La Biblia nos demuestra que tenemos una herencia celestial y nuestra mirada es en lo de arriba pero no podemos ignorar que también nos habla de un reino terrenal donde Jesús reinará con vara de hierro y esto es lo que confunde a muchos. Este reino no ha pasado ni podemos caer en interpretaciónes iniciadas por Agustín de Hipona y la escuela de Alejandria donde espiritualizaban casi todo.
El Reino de Dios, aunque terrenal, no se le puede exonerar su espiritualidad. Una cosa es espiritualizar el milenio, haciéndose de él una ridícula y ficticia iconografía, y otra es ver las realidades materiales de un Reino milenario que es espiritual, por naturaleza, por mandato del Señor. Este Reino será tangible, físico, perceptible, y de extensión universal.
Su espiritualidad, siendo material, se establece en el designio santo del Padre y no en una fatua alegorización inaplicable.
Para comprender esto, tenemos el ejemplo claro de la fundación del mundo. En un principio, Dios creó un mundo libre de pecado y de maldad. No había la más ínfima mácula o señal de corrupción y distorsión maligna sobre su faz, hasta que la fealdad del pecado por la rebelión humana hizo acto de presencia. El mundo, entonces, fue declarado por Dios maldito para sumergirse luego en un estado de decadencia y degeneración grotesca.
No obstante, antes de la caída del hombre en el Edén ancestral, como todo el sistema cosmológico, el mundo era uno materialmente incontaminado y sacro, pero vino a perder su idiosincrasia espiritual cuando el hombre le creyó más a la "INTRIGANTE Y ASTUTA SERPIENTE", que al Dios, que le ofreció eterna vida y las bondades materiales de aquella perfecta y maravillosa tierra…. que no supo valorar las normas espirituales del Altísimo que le ofrecían gozo y paz perdurables. Por "ese engaño", el planeta que habitamos, es un soberano desastre que requiere ser resarcido de su agravio… por culpa del inconsistente hombre.
Antes que la creación fuera impura y el desorden se estableciera “cual peste bubónica medieval”, Dios pudo ver que todo lo que había hecho era bueno, y si era bueno para él, otra vez, siendo «material», no es difícil precisar que el mundo y el universo que lo rodeaba poseían un carácter netamente espiritual.
«Y VIÓ DIOS QUE TODO LO QUE HABÍA HECHO, Y HE AQUI QUE ERA BUENO EN GRAN MANERA…» (Gn.1:31).
Por lo tanto, es lícito percibir, además porque la Biblia lo clarifica de tal modo, un Reino literal y milenario, de inherencia espiritual, porque el sistema de las cosas materiales y restituidas por el poder celestial será «santificado» en el futuro, como al principio de la creación de Dios.
En este Reino terrenal y material, espiritual, por célica conciliación, y espiritual por sustancia, porque habrá sido redimido, purificado en su restauración, en «el día de la regeneración», la enfermedad será removida en las personas salvas que las adolezcan, para que sean idóneas a la teocracia milenaria.
Habrá sanidad para las gentes que hayan sufrido patologías deformantes (Is. 29:17-19; 35:3-6; 61:1-2; Jer. 31:8; Mi. 4:6-7; Sof. 3:19).
Habrá trabajo, y no será un período de ociosidad, ni de haraganerías.
Habrá una sociedad perfectamente sistematizada y de industrias, de agricultura y de manufactura, para la sustentación de los que ingresen al Reino milenario (Is. 62:8-9; 65:21-23; Jer. 31:5; Ez. 48:18-19).
La prosperidad económica, no de la clase que enseñan los maestros de la prosperidad como Cash Luna y Benny Hinn, Maldonado y otros tantos más, pues será el producto del trabajo continuo y armonioso durante el Reinado milenario.
La pobreza y la miseria, no mancillarán más la condición humana en el gobierno milenario de Cristo (Is. 4:1; 35:1-2, 7; 30:23-25; 62:8-9; 65:21-23; Jer. 31:5, 12; Ez. 34:26; Zac. 8:11-12; 9:16-17; Ez. 36: 29-30; Jl. 2:21-27; Amós 9:13-14).
En el sepulcro nosotros descansamos de nuestros trabajos pero en este reino que habla aquí pues hay trabajo y otras actividades que ocurren en la tierra, pero no son mencionados que ocurren en el cielo. El reino mileniario será ejercido sobre naciones vivas, las cuales aprenderán justucia e equidad. Las naciones serán gobernadas con "vara de hierro", es decir, con una disciplina férrea para que puedan entender los principios espirituales de amor, justicia, equidad depuradas del egoismo que ahora rige a la humanidad. Tal como leemos en el libro del profeta Miqueas 4:1-5:
1 Acontecerá en los últimos días que el monte de la casa de Jehovah será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él los pueblos.
2 Muchas naciones vendrán y dirán: 'Venid, subamos al monte de Jehovah y a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas.' Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehovah.
3 El juzgará entre muchos pueblos y arbitrará entre naciones poderosas, hasta las más distantes. Y convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
4 Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente, porque la boca de Jehovah de los Ejércitos ha hablado.
5 Aunque ahora todos los pueblos anden cada uno en el nombre de sus dioses, con todo, nosotros andaremos en el nombre de Jehovah nuestro Dios, eternamente y para siempre.
Las guerras y la barbaridad política de este "presente mundo malo" ya no serán más y el egoismo y las injusticias serán cosas del pasado.
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