LO QUE TODO CRISTIANO DEBERIA PENSAR PARA SU VIDA

 

Conducta cristiana: 

Las actitudes y los comportamientos enumerados a continuación son los objetivos que nosotros, como líderes de Spirit & Truth Fellowship, nos hemos propuesto cumplir juntamente con los estándares de liderazgo planteados en las epístolas de Timoteo y Tito. Según nuestra experiencia, cuando las personas obedecen los mandamientos referidos a la conducta personal, son más felices y sanos, y están en mejor posición para ayudar y bendecir a otros también. Con demasiada frecuencia los líderes cristianos han dejado de practicar lo que predican sobre comportamiento cristiano, lo cual ha llevado a muchas desilusiones, dolor, y relaciones rotas.

Confiamos en que estará de acuerdo en que los estándares que proponemos en el Código de Conducta son específicamente los que Dios nos pide en Su Palabra, para nuestro beneficio personal y el de la comunidad. Para vivir de acuerdo con estos estándares necesitaremos apoyarnos en la ayuda de Dios y de Su Hijo, nuestro salvador Jesucristo, y el don de espíritu santo que nos da poder para sobreponernos a la tiranía del pecado.

1. Amaré a Dios con todo mi corazón, alma, mente y fuerza, procurando utilizar al máximo los talentos y capacidades que El me ha dado. Reconoceré que lo que El me ha dado es Su regalo para mí, y que lo que yo haga con él es mi regalo para El. Iré a Su Palabra para saber cuál es Su voluntad para mi vida, y consideraré que mi primera prioridad es adorarlo y obedecerlo a El. Rechazaré todo ídolo o falsos “dioses” que puedan parecer capaces de suplir mis necesidades si yo dejara de lado mi compromiso al Unico Dios Verdadero y a mi Señor Jesucristo.

2. Amaré a mi prójimo como a mí mismo, teniendo en cuenta el efecto que mis palabras y mis acciones tendrán sobre el bienestar de mi prójimo. Reconoceré que mi “prójimo” es aquel que está cerca de mí, muchas veces geográficamente, por parentesco, o por preferencia. Evitaré la tendencia humana a estereotipar y tener prejuicios contra otros de diferentes creencias, razas, nacionalidades, géneros, etc., y me relacionaré con las personas basándome en sus propias palabras y actos. Seguiré el ejemplo de Dios, amando a todo individuo, procurando llevarlo a un conocimiento salvador de la verdad. Viviré de tal modo que si todos siguieran mi ejemplo, existirían la paz y la buena voluntad entre los hombres.

3. Reconoceré la batalla espiritual que se está librando entre Dios y el Diablo, y nunca, a sabiendas, le daré al Enemigo la oportunidad de tentarme para pecar contra Dios, contra mí mismo o contra mi prójimo. Me pararé firme contra las artimañas de Satanás con la Palabra escrita de Dios y el poder del espíritu santo. Si encuentro que estoy “cautivo por él bajo su voluntad”, haré todos los esfuerzos para “escapar” y ayudar a otros a hacer lo mismo. Rechazaré comportamientos adictivos y dependientes que me esclavicen y me hagan egocéntrico y no productivo, especialmente aquellos asociados a sustancias químicas destructivas.

4. Trabajaré activamente para manifestar el fruto del espíritu como la básica actitud piadosa y rasgos de personalidad que debieran gobernar mi vida, y pondré particular atención a esos rasgos que más me cuesta evidenciar. No seguiré mi “naturaleza” hacia el pecado, buscando excusas y racionalizando mi comportamiento inadecuado, sino que viviré por el poder del espíritu para obedecer la Palabra de Dios.

5. Reconoceré la autoridad de Dios y del Señor Jesucristo, y con responsabilidad me someteré a toda autoridad piadosa según está definido en la Palabra de Dios, al mismo tiempo sin permitir que se me tiranice por medio del mal uso de la autoridad. Me someteré a tal autoridad de acuerdo con los límites impuestos por mi conciencia según la educación que he recibido de la Palabra de Dios. Renunciaré a ser envidioso, rebelde, y a tratar de imponer mi voluntad, y procuraré servir y no gobernar. Cuando soy la autoridad, usaré ese poder para servir y no para dominar. En todas mis relaciones elegiré comportamientos que alienten la piedad, la paz y la reconciliación.

6. Mantendré pureza en mi vida sexual, ya sea dentro o fuera del matrimonio, reconociendo que el sexo, y nuestra actitud hacia él, son profundamente espirituales y fortalecerán los lazos tanto del matrimonio como de la iniquidad. Rechazaré la pornografía y toda actividad sexual ilícita, considerando que rebajan el diseño de Dios para el sexo dentro del matrimonio, lo que testimonia Su bondad y amor por la humanidad.

7. No seré chismoso (transmitir rumores destructivos), sino que amorosamente hablaré la verdad según yo la haya experimentado personalmente, con el objetivo de edificar a otros. Hablaré palabras que ministren gracia y buena reputación para que otros vivan de acuerdo con ellas. No seré partícipe de la destrucción de la personalidad de otras personas, ni tampoco juzgaré con impiedad el corazón del otro. Si yo creo que me han ofendido, seguiré el patrón de Mateo 18:15-17, e iré primero a aquel que yo creo que me ha tratado mal antes de discutir la ofensa con otros (exceptuando el consejo pastoral).

8. No anhelaré ni robaré aquello que pertenece a otro, sino que trabajaré diligentemente para que yo pueda tener para dar a otros. Haré todos los esfuerzos para devolver objetos perdidos a sus legítimos dueños, y procuraré ser quien presta, más que quien pide prestado. Todo lo que pida prestado, lo devolveré en mejor estado del que lo encontré, o lo reemplazaré. No seré esclavo de la obtención y la preservación del dinero, sino que lo usaré como medio para bendecir y proveer para aquellos a quienes amo.

9. No buscaré vengarme de aquellos que me dañan., sino que los perdonaré y procuraré reconciliarme de acuerdo con los principios de la Palabra de Dios. Rechazaré actitudes mediocres que exigen de otros lo que yo no tengo deseos de dar. Reconoceré cuán pernicioso es dar opiniones erróneas y que aquello que detesto en los demás también vive en mí. Admitiré que el identificar la raíz del pecado en mi propia vida es un proyecto más urgente que el atreverme a corregir a otros sin antes corregirme a mí mismo.

10. Haré el bien a todos los hombres, buscando oportunidades para servir y mostrar el amor de Dios que mora en mí. Pero seré especialmente bueno con mis hermanos cristianos, reconociendo que ellos son el pueblo de Dios, al que El ha distinguido como pares míos. Haré mi mejor esfuerzo para estar unido a ellos contra nuestro común enemigo, de acuerdo con el estándar de la Palabra de Dios y el único espíritu que nos da poder a todos nosotros.

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