagedón] será grande». Oseas 1:11
[*] En el Valle de Jezreel, al norte de Israel, se encuentra la Montaña de Megido, o Ar-Megiddó, que al español se deformó en Armagedón. Ahí es donde se librará la batalla decisiva entre el ejército del Falso Mesías (Anticristo) y el de Jesucristo el Mesías Verdadero de Israel.
La sabia del olivo y su relación con la sangre y el Espíritu del Señor
Volvamos a la Sangre del Señor que, como verás a continuación, es comparada por Pablo con la savia del árbol de olivo:
«Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo». Romanos 11:17
El olivo al que Pablo alude es el pueblo de Dios (cuya raíz es Dios mismo) -la Casa de Israel y la Casa de Judá-. La rica sabia de tal olivo es su fluido vital, símbolo de la sangre del Señor Jesucristo, su Espíritu Santo el cual fluye entre todo su pueblo y no solo le une sino también le hace vivir.
Con esta comparación, Pablo nos explica cómo hemos sido injertados en el pueblo de Dios: mediante la sangre del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo, el cual ha sido DERRAMADO sobre nosotros quienes hemos creído Y AHORA FLUYE A TRAVÉS NUESTRO para de esa manera hacernos parte de las tribus de Israel, ¡El pueblo elegido y santo de Dios!
A continuación, en el siguiente capítulo analizaremos la figura del olivo más detenidamente.
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