La parábola del Sembrador y el corazón endurecido....



Ahora entenderás que aunque el corazón del hombre se comporta de la misma manera que la tierra hay diferentes calidades de la misma.

De la misma manera que nuestros ancestros quienes sembraban en el antiguo Israel sabían que había diferentes tipos de tierra, también nosotros debemos entender que no todos los que oyen la Palabra de Dios la obedecen de igual forma.

En este capítulo revisaremos el significado de la buena tierra en la parábola del sembrador porque en la rehabilitación del paciente apuntaremos hacia la calidad más alta de tierra cultivable: el corazón sensible y obediente.

Si bien el primer paso hacia tu recuperación ha sido apartarte del foco de infección en el cual te contaminaste, el verdadero objetivo es que tu corazón, que ha quedado endurecido, vuelva a tener sensibilidad.

“Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón t

La parábola del sembrador: El corazón y los tipos de tierra

Esta enseñanza que nos presenta como figuras a la tierra, la semilla, la siembra y el fruto y que conocemos como la parábola del sembrador es una herramienta básica (Marcos 4:13) para comenzar a descifrar el significado de todas las demás parábolas.


Acorde a la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo en estos pasajes, son cuatro los diferentes tipos de corazones los de aquellos quienes oyen la Palabra, pero solo uno da fruto. Estos son, a continuación, los tipos de tierra o corazones en los que la Palabra, que es la semilla (Lucas 8:11), es sembrada (Marcos 4:14):

  1. Los que oyen la Palabra pero enseguida la desechan, porque no la entienden
  2. Los que oyen la Palabra y la reciben con gozo, pero son de corta duración
  3. Los que oyen la Palabra, pero no dan fruto
  4. Los que oyen la Palabra y enseguida la practican y dan fruto

A continuación explicaré brevemente cada uno de ellos:

1.- Los que oyen la Palabra pero enseguida la desechan, porque no la entienden

“Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron”. Mateo 13:3-4

El Señor nos explica el significado de esta figura:

“Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven”. Lucas 8:12

En esta primer imagen relatada por El Señor el sembrador salió rumbo al terreno en el cual iba a sembrar pero en el camino algunas semillas cayeron de su costal. Esas semillas que no cumplieron su propósito fueron llevadas por las aves.

Si bien la semilla del evangelio deberá ser esparcida en todas las naciones (Marcos 16:15 / Mateo 24:14) es una realidad que habrá quienes aunque en primera instancia escuchen la Palabra de Dios terminen por desecharla debido a la incredulidad.

2.- Los que oyen la Palabra y la reciben con gozo, pero son de corta duración

“Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó”. Mateo 13:5-6

La explicación que nos da el Señor es la siguiente:

“Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan”. Lucas 8:13

La tierra endurecida, que no es ablandada periódicamente por la lluvia, con el paso del tiempo finalmente termina por convertirse en piedra.

Son los creyentes que reciben el evangelio con gozo, pero al venir la tribulación (Marcos 4:17), la aflicción y la persecución inmediatamente se apartan (Mateo 13:20-21).

Debido a diferentes factores, sus corazones se han endurecido como la piedra. Y así como ni el agua ni la semilla penetran en la piedra tampoco ellos permiten que ni la Palabra de Dios ni el Espíritu penetre en sus duros corazones.

Aquí está reflejado el creyente cuyo corazón por diferentes razones deja de ser tierra fértil. Quizá se acercaron a Dios en alguna necesidad y cuando su súplica fue contestada se pusieron felices, pero malentienden la verdad del reino (Hechos 14:22 / 2 Timoteo 3:12) y permanecen cerca de las cosas de Dios un tiempo, hasta que vienen las necesarias pruebas (1 Pedro 1:6 / 1 Pedro 4:12) y se alejan (2 Timoteo 1:15) porque no están dispuestos a sufrir por la Palabra (1 Pedro 3:14 / 1 Pedro 4:13).

3.- Los que oyen la Palabra, pero no dan fruto

“El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. Mateo 13:22

El Señor nos ofrece la siguiente explicación:

“La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto”. Lucas 8:14

Cuando una semilla cae en tierra rodeada de espinos al empezar a surgir de la tierra estos detienen su desarrollo porque la abrazan. Los espinos son todas aquellas cosas de este mundo que distraen al creyente y le apartan de Dios. Las aflicciones, el anhelo de riquezas materiales y otras cosas más.

Cuando el creyente que describe esta categoría oye la Palabra de Dios la recibe, pero no quiere desechar lo que este mundo le ofrece por lo que su desarrollo espiritual no es pleno. Es como aquel que tiene dos amos, con uno de los dos quedará mal (Mateo 6:24).

4.- Los que oyen la Palabra y enseguida la practican y dan fruto

“Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno”. Mateo 13:8

El Señor de nuevo nos explica:

“Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. Lucas 8:15

El corazón del hombre, que es como la buena tierra, recibe la Palabra y la retiene hasta que da fruto, que son las acciones de obediencia. Los creyentes que dan fruto son los que oyen la Palabra y a pesar de las dificultades que vienen con ello no cesan de ponerla en práctica (Lucas 8:21).

Solo la semilla que muere, es decir, la que es enterrada es la que da fruto (Juan 12:24). Solo muriendo a nosotros mismos (Colosenses 3:5) es como vamos a abundar en el fruto sobrenatural (Colosenses 1:6-10 / Gálatas 5:22-24).

Así pues, estos últimos son los creyentes que han muerto a ellos mismos para seguir al Señor (Marcos 8: 34-35) y por ello dan mucho fruto.

¿Cuál tierra es nuestro corazón?

Lo primordial de esto es que examinemos nuestro corazón y determinemos sinceramente a cual tierra se parece. Recordando primero que no importa cuan endurecida esté tierra alguna, el agua viva del Espíritu puede volver fértil al desierto más árido (Isaías 35:1). Pero por otra parte, recordemos también, que por muy buena que sea la tierra, sin agua no hay semilla que produzca en ella, pero de eso hablaremos en su momento, cuando sea el turno de las lluvias tempranas.

El corazón endurecido y la tierra seca

Hay una razón por la cual nuestros corazones se comportan de la misma manera que la tierra que se cultiva (Marcos 4:14-15) y es porque el hombre está hecho de esa misma tierra.

“Entonces Dios, El Señor, FORMÓ AL HOMBRE DEL POLVO DE LA TIERRA, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Génesis 2:7

La ciencia no hace mucho descubrió que el Génesis tenía razón, pues el cuerpo humano está principalmente compuesto de calcio, fósforo, potasio, sodio, cloro, azufre, magnesio, manganeso, hierro, yodo, flúor, zinc, cobalto y selenio, elementos todos ellos, que también componen la tierra cultivable.

Ello nos da una idea de porqué el corazón del hombre es comparado en la Biblia con la tierra cultivable.

Y no solamente el corazón del hombre se comporta igual que la tierra, también en lo físico guardan relación. Por ejemplo, al igual que la tierra necesita descanso para ser más fructífera (Levítico 25:2-7), también el hombre necesita descansar adecuadamente para reanudar su trabajo con mayor entusiasmo (Éxodo 20:8).

Tal como la tierra, que por muy buena que sea, cuando se seca y se pone dura, ya nada puede penetrar en ella para hacerla dar fruto, pero al caerle la lluvia se ablanda y vuelve a ser fértil para ser sembrada con semilla; también el corazón del hombre, por muy bueno que sea, sucede que se seca y se pone duro, y es entonces que necesita el agua del Espíritu de Dios para ablandarse (Marcos 8:17) para que la semilla que es la Palabra de Dios (Lucas 8:11) germine y produzca fruto abundante.

“Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones”. Marcos 6:52

Los corazones de los discípulos estaban endurecidos, como la tierra sin lluvia, porque todavía no recibían la lluvia del Espíritu Santo (Hechos 2:4). Lo que este pasaje nos enseña es que todavía no había venido el Espíritu de Dios a sus corazones, por lo cual no entendían, o mejor dicho, entendían mal, la Palabra de Dios, y cometían errores al interpretarla.

Así que, básicamente la Biblia nos enseña cuando habla de la tierra cultivable, se está refiriendo a los corazones humanos, y cuando estos están endurecidos, significa que no tienen al Espíritu Santo en ellos.

Es el Espíritu Santo el cual nos lleva a toda verdad, el que nos hace comprender las verdades eternas de la Palabra y nos preserva del error (1 Juan 2: 26-27 / 1 Juan 4: 6).

«Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?» Marcos 8:14-17

La acción de los falsos evangelios en el corazón de los creyentes

Los falsos evangelios debido básicamente al estímulo de la religiosidad, el desarrollo del egoísmo, la persecución de las cosas de este mundo material y en general una distorsión de las verdades bíblicas impiden el fluir del Espíritu en la vida del creyente (Efesios 4:30). El Espíritu de Dios jamás fluirá en la vida de alguien que practica la mentira (Efesios 4:30). Cuando cesa el fluir del Espíritu, que es como el agua que da vida a la tierra, el corazón del creyente se torna en piedra. 

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